"Y es que estás hecho de plástico fino
Dicen que tienes un tacto divino
Y quien te toca se queda con
él"
Radio Futura

El presidente del Gobierno de España es negro o judío o gitano u homosexual o discapacitado o pobre, o todas esas cosas a la vez, y por eso al agraviarle han sacado a la palestra los delitos de odio, esa caldera hirviente de indignación que cada vez más a menudo vertimos, como en la Edad Media vertían aceite sobre los que se salían de la ortodoxia. Sánchez parece un gobernante de piel muy fina, le molesta que le odien o le tengan manía, y esta vez sus seguidores no han esperado a que en la Ejecutiva les echara la bronca por no salir presta y decididamente a defenderle de las afrentas. Esta vez han bastado unos fachas dándole a una piñata que decían que le representaba —aunque hacía falta algo más que imaginación para creerles— porque al parecer ese odio que destilan cuatro gatos de extrema derecha nos amenaza a todos y es el preámbulo de una ordalía de violencia que acabará con la sociedad que conocemos.

Piñatear a Sánchez no es delito; odiar a Sánchez, tampoco. Como no lo era quemar un muñeco de Puigdemont en un pueblo sevillano, que por cierto estaba bastante mejor hecho y se parecía mucho más al ex president expatriado. Lo dije entonces, cuando Torra hacía aspavientos, y por eso puedo decirlo ahora. Espero que la Fiscalía haga lo propio, porque en aquel caso afirmó: "pretender extender la representación en relación con un personaje concreto [Puigdemont] con un ataque a una ideología, resulta un artificio que no encuentra acomodo en la jurisprudencia del TC ni del TS, cuando definen los elementos vertebradores del denominado discurso del odio". ¿Qué pretenden ahora los socialistas rasgándose las vestiduras y afirmando que van a "explorar todas las vías legales" contra los autores de la protesta? Me da más miedo que desde el poder se "exploren" las vías legales para castigar al oponente que las canciones de los raperos, los muñecos quemados, los ahorcados de paja, las fotos y las banderas ardiendo y los Coranes y las Biblias en llamas. Como yo siempre defendí que nada de eso era delito y que además no debería serlo, tengo la solvencia moral para poder afear ahora a los progresistas que se ponen en primer tiempo de saludo a la represión.

Lo primero que habría que hacer es dejar de llamar a los delitos contra las minorías perseguidas "delitos de odio", ya que ese uso del lenguaje, con muy poquita perversión, permite luego extender la manipulación hacia donde proceda. Odiar no es un delito, odiar es una pasión negativa humana. Odiar, odie usted a quien quiera, aunque ya digo desde aquí que es una pérdida de energías y tiempo que se volverá contra el odiador, aunque me consta que los que anidan esa serpiente en su corazón no se atienen a tales razones. Delitos contra las minorías discriminadas, podría ser una denominación más clara. Así tendremos claro que ni los policías, ni el presidente del Gobierno, ni el partido que gobierna, ni el de la oposición, ni las mujeres, ni tantos otros son el sujeto de este tipo penal. Yo comparto la petición realizada por Sumar en el Congreso para la derogación de los delitos apologéticos y de opinión, que votó afirmativamente el PSOE, y también de un estrechamiento y aclaración de los de odio, y es que se han convertido en el coladero de la represión que todo el mundo parece querer ejercer contra los otros para defender a los suyos.

Me decepciona mucho que los progresistas se unan a esta procesión, alegando, además, que se han dado casos instigados por la derecha, para reprimir —así se ha hecho con los indepes y también con los raperos y con los tuiteros de la Operación Araña—, porque si con el PP se ha utilizado de forma espuria la ley para castigar al disidente, lo que toca es demostrar que lo progresista es lo contrario y no darles la réplica. La libertad de expresión se defiende precisamente para que la usen los que te molestan o te ofenden, no para que se sirvan de ella los que te alaban y te loan. Y en caso de duda, aplíquese una máxima que patento, in dubio pro libertate. Así que si desfilan coños insumisos, los drag se disfrazan de Cristo, ahorcan el muñeco de Carmen Calvo, los raperos quieren matar policías o los indepes quieren quemar fotos del Rey o los vascos, banderas de España o los ultra fachas hacen piñatas con Sánchez es preferible que puedan hacerlo a intentar meterlos en la cárcel por ello. En la duda, libertad siempre. No lo digo yo, lo dice el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ha dejado bien claro que se puede quemar la efigie del jefe del Estado, así que se debe poder darle bastonazos a la efigie del que está más abajo.

Dado que el silogismo establecido es "o nosotros o el fascismo", toda amplificación del potencial peligro del fascismo se vuelve en un "solo nosotros"

Por último, analicemos el aserto mil veces repetido, pero no probado, de que estos hechos y protestas son "la previa" a que la violencia pase a ser real. Nada demuestra tal cosa. De facto, estoy de acuerdo con Martínez de Pisón en que la sociedad actual nada tiene que ver con la de los años 30 del pasado siglo. Ahora tenemos tanto que perder, todos, hasta el que menos tiene, que nadie está dispuesto a arriesgarlo para conseguir nada. No hay objetivo político, ni siquiera de defensa exterior, por el que haya masas dispuestas a arriesgar nada: ni el pellejo, ni la bolsa, ni la libertad. Así que cuidado con las violencias venideras, las ambientales, las inventadas y las del relato.

Por si acaso, recuerdo que la democracia y la paz social han sobrevivido a una transición sangrienta en la que la violencia política de todo signo —ultraderechista, independentista, ultraizquierdista, anarquista, terrorismo de Estado— regaba las calles de sangre de la de verdad un día sí y otro también. Más de 600 muertos, de los de que están bajo tierra, lo atestiguan. Y superamos los asesinatos de ETA, cuando las dianas y las amenazas sí daban miedo porque detrás estaban las pistolas. ¿Y detrás de todo eso nos dicen que la democracia no va a sobrevivir a un grupo de ultras frikis reunidos en Ferraz? Es más, si la amplificación de este discurso pudiera dar lugar a violencia real, lo más prudente sería no dar difusión a algo que podía haber pasado totalmente desapercibido en una noche de fiesta.

Sin embargo, el PSOE se empeña en exigir para el incidente toda la atención mediática. Lo hace no tanto por el riesgo real que esta exhibición poco edificante provoque, sino porque se retroalimenta de ello. Dado que el silogismo establecido es "o nosotros o el fascismo", toda amplificación del potencial peligro del fascismo se vuelve en un "solo nosotros". Un paso más es pretender que el PP es lo mismo que esa jauría y que se encuentra en el mismo punto del eje ideológico que ellos, porque eso aún estrecha más el margen de apuesta por la democracia.

No fue Voltaire quien lo dijo, pero es la esencia de su pensamiento: no actuaría jamás como ellos, pero tendré que defender que puedan hacerlo sin acabar en la cárcel. Por cierto, ignoro en qué concepto la policía ha llamado "a declarar" a nadie por unos hechos que son atípicos. ¿Una forma de amedrentar a sabiendas de que ni la Fiscalía ni los jueces harán nada? Ojo con esa consideración deletérea de lo que es violencia y lo que es delito de odio y de lo que es terrorismo, que ya saben ustedes como yo para qué sirve.