Esta mañana veremos sentado en el Tribunal Supremo a Josep Lluís Trapero, el major del Cuerpo de Mossos d'Esquadra. No sé si declarará o no, pero su mera presencia hará realidad el sueño húmedo de la caspa franquista española. El uso del poder judicial para engordar el escarnio y el castigo sobre un excelente profesional, en el punto de mira desde el 17 de agosto del 2017 ―puede que desde mucho antes― al poner de manifiesto la chapucera incompetencia del estado español, deslumbrada por la actuación de la Policía de la Generalitat ―Mossos d'Esquadra― a ojos del mundo. Hoy se juzga al Cuerpo de Mossos d'Esquadra y su profesionalidad.

Las declaraciones de Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, José Antonio Nieto, Enric Millo y la del coronel Diego Pérez de los Cobos han sido preparadas a conciencia, siguiendo punto por punto el manual de la fiscalía: negación de las cargas policiales, uso adecuado y proporcional de la fuerza, actuación ejemplar de la policía española, preservación de la convivencia ciudadana por delante de la eficacia, acusaciones de "ciudadanos violentos" con el arma de destrucción masiva del Fairy, uso de artes marciales para golpear nucas y auténticas murallas formadas por miles de personas virulentas y organizadas en grupos jerarquizados con el objetivo premeditado de ejercer resistencia activa y enfrentarse a la policía. Todo eso declarado bajo la orden judicial de "juro o prometo".

La Fiscalía del Estado actúa como la escolanía judicial que entrena y prepara a testigos con un guion para intentar demostrar lo imposible: acreditar el alzamiento tumultuoso, violento y público con el uso de armas con la finalidad de obtener la independencia de Catalunya. Y la única forma de conseguirlo es mediante el engaño. El falso testimonio es un delito que Marchena ha olvidado ―cuando quiere―. Mentir como único elemento para demostrar la criminalización del Cuerpo de Mossos d'Esquadra, con la soga en el cuello de su máximo representante. La silueta del major Trapero siempre ha estado en el centro de la diana, antes en el Ministerio del Interior y ahora en la sala del Tribunal Supremo.

La manipulación de la actuación de los Mossos d'Esquadra es la única tesis que le sirve al Estado. El intento de demostrar lo que nunca existió, la complicidad de los Mossos con los líderes independentistas. Los cooperadores necesarios para dar cumplimiento a las directrices políticas independentistas. Utilizar a los Mossos como el precepto legal para acreditar la rebelión y el alzamiento armado que lo justifique. Los Mossos como los cómplices del independentismo.

La policía española fue quien desobedeció la autoridad judicial. Y este es el motivo de la insuficiencia del operativo policial del 1-O

Con las declaraciones de Manel Castellví y Emili Quevedo, comisarios de los Mossos d'Esquadra, quedó demostrada la profesionalidad de este cuerpo policial. Nos guste o no, el principio de independencia en las actuaciones reside en el seno de la policía catalana, es el alma máter que garantiza su prestigio, profesionalidad y los valores de un cuerpo policial moderno y democrático.

Los Mossos ejecutaron la orden de la magistrada Mercedes de Armas del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya: "impedir el referéndum ilegal... sin alterar la convivencia ciudadana". Y es más, los Mossos en ningún momento sucumbieron a ninguna orden política y diseñaron un dispositivo de seguridad de acuerdo con sus principios de actuación.

Un operativo sin precedentes con 7.800 agentes destinados, casi tres veces más de lo habitual en unos comicios electorales. Y pues, si los Mossos cumplieron la orden de la magistrada, ¿cuál fue el error? La premeditación del Estado y la contraplanificación de la actuación de los Mossos con un "plan b" ideado a sus espaldas, con el objetivo de dejarlos en evidencia.

¿Cuál era el bien jurídico a proteger durante la jornada del 1 de octubre, por encima de prohibir el referéndum? La "convivencia ciudadana". Era el condicional que imperaba sobre toda la orden judicial de la magistrada De Armas. No lo entendió así el coordinador del operativo, el general Diego Pérez de los Cobos, quien entró en contradicción negando lo que había dicho durante la fase de instrucción: "El cumplimiento de la ley por delante de la convivencia ciudadana".

Dejar la coordinación del operativo policial del 1 de octubre en manos de un falangista con el 23-F tatuado en el pecho es como dejar una pistola cargada en manos de un niño.

Los Mossos d'Esquadra entendieron cuál era el bien jurídico a proteger. Durante las reuniones previas al 1 de octubre se dejó claro que la titularidad de la actuación policial era de los Mossos, responsables y garantes de la competencia de seguridad ciudadana en Catalunya. Las otras fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado tenían que actuar a requerimiento, con coordinación y colaboración con la policía catalana, pero, evidentemente, no fue así.

Las declaraciones de Sebastián Trapote, comisario jefe de la Policía Nacional en Catalunya, y la del general Ángel Gozalo, responsable de la Guardia Civil en Catalunya, han ido encaminadas a la criminalización de los Mossos. Mienten cuando afirman que activaron el "plan b" al observar la ineficacia de los Mossos, un plan que activaron mucho antes de que se iniciara el de la policía catalana. La actuación de la policía española incumplió el plan previsto y en ningún momento esperó el requerimiento de los Mossos para actuar. La policía española fue quien desobedeció la autoridad judicial. Y este es el motivo de la insuficiencia del operativo policial del 1-O.

Los Mossos fueron la primera institución creada en Europa como cuerpo policial de naturaleza civil, lejos de la sombra militar de un ejército.

La policía española se ciñó al cumplimiento de las directrices políticas enviadas desde el Ministerio del Interior y avaladas por Moncloa: lugares de votación seleccionados al detalle, vulneración de la prohibición de acceso a centros privados, uso de armas prohibidas como esprays de defensa y pelotas de goma y violencia extrema sin ningún tipo de proporcionalidad. Sed de venganza y la viva imagen de policía represora y violenta, más típica del franquismo que de la democracia.

El 20 de septiembre del 2017 fue la primera trampa para los Mossos. El 1 de octubre, el definitivo. Desde la perspectiva policial, es obvio que si practicas 40 registros sin informar al cuerpo policial competente en seguridad ciudadana, lo más probable que pase es el que vimos, carece de coordinación policial para garantizar la práctica de la diligencia judicial, en medio de una manifestación pacífica de más de 50.000 personas. Si dejas armas en el interior de vehículos policiales abiertos e informes de esta irregularidad doce horas después del inicio del registro judicial es imposible que puedas garantizar la custodia y la vigilancia.

Hay que hacer frente a todas estas difamaciones que no sirven para justificar la sedición, rebelión, organización criminal y, todavía menos, la malversación. La única violencia que vimos el 1 de octubre fue la ejercida por la policía española, con 6.000 sedientos de venganza con porras afiladas y testosterona inflamada, al grito de "a por ellos".

Hace falta que nos sintamos orgullosos y defendamos el Cuerpo de Mossos d'Esquadra, no deja de ser el reflejo de nuestra sociedad. En juego está el futuro y el prestigio de una institución, que este año cumple 300 años. El tricentenario de la fundación de las primeras Esquadres de Paisans Armats de Catalunya y, desde entonces, la existencia de los Mossos d'Esquadra ha estado ligada de forma continuada a la historia del país. La primera institución creada en Europa como cuerpo policial de naturaleza civil, lejos de la sombra militar de un ejército. Un cuerpo policial profesional, jerarquizado y a las órdenes de la autoridad judicial.

Hoy el major Trapero no está solo. Él representa los valores y el espíritu de esta institución, y detrás tiene miles y miles de mosses y mossos que han defendido, defienden y defenderán los valores por los cuales tantas y tantas personas han luchado. Hoy no sólo se le juzga a él, sino a todo el Cuerpo de Mossos d'Esquadra.

¡Todos somos Trapero!