"No creen en los hechos, sólo creen en sí mismos. Los hechos deben creer en ellos" 
Bertolt Brecht

Es el colmo.

Resulta que la medida del fracaso y el error de las políticas identitarias y queer —que no feministas— establecidas por Irene Montero, desde el Ministerio de Igualdad, la tienen los amigos de Pedro Sánchez. Para desmarcarse de lo que aceptó, sancionó e hizo aprobar cuando necesitaba urgentemente unos votos —mírense las fechas— solo se le ha ocurrido afirmar, con ese remedo de empatía, que tiene amigos que se han sentido "incómodos" con este discurso "planteado desde la confrontación". Los amigotes entre los 40 y los 50 te pueden abrir los ojos con su incomodidad y consiguen así lo que no han logrado los gritos de las mujeres, particularmente de las feministas de izquierda y más concretamente de las feministas de su propio partido. Sordo se tenía que haber quedado el presidente del Gobierno en los últimos cuatro años, sordo de los dos oídos, de los gritos del mujerío. Es lo que tiene el machirulismo, que te acerca a la realidad más un susurro de tus colegas machos de mediana edad que los gritos ya afónicos de miles de mujeres.

En realidad los amigos de Sánchez no existen, son las cifras que le ha puesto Tezanos sobre la mesa del despacho y la interpretación que han decidido hacer de ellas. Los socialistas han perdido, según esos amigos demoscópicos, unos 800.000 votos masculinos que atribuyen ahora a "los efectos electorales de las políticas feministas de Montero en su votante masculino". ¡Ardo, me inflamo! Es para mear y no echar gota. Esos votos masculinos se han podido mudar por un millar de cosas —modificaciones penales, votos recibidos de Bildu, desplazamiento a la izquierda siguiendo a Podemos, incoherencias, política exterior con Marruecos, Pegasus, represión en las fronteras, manía al líder— pero no, se han ido todos porque "no se puede ir contra la mitad de la población ni estar todo el rato señalándolos porque al final se te van", ha declarado un alto cargo del partido a un diario de Madrid. NO SE ENTERAN.

Si de verdad Montero hubiera desplegado la agenda feminista y no la identitaria y los hombres, por muy amigos de Pedro que sean, se hubieran molestado; eso nos tendría que importar una higa. La igualdad no se hace exclusivamente a gusto de los beneficiados por la desigualdad. ¿Queda claro? De Montero lo que importa no es si molestó a los señoros o no, lo que importa y mucho, es que molestó a las mujeres, a las lesbianas, a las feministas —ahora llamadas clásicas, para diferenciarlas de inventos de nuevo cuño— por encima de todas. Aprovecho para informarle al molesto alto cargo socialista de que nosotras ni siquiera es que seamos la mitad, somos más de la mitad de la población. ¿A quién se le ocurrió que aceptando agendas magufas de minorías minoritarias iban por buen camino? Se conoce que a Sánchez, porque sus amigos le alertaron tarde y los intentos de sus compañeras de partido por hacérselo ver acabaron con todas defenestradas, fuera de cargos y listas.

No sé el resto, pero yo estoy realmente harta e indignada de que los señoros que se autoproclaman feministas de izquierdas me expliquen cosas

No sé el resto, pero yo estoy realmente harta e indignada de que los señoros que se autoproclaman feministas de izquierdas me expliquen cosas. Harta. Y ni siquiera necesito llamarle mansplaining. Es intolerable que incluso pongan en duda si tu feminismo es fetén porque, claro, no es como el suyo y el suyo sí que es de purísima madre. La loca historia del mundo. Si por un casual me indigna que me llamen útero portante, ser menstruante o que conviertan mi esencia biológica en algo tan banal que puede replicarse con un esmalte de uñas, una purpurina, unos tacones o un bolso, entonces es que yo no soy feminista de verdad. ¿Por qué se creen que a Montero y a Pam las perseguían feministas exigiéndoles que explicaran qué es para ellas una mujer? Porque banalizando el sexo, y el peso que este tiene en el rol social establecido, nos banalizan a todas y convierten en absurda la lucha feminista por la igualdad. ¡Hala a escardar cebollinos, tíos! Cuando la mayor parte de los feministos de nuevo cuño nacieron, una ya peleaba siendo la única mujer que dirigía algo o que exigía un puesto de poder donde solo había mambos.

Si Sánchez tuviera amigas, si siquiera tuviera asesoras, que tuvieran los pies en el suelo, le habrían explicado que con quién tiene un problema es con las mujeres. Lo tiene él y lo tiene Sumar, que no se ha pronunciado aún, pero que está conformado por partidos y grupos que se han adherido a la modernez queer, la nueva religión de la progresía irreflexiva. Las mujeres, sobre las que no sé si Tezanos le ha dejado datos al amigo Sánchez, en realidad somos unas mindundis, más tontas que un haba, dispuestas a seguir votando al partido de las entretelas así nos pisoteen o nos den una tunda. Nuestro enfado no lo consideran ni las estadísticas. El problema son los señores, oiga, que se sienten incómodos y se van a evacuar voto a otro lado.

Sánchez le ha soltado tal cosa a Alsina sin despeinarse, porque ese es el relato que han determinado para intentar devolver a los hombres fugados e incómodos al redil. No tendrá efecto porque no es cierto y porque si lo fuera, llegarían tarde. Nada dicen de que las feministas clásicas hayan llamado "a retirar el voto a los partidos que han abandonado la agenda de las mujeres" y sobre de que ese es el verdadero pecado de Irene Montero y sus amigas. No solo no se han ocupado de la agenda feminista, sino que han promulgado dos leyes perniciosas para las mujeres —ley transgénero y ley del sí es sí— y han alentado el antifeminismo con ellas.

El feminismo no vota traidores. Las mujeres no votan irracionalidades ni incoherencias ni, por supuesto, tragan con las frenadas de campaña de quienes no han tenido el más mínimo escrúpulo en tirar décadas de agenda feminista por la fregadera, a cambio de sacar adelante la ley que fuera o de un poco de paz en el gobierno.

Sánchez, si quisiera, podría tener amigas que le dijeran la verdad, andan arrumbadas en sus propias filas; podría incluso tomarse en serio la respuesta del voto femenino a tanta incoherencia y tanto error. A cambio, prefiere decir, como un verdadero cuñado, que las cosas son objetivas porque se las comentan sus pretendidos amigos. "Su digestión es espléndida, su juicio es infalible", que diría el muy marxista Brecht.