Primero, a pesar de todo, felicitar a los setenta y siete valientes que han sido escogidos como miembros electos del secretariado nacional de la ANC. Suerte, aciertos y algunas recomendaciones. La primera: sed empáticos y no permitáis que se discrimine a nadie por sus ideas, forma de pensar o militancia. Tenéis una oportunidad, quizás la última, de encarrilar una ANC cada día más instrumentalizada por una formación política muy concreta; una ANC en la que la esencia incluya la pluralidad, la cohesión y la transversalidad, imprescindibles para volver a reconectar con una mayoría de la sociedad catalana.

Trabajad para recuperar aquella ANC que tanto añoramos, la de Carme Forcadell, la que ilusionaba, la que no discriminaba a nadie por sus ideas o pensamiento político y que lo hacía con el único objetivo de sumar, ser más y hacer poner las urnas.

La palabra unidad se ha convertido en un arma arrojadiza, una especie de garrote en manos de los más partidistas para arremeter contra toda estrategia que no sea electoralista

La ANC pierde terreno y peso cada día, camino a la residualidad, por una deriva partidista y por una radicalización estéril. Necesitamos volver a una ANC capaz de crear un relato y un liderazgo inclusivos, próxima a la realidad del país y a la ciudadanía y que sea capaz de tener incidencia en la agenda política y en la unidad estratégica del independentismo. No huir hacia adelante como nos querrá empujar —en caso de llegar— la delegada de Joan Canadell.

Y lo más importante, id con cuidado con aquellos que más pronuncian la palabra unidad, pues son los que más trabajan en su contra. Os lo digo por experiencia. La palabra unidad se ha convertido en un arma arrojadiza, una especie de garrote en manos de los más partidistas para arremeter contra toda estrategia que no sea electoralista.

La ANC no puede seguir siendo una correa de transmisión de Junts per Catalunya o de Primàries. Es inadmisible. Nos hace pequeños, nos hace sectarios, nos hace partidistas. Es la praxis de aquellos que quieren una ANC desdibujada y excluyente. La ANC no puede seguir promocionando personajes que sólo destacan por su crispación en las redes, por sus insultos y que antaño eran entusiastas defensores del felipismo, del PSOE, de la corrupción y de los GAL.

Necesitamos, precisamente, todo lo contrario. Aislar a este tipo de gente sin escrúpulos que por grandes argumentos tienen el insulto y la descalificación sistemáticas, este es su modus operandi. Y no puede ser. Sólo nos traerá problemas y acentuará el extremismo y la gesticulación, y convertirá a la ANC en un terreno de disputa entre los herederos de dos sensibilidades que compiten en gesticulación, virulencia y purismo: los de Reagrupament de Carretero (formación que se integró en CDC) y la extinta Solidaritat de López Tena. Vamos por aquí y todo amenaza con ir de mal en peor.

Es cierto que, hasta mañana jueves, no se sabrán los resultados definitivos. Ahora bien, todo hace pensar que nada cambiará si no es a peor. Estas elecciones en el secretariado han sido una verdadera caza de brujas. Y lo digo consternado. Es del todo incomprensible que se informe tarde y mal del acoso perpetrado por grupos de socios que militan en una formación política que, enarbolando la lucha contra el partidismo, han hecho de la caza y captura contra los militantes republicanos su fobia y razón de ser. Es penoso, es propio de gente que ha perdido el norte. Es la fe de los conversos. Y que la respuesta de la Junta Electoral llegue once días después y con las elecciones ya finalizadas es excepcional.

Ya me pareció extraño que no aceptaran la candidatura de Elisenda Romeu, quien había sido presidenta de la comisión de movilidad de la ANC y había capitaneado las movilizaciones más importantes de este país. Excluida por presentar la candidatura "fuera de plazo". De nada sirvieron sus alegaciones por un problema de conexión en la red. Pero lo que todavía es más flagrante es el caso del Eduard Cabús, excluido tres horas antes del inicio de las votaciones y en pleno debate electoral con los socios. Se le acusa de hacer campaña electoral porque en una respuesta de un tuit que hizo con otro candidato le dicen que no le podía responder, que eso es hacer campaña. En cambio, hemos visto como, con toda la desvergüenza, el reagrupado Canadell —un hombre completamente identificado con una fuerza política nacionalista y visceralmente contrario a una republicana— ha hecho campaña en abierto por Montse Soler, su tapadera, su candidata, aprovechando su notoriedad mediática. En nada ha quedado a la vista de la junta los retuits de la misma Soler en las redes haciendo promoción de su candidatura. Cuando se confunde el concepto de información con el de publicidad, la imparcialidad es accesoria.

Podemos ir de mal en peor. Canadell, hombre que confiesa sus aspiraciones políticas de la mano de Junts (siempre acabamos en el mismo punto), ejercería el liderazgo de la ANC por control remoto, degradando todavía más la entidad.

En nada han quedado las alegaciones de Eduard Cabús, así como la impugnación presentada por él mismo contra la candidatura de Soler por los hechos expuestos, una hora antes del inicio de las votaciones. Sin embargo, la junta electoral ha hecho caso omiso y no le responde hasta trece horas después, ya con las votaciones en marcha. La burrada llega cuando se rechaza la impugnación de la candidatura de la pupila de Joan Canadell, aduciendo que la impugnación se había presentado en el momento en que ya estaban las votaciones en marcha —hecho totalmente falso— y que no se podían conculcar los derechos de los electores eliminando su candidatura.

Agradezco el gesto de la presidenta Elisenda Paluzie, ni que sea con retraso, reclamando ajustar la normativa por la cual se ha excluido a candidatos. Necesitamos más hechos y menos palabras y que eso nunca más se vuelva a repetir.

Hay que volver a construir una ANC fuerte, inclusiva, transversal, movilizadora y musculosa. Y que al mismo tiempo ayude a construir una mayoría social homogénea e imbatible, sin la cual nada será posible.

Res non verba, ANC.