Estamos de enhorabuena. Ya puede explotar la tasa de contagios, ya se pueden colapsar los centros de atención primaria, ya volvemos a estresar las UCI, que ahora todo es responsabilidad del común de los mortales.

Los gafes del Apocalipsis, con bata o sin, tienen ahora una actitud tan serena que contrasta vivamente con la que tenían hace sólo unos meses. Donde antes todo era un caos, ahora todo son arcoíris. Los mismos que exigían cerrar las escuelas, que se prodigaban ante todos los micros, que pedían cabezas a diestro y siniestro, que exigían responsabilidades, ahora mantienen una actitud tan mansa que parecen gatos panza arriba.

La instrumentalización partidista de la pandemia tomó carta de naturaleza por boca de algunos personajes ávidos de protagonismo. Nuestros mediáticos expertos no dudaban en pontificar desde todas las atalayas mientras tuiteaban compulsivamente y convertían la lucha contra la pandemia en un arma política arrojadiza que tenía como principal destinataria a la consellera de Salut, Alba Vergés, y a toda el ala izquierda del Govern. Sólo hay que observar que la única conselleria con la que se especuló y se dieron nombres durante la campaña electoral fue precisamente la de Salut. Es un hecho insólito, porque no ha pasado en los comicios madrileños a pesar del ruido. Bueno, allí se especulaba con el nombre de Toni Cantó, que al final ha acabado al frente de una oficina de protección del español en Madrid.

Menos jinetes de sesgo vergonzosamente interesado y más rigor y profesionalidad con la gestión y el esfuerzo de todos los que se dejan la piel cada día para hacer frente a la pandemia

El esperpento llegó a tal extremo que los mismos que exigían cerrar escuelas aplaudían a los que protestaban por el cierre de la restauración. Con la mano izquierda exigían proteger a los niños y con la derecha animaban el legítimo cabreo de la restauración. Todo al mismo tiempo, sin contradicción de ningún tipo.

El uso de los muertos, de la pandemia y del desconcierto económico y social con finalidades electorales ha tenido como protagonistas un selecto grupo de profesionales de la política y de la medicina, un uso lamentable combinado con un afán de protagonismo patológico.

Ni antes se hacía tan mal ―cuando la mortalidad hacía estragos― ni ahora todo se hace tan bien ―cuando Catalunya lidera la cifra de contagios en todo el continente―. Ni al revés. La diferencia es que antes se hizo política y ahora no. Una buena noticia, todo sea dicho de paso, y para vergüenza de los que protagonizaron la faceta más reprobable de todas. El ocaso de los jinetes del Apocalipsis es proporcional al cambio de tornas y responsabilidades.

Menos jinetes de sesgo vergonzosamente interesado y más rigor y profesionalidad con la gestión y el esfuerzo de todos los que se dejan la piel cada día para hacer frente a la pandemia. El silencio de los que ahora callan (o vuelven a desviar el foco hacia la parte que les interesa) ante la preocupante situación epidemiológica que vive el país es proporcional a la indecencia de sus comentarios de ahora hace sólo unos meses.