El acuerdo entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont para la investidura del primero como presidente del Gobierno español se ha convertido en una cuestión de supervivencia política para ambos, pero el tiempo les va en contra y en estos últimos días parece que PSOE y Junts vuelven a jugar de forma imprudente al chicken run (ver Rebelde sin causa) sin tener en cuenta que su desafío es distinto, porque si se despeña uno también se despeña al otro. Ahora mismo corren el riesgo de despeñarse ambos.

Porque, de hecho, no hay muchos motivos de fondo para alargar las negociaciones. Por parte del PSOE, ya está asumida la amnistía y la verificación de un mediador que sería entre partidos y no entre gobiernos. Por la parte catalana, ya se sabe que la amnistía será, pero no antes de la investidura, y que el referendo debe ser acordado y queda situado en un horizonte de tiempo indefinido. Así que solo falta escribir la declaración política que debe construir el llamado "compromiso histórico". Es aquí donde ambas bandas pretenden conseguir argumentos de consumo para las propias clientelas. Dicho de otro modo, solo falta redactar las respectivas propagandas y una y otra se neutralizan. Como el plazo de tiempo está marcado, ambas partes intercambian el mismo mensaje: “Os quedan cinco semanas por bajar del burro”.

Este planteamiento táctico alargará innecesaria y peligrosamente las negociaciones hasta el último minuto. Es decir, ambos se guardan alguna concesión para el final porque si la ceden antes, el otro lado tendrá tiempo para exigir otra. Y lo que parece que no tienen en cuenta es que el tiempo les va en contra a ambos, porque los contrarios a que haya acuerdo son muchos, algunos muy poderosos y no paran de moverse.

Resueltas las principales cuestiones, PSOE y Junts intentan forzar ahora la negociación hasta el último minuto, cuando cualquier pequeño incidente tendrá efectos irreversibles para ambos

Sin ir más lejos, parece, por cómo actúa, que Esquerra Republicana ha llegado a la conclusión de que unas nuevas elecciones perjudicarían más a Junts que a ellos. Basta con leer lo que le dicen al colega Ellakuria de El Mundo. Y no es una percepción equivocada. Desde el 23J han cambiado mucho las cosas. Si no hay acuerdo, una vez generadas tantas expectativas, ya no será leído por nadie como una demostración de fuerza del presidente en el exilio, sino lo contrario, como un fracaso en la negociación que provocaría una enorme decepción en la sociedad catalana y un estallido en Junts per Catalunya. La obsesión de ERC solo es Junts, y sobre todo Puigdemont, y están dispuestos a perder un ojo si su contrincante pierde los dos. Si, además, las encuestas sobre nuevas elecciones señalan peores resultados para Junts que para ERC, lo que no harán los republicanos será contribuir a nada que suponga un éxito de su rival.

Por el lado español, la movilización coordinada de los adversarios políticos de la derecha, del Deep State y de la vieja guardia socialista tiene como objetivo casi obsesivo derribar a Pedro Sánchez y harán todo lo que sea imaginable y no imaginable para conseguirlo. Es importante destacar que la principal batalla política que se está librando en España es el control del Partido Socialista. El PSOE ha sido y sigue siendo una pieza clave de la organización política del Estado. En España, la derecha digamos nacionalcatólica ha sido una fuerza recalcitrante siempre resistente a cualquier cambio económico, social o cultural, mientras que el PSOE ha sido el encargado de liderar los cambios reclamados por la propia sociedad pero desde posiciones reformistas que cerraran el paso a cualquier opción rupturista.

Pedro Sánchez tampoco es ni será rupturista, pero su alianza con los grupos republicanos a su izquierda y con los soberanismos periféricos hace temer al establishment la consolidación en los organismos del Estado de una cultura política democrática y republicana que a la larga y sutilmente vaya facilitando cambios políticos estructurales. Por eso la derecha ha inventado el concepto "sanchismo" para desacreditarlo como no socialismo y por eso el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, dice estar dispuesto a pactar "con el PSOE pero no con este PSOE".

Los adversarios de Sánchez y de Puigdemont están determinados a reventar el acuerdo, y cuanto más tiempo les den, más posibilidades tienen de lograr su objetivo

El PSOE con el que está dispuesto a pactar Feijóo, Felipe González y Alfonso Guerra, artífice de la transición pactada con el franquismo para que no hubiera ruptura democrática, está movilizado no contra la amnistía. La amnistía es el pretexto con el que intentan por segunda vez derribar al líder que no controlan. Alfonso Guerra dijo en un determinado momento de pugna interna en el PSOE: “Mejor perder con los nuestros que ganar con los suyos”. Es una frase cargada de sentido. En un esquema político en el que se alternan en el poder dos partidos, perder las elecciones significa que las ganarás a la próxima o a la siguiente. Perder el poder en el partido significa que no las ganarás nunca más, porque ya no estarás. La vieja guardia socialista prefiere que gane ahora el PP, porque para recuperar poder e influencia necesitan que Sánchez caiga definitivamente.

ERC seguirá tirando la piedra y escondiendo la mano; el Partido Popular mantendrá su campaña de agitación contra la amnistía; jueces y fiscales hacen y harán todo lo que puedan por interferir en las negociaciones; González, Guerra y sus acólitos llamarán uno por uno a los diputados socialistas prometiendo vete a saber qué a cambio de romper la coalición. El tiempo juega a favor de la conspiración, así que cualquier distracción o pérdida de tiempo puede resultar fatal. Dejando el acuerdo para el último minuto, Sánchez y Puigdemont se arriesgan a que cualquier pequeño incidente tenga efectos irreversibles.