Hacerse mayor no es envejecer. Hacerse mayor es aprender a amar (y eso también incluye amarse a uno mismo). Crecer no es hacerse más alto, es hacer más ancho el corazón y aprender a decir que no cuando otra respuesta sería más fácil y saber decir que cuando la intuición pide abrirse paso.

Si quieres conseguir un objetivo a la vida te tienes que preguntar: ¿qué no estaría dispuesto a hacer para alcanzarlo? Cuántas menos respuestas encuentras, más posibilidades de éxito. Entendiendo como parte del éxito la serenidad de espíritu inherente a la certeza de una emoción. El paso bien dado a pesar del ruido exterior. La paciencia bien regada a pesar de la sequía interior. La disposición es la esencia de un hito. Tener la capacidad y la voluntad de sobrevolar la duda y el temor, de apostar y arriesgar por lo que una realmente quiere. Estar dispuesta. Si se sabe el qué y con quién, entonces el cuándo llegará en el momento que sea la hora. Quién tiene claro el porqué puede soportar cualquier cómo y sostenerle la mirada al mundo.

Me interesa sólo aquella experiencia vital que implica un aprendizaje. Si no tengo que poder crecer, no me atrae. Quizás por eso me gusta tanto amar. Poder decirle a alguien: estoy aprendiendo a amarte y espero poder seguir haciéndolo el resto de mis vidas y no llegar nunca al final. Porque sí: aprender es amar. Y es mejor no conocerlo nunca todo ni abarcar el absoluto. Así, si seguimos en el intento de aprender se sigue amando.

Quien tiene claro el porqué puede soportar cualquier cómo y sostenerle la mirada al mundo

Hay personas que sabes que están, que han llegado a tu vida para quedarse. Todos tenemos alguna. Con un poco de suerte algunas, en plural. Si volvemos la mirada atrás, muestran la vereda transitada y dicen mucho de quién somos. Son parte de nuestro rastro vital y ningún pájaro se puede comer las migas de pan que marcan el camino de vuelta para deshacerlo: la raíz llega al centro de la Tierra. Jules Verne ya lo sabía.

Saber que sales cada día, como sale el sol, eso sí que es luz. Y saber que estarás siempre, incluso cuando ya te hayas apagado, como continuaría calentándonos durante millones de años la claridad del astro, suponiendo que se muriera hoy. No se me ocurre mejor forma de amor que la lealtad. Saber que alguien te quiere lo suficiente como para no fallarte nunca. Saber que tú amas lo suficiente a alguien como para estar siempre. No importa el tiempo que hace que no os veáis ni cuánto hace que os conocéis. Tanto da la relación que ahora tenéis o la que tendréis. Este tipo de respeto y compromiso con la otra persona es indeleble. Saberla. Saberos. La paz también debe de ser eso y no sólo la ausencia de guerra.