El Corpus Christi se celebra en la Garriga desde principios del siglo XIV. Hace doscientos años, ininterrumpidamente. Por todo el país, pero, cuando se habla de Corpus, inevitablemente, se acaba hablando de la Patum. Es lógico. La Patum es un estallido de tradición viva y es un escaparate de imágenes que salpican el interior a cualquiera que tenga un poco de sensibilidad por la cultura popular del país. Roger Mas es el hombre de todos los que tenemos esta sensibilidad y de los que no la tienen, pero se dejan despertársela desde la música. En Les cancçons telúriques, un disco que mezcla Verdaguer y música popular, nuestro solsonense preferido tiene una versión del "Ball de l'Àliga de la Patum" de Berga. También tiene el "Ball dels Gegants" de Solsona y els "Goigs a la Mare de Déu del Claustre".

Roger Mas recoge la vida de las plazas y la narra para acariciar la parte de nuestro sustrato cultural que nos dice que somos de un lugar y de un momento

En cualquier otro contexto, hablar de tradición —que es el esqueleto de la cultura popular— podría ir acompañado de olor de rancio, de antagonismos al progreso o de elogios a la rigidez. Pero Roger Mas recoge la vida de las plazas y la narra para acariciar la parte de nuestro sustrato cultural que nos dice que somos de un lugar y de un momento, que hay un hilo que une las generaciones que nos han precedido con la nuestra. Que más que explicarnos cómo tenemos que ser, resuena dentro nuestro, porque nos explica cómo somos. La gracia de este retumbo, de estas fuerzas telúricas, es que se enredan en una dimensión colectiva y tienen un sustrato común: la catalanidad. No solo enlazan las generaciones entre ellas y a nosotros mismos con la historia, también enlazan el país de punta a punta. Lo que hace que a mí, que soy de la Garriga, me emocione el "Ball de l'Àliga" de la Patum, incluso cuándo lo escucho esquivando turistas por las Ramblas, lo que hace que el "Ball dels Gegants" de Solsona me haga dar saltitos por el paseo de Gracia, es que me los siento míos. Roger Mas amplía la base recordándonos que hay una. Elevar la cultura popular como lo hace él —o presuponer que ya es elevada y puede alimentar el proceso artístico como cualquier otra cosa— es estirar los nervios subterráneos del país para replegarlo sobre él mismo. La tradición detrás de eso está viva porque, en este caso, me aterriza en una conciencia nacional. Está viva porque yo también lo estoy.

La cultura popular echa raíces en la tradición y una parte importante de esta tradición, todavía hoy, se explica por un trozo de pan consagrado, el de la Eucaristía

La cultura popular echa raíces en la tradición y una parte importante de esta tradición, todavía hoy, se explica por un trozo de pan. Un trozo de pan consagrado, el de la Eucaristía. El calendario que marca las celebraciones en que este cuerpo expresivo de la cultura compartida hace acto de presencia, es religioso. La cultura popular catalana está impregnada de catolicismo, igual que los símbolos locales y nacionales. Que Roger Mas haga unos "Goigs a la Mare de Déu del Claustre" o que agnósticos y ateos veneren desde un lugar propio a la Moreneta o que en muchas casas donde no se cree Dios se monte el belén por Navidad se explica porque el hecho cultural ha trascendido su religiosidad. Trascenderla, sin embargo, no significa negarla. Al final, la Virgen del Claustro es una Virgen y, a pesar de las danzas populares, los séquitos festivos y las alfombras de claveles hechas con una ilusión que empapa los adoquines, al final del domingo de Corpus sale el cuerpo de Cristo a la calle.

A veces se plantea la tradición desde una perspectiva en que, para hacerla más inclusiva, hace falta aniquilar todo aquello que huela a Jesús y privarla de su sentido

En la Garriga disimulamos cuando alguien dice que Sant Jordi es el mejor día del año. Corpus Christi es la fecha que cualquier guarriguense marca en la agenda al inicio de curso para asegurarse de que podrá estar colocando claveles la villa con sus amigos, hijos y vecinos. En muchos pueblos del país, el día de Corpus es una alfombra solitaria delante de la iglesia. En la Garriga son tres mil metros de calle adornados. Estamos todos y eso hace que cada año la cosa coja más empuje: las calles están llenas y la iglesia, también. Corpus es el ejemplo de una fiesta que, conservando su esencia religiosa, se ha recreado en su vertiente cultural para reafirmarse y para hacer que aquello nuevo —la integración de danzas tradicionales y de un pasacalle de gigantes y capgrossos dentro de la procesión religiosa— haga lucir lo viejo. He visto refugiadas ucranianas aprendiendo a bailar sardanas y he visto mujeres con hiyab ensartando claveles al lado de mis profesoras de parvulario. A veces se plantea la tradición desde una perspectiva en qué, para hacerla más inclusiva, hace falta aniquilar todo aquello que huela a Jesús de Nazaret y privarla de su sentido, cuando a veces es tan sencillo como encajar elementos que, desde la dimensión colectiva, interesen a una audiencia nueva sin negar su esencia.

Hace falta orgullo y hay que ser un poco agradecido con el legado, con todo lo que te hace de un lugar y de un momento, para que pueda hacer lo mismo con los que tengan que venir

En el caso de la Garriga, la tradición hace de bisagra entre fe y cultura popular. En el caso de Roger Mas, la cultura popular y la tradición hacen de bisagra entre localismo y nación, y eso es lo que aleja estas ideas de estar muertas, estáticas, rígidas: entenderlas como elementos que nos explican nuestra herencia cultural —territorial, religiosa, danzante, musical— de una manera pública que nos conecta sin encadenarnos, de una manera que, llegado el momento, no nos hará sentir que traspasamos a los hijos un peso muerto. Sería injusto acabar esta columna sin decir que para hacer eso hace falta un poco de orgullo, que la cultura popular del país, todavía hoy, trabaja bajo el yugo del sentimiento de inferioridad por ser una nación minorizada, y que todavía ahora hay quien ve una gralla y un capgrós en la calle y pasa vergüenza. Hay quien te ve con las alpargatas catalanas y piensa que solo quieres hacerte notar. Hace falta orgullo y hay que ser un poco agradecido con el legado, con todo lo que te hace de un lugar y de un momento, para que pueda hacer lo mismo con los que tengan que venir.