No habrá frente común del independentismo para comprometer al PSOE en nada. Es inviable después de la valoración electoral de la noche juntaire. Toda la artillería pesada ha sido contra los republicanos. A pesar de recoger el peor resultado de su historia, el mundo postconvergente ha pretendido venderlo con dignidad, enfrente de la indignidad de otros. De los otros indepes, claro está. Un síntoma inequívoco de no hacer propósito de enmienda y sí de la voluntad de ir cavando una trinchera con los republicanos. Cuanto más alta y al mismo tiempo profunda, mejor, parecen querernos decir.

El independentismo ha perdido hasta la camisa mientras el PSC lo ha bordado con la enésima versión del que 'viene el coco' y el PP ha superado en votos a ERC, a pesar de obtener un diputado menos

Jordi Turull aplaudía en rabiar —precisamente él— el sonsonete del 'a cambio de nata' que no se sabe exactamente por qué motivo la portavoz Nogueras expresó en castellano. Probablemente, porque el único objetivo confeso de Turull era superar a los republicanos, que a pesar de la fuerte bajada ha dejado a los juntaires a 70.000 votos. La candidatura liderada por Gabriel Rufian —vilipendiado un día y otro por el mundo juntaire— se mantenía por delante de la de Junts, a pesar de dejarse un 40% de los votos por el camino. Y la CUP, apelando a la autodeterminación y a la amnistía con el puño en alto, ha quedado fuera del hemiciclo y ha perdido más de la mitad de los votos. En conjunto, el independentismo ha perdido hasta la camisa mientras el PSC lo ha bordado con la enésima versión del que 'viene el coco' y el PP ha superado en votos a ERC a pesar de obtener un diputado menos.

El escenario al cual nos conducen los resultados electorales es de repetición. Si no es que el PSOE de Pedro Sánchez decide abstenerse delante de Feijóo, después de protagonizar este una pírrica victoria y de consumar Sánchez una dulce derrota. Será —si no hay un nuevo golpe de estado al PSOE— de repetición porque al PSOE de Sánchez probablemente le conviene este escenario más que intentar ningún tipo de investidura con el conjunto de la periferia. Sería fácil con Sumar, un socio mucho más dócil que Podemos. Pero no —al menos no ahora— con la periferia. Demasiado incómodo para un Sánchez que ha vuelto a demostrar que no había agotado las siete vidas del gato.

Sánchez ha fortificado el grupo parlamentario con una candidatura a su medida. Ir a unas segundas elecciones permite a Sánchez seguir al frente del Gobierno hasta las próximas, como mínimo. Y entonces sí, si la aritmética lo permitiera, se volvería a plantear una investidura similar a la última que, al final, no lo ha enterrado, a pesar de los pésimos augurios de las encuestas. No le será fácil y es obvio que volverá a vivir las mismas presiones que ya forzaron su primera defenestración. Pero ahora es más fuerte. Mucho más fuerte.