El tejemaneje de la justicia española no tiene límites. La justicia en el estado español se ha convertido en el juego de cartas retrógrado de ludópatas casposos con toga y demasiado dispuestos a juzgar y sentenciar, como el crupier que reparte juego en el casino del Supremo. En la espalda llevan la mochila cargada de leyes y preceptos preconstitucionales que hacen muy pesado el camino y llagan el lomo de los justicieros de la balanza.

No creo que queden expresiones para definir al cártel político en que se ha convertido el sistema judicial de este país, del cual, todavía hay constitucionalistas empachados de abnegación democrática que defienden su imparcialidad y el garante del estado de derecho.

Sólo hace un mes del Pedro Sánchez enfadado, que rompía relaciones con el líder popular, Pablo Casado, después de que este lo acusara de cómplice de los golpistas catalanes. No había marcha atrás. Si Casado no retiraba estas acusaciones, las relaciones entre populares y socialistas (Dios mío, ¿qué se ha hecho de los socialistas?) quedaban rotas. Y así fue.

Pero qué poco ha durado la rabieta cuando está en juego la inviolabilidad de la preciada unidad nacional. Tal como dijo Carlos Lesmes, el todavía presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo (TS), al inicio del curso judicial: "Por encima del estado de derecho está la unidad de España". Y Pedro Sánchez, como buen jugador de la botifarra (juego de cartas muy popular en Catalunya, en el norte del País Valencià y en las islas Pitiüses), iba de farol. En la segunda mano, Casado, su pareja de juego, le marcó el trumfo (el palo de la baraja que da salida a la partida de la botifarra) y Sánchez siguió jugando la partida. En esta mano se juegan mucho más que los 72 puntos (los puntos en juego en cada mano).

Ante el nuevo descrédito, desprestigio y ridículo judicial que ha supuesto la sentencia del TS sobre el impuesto hipotecario, la partida de cartas se tenía que jugar rápido. El 4 de diciembre finaliza el mandato de la actual cúpula judicial española. Y era tal la urgencia que no podían esperar más y, durante el fin de semana, se jugó la gran partida de la dupla Casado/Sánchez. ¡Jugada maestra! En juego, la elección del nuevo presidente del CGPJ.

Cuando la justicia se convierte en un juego de cartas, la baraja está marcada y quien la corta tiene las raíces ligadas al pasado más oscuro de este país, la partida está más que perdida 

Y es que tal es la barbarie vergonzosa que ya ni se esconden. Muestran las cartas, a ambos lados, sin peligro de perder la partida. Todo es tan fácil cuando las cartas están marcadas y el resto de jugadores tienen las manos atadas a la silla. ¡Cuento, recuento y botifarra!

La ley orgánica del Poder Judicial regula el proceso para escoger al nuevo presidente del GGPJ. Otorga esta decisión a los 20 vocales escogidos por el Congreso y el Senado. 12 corresponden al turno judicial y 8 más son juristas de reconocida competencia. Los 20 + 1 (el voto doble del propio presidente del CGPJ en caso de empate) tienen que sumar la mayoría de tres quintas partes para escogerlo.

Pero como en este país las leyes y las normas se las pasan por donde ya se sabe, la pareja de moda del juego del constitucionalismo rancio han decidido que van directamente, que eso de esperar y hacer cumplir la ley ya no está de moda. Manuel Marchena, el actual presidente de la sala de lo penal del Tribunal Supremo, es el escogido. Hombre de confianza del Partido Popular y el ideólogo de la causa sumarísima contra el independentismo. El mismo que se puso la camisa de banquero para solucionar el conflicto sobre el impuesto hipotecario, ahora será el nuevo mandamás de la justicia española. Toga nueva, puños blanco nuclear, collar brillante, masa afilada y ¡patapam! ¡Caso cerrado!

A cambio de que el conservador Marchena sea el nuevo presidente (no porque tenga ninguna conservera, sino porque como dijo Cayo Lara, el ex-coordinador federal de Izquierda Unida: "eres más de derechas que el carro del pan"), los sanchistas se han asegurado 11 de las 21 vocalías, teóricamente más progresistas. El resto van a sueldo de los populares, con permiso del líder de Podemos, Pablo Iglesias, que parece que también se ha sumado a la partida. Quien no se ha sumado y se ha mostrado muy enfadado, a pesar de tener las cartas marcadas y estar acostumbrado a jugar de farol, es Albert Rivera, el líder de Ciudadanos. Rivera dice que él quiere jugar con la baraja española al mus (juego de cartas de tradición española), que jugar a la botifarra es de catalanitos y él ya no lo es. Típica expresión de aquel que hace trampas al solitario y que supura ultranacionalismo soporífero de bandera.

¡Y colorín, colorado, que ya tenemos al nuevo presidente y Lesmes ya se ha acabado! Carlos Lesmes, el actual presidente de la corporación judicial del Juego y Espectáculos de la Justicia del Estado, ya lo espera la puerta de la jubilación dorada. Con toda seguridad, Lesmes caerá en algún casino giratorio de buen bolsillo, de ostras frescas y de pocas decisiones. El precio para defender la patria es este.

Pocos argumentos les quedan a los demócratas de este país ante la obviedad de las corruptelas judiciales

Pero también hay que nombrar a un nuevo cargo para ocupar el agujero que dejará Marchena en la sala de lo penal del Supremo y el escogido es el magistrado Andrés Martínez Arrieta. Quien por el nombre podría ser un campeón de pelota vasca o el lateral defensivo de un equipo de fútbol de guillotina fácil, es el escogido para defender el sainete judicial y presidir el juicio oral contra la cúpula del independentismo. ¡Patapam! Su carrera judicial ya prometía, ya que fue el juez más joven en entrar en el Tribunal Supremo y además también suma varias barbaridades penales: formó parte del tribunal que condenó al juez Baltasar Garzón por las escuchas de la Gürtel y fue el ponente de la sentencia del caso Bateragune, el caso de que ahora el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha sentenciado que Arnaldo Otegi y los cuatro dirigentes no tuvieron un juicio justo. Algunos lo consideran moderado progresista, pero mientras corren las horas y el péndulo va girando, ya ha perdido lo de moderado y parece que también caerá lo de progresista. Sólo un detalle, actualmente es el magistrado competente para conocer las actividades del Centro Nacional de Inteligencia (CNI).

Pocos argumentos les quedan a los demócratas de este país ante la obviedad de las corruptelas judiciales. ¿Tal vez debe ser mucho pedir que la elección del presidente del CGPJ se haga igual que en los países modernos y democráticos, por promoción por méritos profesionales? Prefieren dar este encargo a los políticos. El poder ejecutivo escoge a los líderes del poder judicial. ¡Y olé! Y seguro que alguien todavía dirá que existe la separación de poderes en este país. ¡Está claro! ¡Por Dios, pensar estas cosas! ¡Que baje nuestro señor y lo vea!

Por lo tanto, queda claro quién dictará la sentencia del juicio contra los líderes independentistas catalanes. Mejor dicho quién la escribirá, porque la sentencia ya hace tiempo que está redactada y envuelta para que llegue como regalo de Reyes.

Y así es señoras y señores. Cuando la justicia se convierte en un juego de cartas, la baraja está marcada y quien la corta tiene las raíces ligadas al pasado más oscuro de este país, ya puedes tener la manilla, el as, el rey, el caballo o la sota de copas, que la partida está más que perdida y te han robado el dinero antes de empezar.

Ahora bien, sólo depende de nosotros asaltar el casino y hacerlo con fineza. Los George Clooney y Brad Pitt los tenemos nosotros. Y como la película Ocean's Eleven, la partida final la ganaremos nosotros. Sólo hace falta que sepamos jugar bien las cartas, sin faroles. Aparejarnos y tejiendo la estrategia. Y lo haremos sin romper ni un plato, ni un vaso, como siempre hemos hecho. Ya hace tiempo que por todo el mundo también se juega la botifarra y ya no hay que enseñarles las cartas. Ganamos la partida y después podremos decir a los tramposos grises de este estado español: ¡botifarra!