La mejor noticia de este enero es la vuelta al colegio. Lo es y de mucho en una coyuntura que no ha dejado de complicarse en el corto plazo. La perseverancia del conseller Josep Bargalló ha estado determinante ante aquellas voces que pretendían posponer la apertura. Como si dentro de unos días todo tuviera que ir a mejor, una posibilidad que desmienten todas las proyecciones que se hacen ante el avance de los contagios. En Catalunya y en todo el Estado.

Menos mal que este tipo de llamamientos alarmistas tienen cada vez menos impacto y predicamento. Si así fuera, el curso escolar ya no habría empezado en septiembre. Entonces Bargalló ya se plantó delante de los que exigían que no se abrieran las escuelas. Una exigencia que, visto lo que hemos visto, rozaba la irresponsabilidad. Abrir las escuelas es una necesidad imperiosa para mantener la sociedad viva. Cerrar las escuelas es tanto como un apagón de la actividad, más allá de la irreparable pérdida para nuestros escolares. Nunca le agradeceremos lo suficiente al conseller Bargalló que no se dejara engatusar por aquellos que pretendían dictar las normas torpedeando un servicio básico y esencial como es la educación. En algunos casos con un mal disimulado interés partidista, un partidismo extemporáneo e injustificable. Ante esta crisis sanitaria, económica y social, hacer oposición utilizando la pandemia es una perversidad.

La única decisión errónea a lo largo de esta pandemia fue haber cerrado las escuelas en marzo, tal como ha sido capaz de reconocer el Departament d'Educació

El programa Tot es mou de TV3 entró el lunes en una escuela de Tona. Y entrevistó a niños, niñas y a una profesora. Ver a aquellas niñas y niños te provocaba una sonrisa, por la ternura y la franqueza. La profesora, de la escuela Vedruna, debería provocar nuestra admiración colectiva. Cuando le preguntaron sobre la vuelta a la escuela, se le entendió todo. Volver a la escuela era una necesidad y una obligación que asumía la comunidad educativa. Qué gran ejemplo frente a aquellos que han hecho política de la pandemia y han intentado por enésima vez parar la apertura de las escuelas en nuestro país. El éxito de la apertura de las escuelas se explica precisamente por la existencia de tantos y tantos buenos profesionales como esta maestra de la escuela Vedruna. Por encima de todo y en última instancia es gracias a actitudes como la suya que las escuelas han vuelto a abrir.

La única decisión errónea a lo largo de esta pandemia —si bien, comprensible— fue haber cerrado las escuelas en marzo, tal como ha sido capaz de reconocer el Departament d'Educació. Con el conocimiento que tenemos en la actualidad, las escuelas no se tendrían que haber cerrado en marzo, un cierre que ya comportó el fin del curso escolar presencial para la inmensa mayoría. Educació admite que es así. ¿Cómo es entonces —ante las certezas que tenemos frente a las incertidumbres— que hay sectores empeñados en volver a cerrar las escuelas y que utilizan descaradamente los medios de comunicación para obtener difusión de sus exigencias de cierre?

Mención aparte merece la celebración de las elecciones el 14 de febrero. Las elecciones, como la apertura de las escuelas, se tendrían que celebrar lo más pronto posible. En este aspecto ya vamos tarde. La decisión de los presidents Quim Torra y Carles Puigdemont de alargar deliberadamente una legislatura agónica fue una pésima decisión. Y ojalá no paguemos las consecuencias con una nueva demora. No haber seguido el ejemplo de vascos y gallegos fue una absoluta irresponsabilidad. Antes que los intereses de partido, por legítimos que estos sean, están los intereses del país. No se puede jugar con estos arbitrariamente. Cuando, encima, estamos inmersos en una crisis devastadora, priorizar los intereses electorales por encima de los del país es inadmisible. Las elecciones se tienen que celebrar cuanto antes. Eso es el 14 de febrero. Y si esta fecha no fuera finalmente aconsejable, que sea porque realmente sería una absoluta irresponsabilidad celebrarlas. En caso de no ser así, ya hemos sufrido un aplazamiento inconfesable. Volver a repetir la parodia del verano sería ahora ya imperdonable.