Hoy empieza el periodo de votaciones para escoger el nuevo secretariado nacional de la ANC. Yo no podré participar, me han excluido. Hace días que estaba en marcha una campaña para echarme. Soy militante independentista, republicano, y hoy esta condición es perseguida en nuestra querida entidad; perseguida por un grupo que, enarbolando la lucha contra el partidismo, ha hecho de la caza y captura contra los militantes republicanos su fobia y razón de ser. Y curiosamente, o no, este grupo está directamente vinculado a una fuerza política concreta y es su correa de transmisión. A menudo uno mismo no se ve la joroba, ni se la quiere ver. No hace falta decir cuál es esta formación política que en un tiempo récord ha mutado de siglas repetidamente, huyendo de la corrupción. Todos lo sabemos. No es nuevo. Con la marcha de Carme Forcadell asaltaron la presidencia de la entidad y desde entonces no se ha dejado de acentuar el sesgo.

Señalar y perseguir por la forma de pensar, por las ideas o la militancia fue habitual en la historia negra más reciente de este país. En casa lo conocemos de cerca, no sólo con la pérdida del bisabuelo que luchó hasta el final en el Ebro en defensa de la democracia, la República y Catalunya, sino también con posterioridad durante la posguerra y el franquismo. Dicen querer "salvar la ANC", ¡qué farsa, qué hipocresía! Mercenarios que sólo la quieren purgar y liquidar a todos a los desafectos al partido más mutante de la historia del país. No me olvido del afán de protagonismo de aquellos que en algún momento tuvieron capacidad de formar parte y decidir el futuro de la entidad y que ahora están hambrientos de espacio y notoriedad. En la vida tienes que saber estar y salir cuando toca, porque en caso contrario, la demagogia y el caciquismo te convierten en un pobre de espíritu.

Estos años, en el secretariado de la ANC, he probado cómo se las gastan los de la 'unidad' y he sufrido su sectarismo. Los que más pronuncian la palabra 'unidad' son los que más trabajan en su contra, la destrozan en ausencia de ningún proyecto político y estrategia plausible. Viven odiando más a los republicanos que al estado represor. Viven para mantener la hegemonía y el control de las entidades e instituciones. Tirando de gesticulación y humo, señalan y persiguen indiscriminadamente a todo aquel que huele a republicanismo. Viejas praxis que recuerdan la naftalina. Sólo hay que hacer un repaso a las redes sociales para ver hasta qué punto hay una corriente que vive en la crispación, la intoxicación, el insulto y la descalificación permanente. Y a alguno de estos, auténtico talibán de la red, la ANC lo ha promocionado, a él (espécimen converso al independentismo) y a sus insultos, funesto personaje que después (premiado por su agresividad al límite de la demencia) fue a las listas de un partido muy concreto. Qué triste que la ANC promocione a exaltados que, entre otros, han hecho del insulto directo al preso con más años de condena su seña de identidad. De acólito del PSOE de los GAL a oráculo del independentismo. ¡Qué triste, presidenta!

El futuro de la ANC es clave para el país. Hagamos que sea plural, democrática, transversal, cohesionadora, representativa y la pizca de esperanza que nos vuelva a conectar con un amplio espacio que anhela la libertad y la emancipación nacional

No les esconderé la profunda tristeza que me genera ser vetado para ser votado, ipso facto. Han ido contra mí, sin manías, y no han parado hasta que me han impedido la condición de elegible. Es la praxis de aquellos que quieren una ANC pequeña, desdibujada y excluyente. Pocos y puros, gregarios, que han hecho de la confrontación cainita (la única que plantean) la única razón de ser.

De nosotros depende hacer una ANC fuerte, inclusiva, transversal, movilizadora y musculosa, que haga posible el desbordamiento democrático de las calles y plazas de todo el país; a partir de la acumulación de fuerzas que nos haga imparables y que haga irreversible la independencia. Aquella ANC tan añorada de Carme Forcadell, que ilusionaba, que no discriminaba a nadie por sus ideas o pensamiento político y con el único objetivo de sumar, ser más y hacer poner las urnas —decisión que la sentenció a ojos del partido del régimen. Aquella ANC que sabía presionar los partidos cuando tocaba, que no se confundía de enemigo, que respetaba la pluralidad y también sabía coser y tejer sensibilidades entre los actores y los agentes sociales del país para hacer del movimiento independentista la casa de todos. Cuánto añoro aquella ANC, la que sabía leer y ayudar a una sociedad a que entienda que estamos aquí hacer un país mejor, más justo y limpio de corruptos que arrastran la estelada por el barro.

Hay que mirar adelante y no repetir errores del pasado, como pedir claramente el voto para una formación política (diciembre del 2017) o recientemente financiando Primàries. O superar la incapacidad de tejer relaciones de confianza para establecer vías de diálogo con los partidos (no sólo con alguno) y entidades y no caer en la incoherencia de pedir la unilateralidad a otros cuando en casa el único gesto unilateral que has hecho es pedir el voto por un partido o financiar otro.

Ejercer un nuevo liderazgo que incluya enfrentarse a las revueltas internas, que cohesione, que defienda a los compañeros cuando son víctimas de linchamientos por parte de partidos o algún responsable institucional que se ha distinguido por crear el disenso (desde Lledoners hasta nuestra misma entidad que ha chapuceado a conveniencia). Una ANC que genere consensos y cohesión en el seno de la propia entidad, que sea capaz de crear un relato y un liderazgo inclusivo, próximo a la realidad del país y a la ciudadanía, y que sea capaz de tener incidencia a la agenda política y a la unidad estratégica del independentismo.

El futuro de la ANC es clave para el país. Hagamos que sea plural, democrática, transversal, cohesionadora, representativa y la pizca de esperanza que nos vuelva a conectar con un amplio espacio que anhela la libertad y la emancipación nacional. Yo lo seguiré intentando, ahora desde la base. Un abrazo a toda la buena gente.

¡Viva la democracia, viva el pueblo soberano, viva la República Catalana!