La comparecencia de ayer del president Torra lo deja muy claro: legislatura liquidada y elecciones a la vista. Creo que no sería ninguna sorpresa si no fuera porque antes de ir a elecciones Torra ha dicho que es condición sine qua non que se aprueben los presupuestos de la Generalitat. Y que se sentará en la mesa de diálogo. Hay que decir que ayer tan reprobada y ahora hacen cola para sentarse en ella, aunque al mismo tiempo la menosprecian. Pero, hasta aquí, hay que felicitar al president Torra.

Ahora bien, la confusión de principios de semana en el Parlament, aparte de lamentable, evidencia la profunda hipocresía y la divergencia entre lo que se hace y lo que se dice. La beligerancia para exigir hacer lo que tú te has negado a hacer, lo que no has osado hacer, precisamente por no querer desobedecer, tira de espaldas. Necesitamos sinceridad y honestidad y no está por ningún lado. Porque la verdad es que se acató tarde y se retiró la pancarta, tal como pedía la Junta Electoral Central (JEC). Convertir el balcón de la Generalitat en una performance, a falta de proyecto político, apelar a los gestos y a las emociones, es la única vía que toma carta de naturaleza. Todo por una pancarta que al final fue retirada.

La pelota la chutaron al tejado del presidente Torrent. Estamos aquí, precisamente, por acatar, por no querer desobedecer. Lo mismo pasó con el acatamiento del artículo 155 cuando se sustituyeron los consellers del Govern. O cuando se suspendió la DUI después de un par de segundos. O cuando, después de 10 minutos, la estanquera volvió a lo más alto del Palau de la Generalitat.

O desobedecemos todos o nadie. Pero no con el objetivo de desgastar al socio y hablar "de héroes y traidores". Penoso. No para montar una escenificación vergonzosa que daña a todo el mundo. ¿Con qué legitimidad y ejemplaridad se pide al presidente del Parlament que se sacrifique? Es de un absurdo que tumba, pura gesticulación simbólica, estéril y mezquinamente partidista. Además que ponía en riesgo los presupuestos que ERC, comunes y JuntsxCat han acordado y que son absolutamente necesarios para el país.

El mejor valor que tiene el independentismo para incrementar su apoyo social es gobernar, gobernar bien, con eficacia, solvencia y con el ciudadano y sus problemas en el centro

Catalunya tiene que dar la imagen que se gobierna con solvencia. Y el independentismo, que es un movimiento serio, no uno que cuelga y descuelga banderas y pancartas a la velocidad de la luz. Catalunya necesita los presupuestos más sociales después de tres años con prórrogas. El país lo necesita y eso también es el republicanismo: los derechos y los problemas de la gente.

El Centro de Estudios de Opinión (CEO) constata que más de un 60% de los catalanes piensa que el Govern no sabe cómo resolver los problemas del país. Algunos pensarán que sólo se trata de una encuesta más, pues a mí me parece muy preocupante. El mejor valor que tiene el independentismo para incrementar su apoyo social es gobernar, gobernar bien, con eficacia, solvencia y con el ciudadano y sus problemas en el centro.

Buena parte del país está harto de gesticulaciones y discurso mágico. Y no se puede seguir tomando el pelo a la gente. La gente está cansada de medias verdades para disimular lo imposible, reconocer que no hay estrategia compartida para llegar a la cima, pero, sobre todo, la gente está cansada de disputas estériles. Basta de generar frustración. Y basta de partidismo descarnado.

Muchos pensamos que el Molt Honorable President no tendría que ser apartado de diputado por orden de un órgano administrativo. Es un ataque contra la soberanía parlamentaria. La resolución de la JEC y del Tribunal Supremo es una nueva intromisión. Y hay que defender al president y las instituciones. Cierto. Pero empieza por no tirarlas por la borda. No se puede aceptar que se tumbe al president de la Generalitat de Catalunya de manera ilegal, evidentemente que no. La causa general contra el independentismo no se detiene y tampoco las arbitrariedades contra las instituciones catalanas.

Pero también está claro que nos encontramos en este callejón sin salida precisamente por acatar, por obedecer, por sacar "la pancarta" y después volver a reponerla diligentemente. ¿O no fue así? ¿O es que eso también lo queremos obviar? Ahora, proseguir con esta confusión sólo lo habría dejado a merced del TC.

Y todavía con más motivo sabiendo que el TC ha ordenado a la Fiscalía investigar por desobediencia al presidente Torrent, el vicepresidente primero y el secretario primero de la Mesa por tramitar propuestas de resolución sobre la autodeterminación y la reprobación de la monarquía.

Es momento de estar a la altura, de no actuar en caliente y, sobre todo, de ser consecuentes. Y, al mismo tiempo, de pensar en el país. Basta de huidas hacia adelante. Responsabilidad ante todo. Es por eso que la gente también te vota. La rabieta y el infantilismo en política se tienen que dejar en casa. El cainismo para ganar terreno en el control de la hegemonía no puede ir acompañado de llamamientos a la concordia y la unidad. Porque no es creíble. Solucionar los problemas de los ciudadanos también forma parte de su obligación.

Por suerte, el mal sabor de boca generado por la confusión parlamentaria quedó inmediatamente olvidado por la atronadora dignidad con la entrada de los presos políticos en la comisión del 155.

Reflexiones que no nos tendrían que dejar indiferentes y que nos recuerdan que el espíritu de la lealtad es el que tiene que evitar las peleas y las batallas por el postureo. Palabras que nos tendríamos que grabar a fuego: "Hablar con todo el mundo, incluso con aquellos que han aplaudido que estemos en la prisión". No tenemos miedo. La prisión es parte del camino hacia la libertad. Volveremos a hacer un referéndum".

Las palabras de Oriol Junqueras nos recordaron que lo que tenemos encima de la mesa es lo que nos tendría que preocupar: "La bandera del diálogo es la mejor de las banderas para hacer la República". La mesa de diálogo es un paso adelante, incierto, pero es la primera vez que se reconoce la existencia de un conflicto político. La bandera del diálogo es la mejor de las banderas para hacer realidad la República.

Diálogo y presupuestos y el país y su gente por delante de todo.