“A cada ley, pata de buey.”
Refrán popular

Siempre me ha flipado observar, con el aliento contenido, la ascensión de la enxaneta, su flexibilidad, su aplomo y su confianza en la fortaleza de cada uno de los grupos humanos que afianzan su escalada. No debe ser conveniente tener mucha altura para coronar un castell y, sin embargo, así es cómo me imagino exactamente a Pedro Sánchez ahora mismo: corriendo por coronar antes de las fiestas, con la confianza de poder bajar sin peligro y después borrar todas las huellas de la escalada.

La idea de La Moncloa parece ser exactamente esa: echarle arrojo, hacerlo todo y hacerlo rápido, confiando en que la vertiginosa marcha de los relatos y la aceleración de la historia borren de la memoria del votante las dudas y las críticas. Ya se ocuparán ellos de recordarle lo positivo, si se produce. Veo que hay quien aplaude con frenesí tal arrojo, quien confía en la baraka, la suerte innata, de un político que ha vuelto varias veces de entre los muertos y que ha sobrevivido a todas las catástrofes apocalípticas que una mano negra parece haber acumulado en su mandato. ¿Lo conseguirá? ¿Está realmente su osadía protegida por la diosa fortuna de la política? Él cree que sí y por eso actúa como actúa.

Ese castell al que se está encaramando es casi una catedral y está formado por castellers de muy diverso pelaje. En uno de los pisos están los votantes y militantes del PSOE; en otro, los de Podemos que son muy suyos y cada cual de su padre y de su madre; ERC y Junqueras se constituyen en piso propio y, además de otros de procedencia variada, tenemos el último piso en el que se aglutinan todos los posibles efectos rebote o no deseados de las reformas emprendidas. Si son osados, súmenle nuevos problemas apocalípticos que puedan llegar. Sánchez trepa que se las pela, pero puede que su prisa no baste para mantener en pie tan desigual resistencia. Algunos de los pisos podrían fallarle bajo los pies al más mínimo problema, máxime en año electoral. Cada uno de ellos se puede retirar y dejarle en el más miserable de los vacíos y amenazado de romperse la crisma. Él cree que no y por eso actúa como actúa.

La idea de Moncloa parece ser echarle arrojo, hacerlo todo y hacerlo rápido, confiando en que la vertiginosa marcha de los relatos y la aceleración de la historia borren de la memoria del votante las dudas y las críticas

Al enxaneta le han dicho, por activa y por pasiva, que reformar el Código Penal a la buena de dios puede darle disgustos. Es seguro que se los dará. Me veo escribiendo la columna en la que les explique por qué en tal o tal cual caso escandaloso de desviación de fondos públicos ha sucedido una disfunción. Haberse saltado la discusión sosegada de expertos y la reforma en bloque tiene estas cosas. Un súper experto me explicaba de forma muy sencilla las incongruencias -una de ellas- que van a darse en el tratamiento de la corrupción. Los delitos de malversación permanecieron intocados en el CP desde 1848 hasta 2015, que no es poco trecho. En esa fecha el PP hizo una reforma del tipo penal que introdujo, como saben, el castigo al funcionario o al particular que desviara de su uso fondos aunque no enriquecieran a nadie. Ahora, al tocar legislativamente sólo ese aspecto, el castigo a la corrupción tendrá disfunciones. La primera de ella es que va a recibir más pena el particular que administre fondos de empresa u organismo y los destine a fines diferentes a los marcados que el funcionario o autoridad que haga lo mismo. Pacificar es muy loable pero estos sapos van a ser difíciles de explicar: ¿cómo proteges más el dinero privado de una empresa que el público que procede de nuestros impuestos?

Lo de la sedición —con todas las pegas a la redacción apresurada que puede acabar dando problema con manifestantes, piquetes y otras vainas de libertades— fue más fácil de explicar al votante socialista, que ve con buenos ojos que se revierta la situación creada por la conversión forzada en delitos graves de lo sucedido en Cataluña. Además, hasta el Grupo de Estudios de Política Criminal, formado por unos 200 profesores y catedráticos de Derecho Penal, lleva años estudiando y recomendado la reforma de ese tipo decimonónico. Lo de la malversación es otra cosa, aunque hayan surfeado lo más cantoso de la petición de ERC que pretendía descriminalizar la malversación con destino a fines ilegales no privados. La relajación de la lucha contra la corrupción es una píldora que el votante progresista digiere mal y de forma indigesta. Añadan el vómito si además, en unos meses, vemos a alguna de los ranas de la Kitchen o de la Gürtel o de cualquier “caso aislado” de los de la derecha se benefician, por aplicación de retroactividad favorable. ¿Cómo van a explicar eso si además sucede en campaña electoral? Ni ERC ni el PSOE lo tendrían fácil. Dicen que lo han conjurado con una disposición transitoria y que es cosa de jueces interpretarlo así, pero es que los jueces están obligados a aplicar el  principio favor libertatis. Podemos, conocedor de esa sensibilidad extrema de sus apoyos en las urnas, se ha puesto de perfil y deja que salga la cosa pero sin mojarse ellos.

No sé si el enxaneta no será un temerario y corre el riesgo de no aguantar arriba ni el tiempo de levantar la mano

Esa hipocresía de mirar para otro lado y guardar la ropa practicada por Podemos puede responder, con mucha certeza, a duras negociaciones a cara de perro y a varias bandas durante el puente de la purísima malversación. Si miran a la siguiente bala perdida que hemos conocido —la enmienda que dicen que arregla lo del sí es sí— podríamos pensar que Montero después de negarse con uñas y dientes a admitir que su ley tenía algún defecto, se ha avenido a permitir esa enmienda añadida para salvar los trastos a cambio de que su partido pueda ponerse de perfil en la cuestión malversadora. Eso dice la gente malvada por los cenáculos del poder. 

Los grandes expertos, incluso los progresistas, no comparten desde luego la fórmula elegida para toquetear el Código Penal, considerado la constitución negativa, por recoger una los desiderata de derechos y libertades y el otro, las líneas rojas al lado contrario. Verán que para ser tan intocable el positivo, el negativo sufre magreos interpretativos y modificaciones legislativas con una soltura digna de mejor fin. Es muy complicado tocar un mecanismo tan complejo a lo bruto y no crear nuevas averías. Los textos y las redacciones concretas, que serán apresuradas y de bulto, tampoco han podido ser analizadas. De momento, la famosa enmienda para arreglar la ley de Montero va a ser un apañito en la exposición de motivos, aunque, como ya ha dicho el TC varias veces, “los preámbulos y exposiciones de motivos de las leyes carecen de todo valor normativo”. Pues eso.

Yo no estaría segura de que el primer piso aguante tanto peso. Las feministas, el trágala de la ley trans y las rebajas de penas a agresores sexuales; los votantes, las eventuales mejoras de condenas a peperos corruptos; la opinión pública, la introducción de un nuevo tipo penal como es el enriquecimiento ilícito que sólo ha triunfado en Latinoamérica porque en Europa da problemas de constitucionalidad; Junqueras diciendo que esto es el principio y que le va a apretar más las tuercas… No sé si el enxaneta no será un temerario y corre el riesgo de no aguantar arriba ni el tiempo de levantar la mano. No perdamos de vista a las derechas dando empujones para derribar todo el cotarro.

Sánchez es demasiado joven para haber disfrutado su estreno, pero es posible que haya pasado el casting para un remake de El año que vivimos peligrosamente. Él, dudas sobre su hechura de protagonista, parece que no tiene.