En la Catalunya Nord todo está a punto para recibir a miles de personas que acompañarán a los eurodiputados Toni Comín, Clara Ponsatí y Carles Puigdemont, que hay que recordar que podrán estar en Perpinyà gracias a la aplicación de la conocida como "doctrina Junqueras". Es una excelente noticia, si bien el gran ausente en Perpinyà volverá a ser Oriol Junqueras, que sigue presentando batalla judicial a través de su abogado, Andreu Van den Eynde, el hombre que ha conseguido la resolución judicial más trascendente de los últimos dos años, con efectos generales.

Precisamente por este motivo, entre otros, Perpinyà no se tendría que convertir un acto electoral. Y en ningún caso siendo como es un acto del Consell per la República. Otra cosa sería que fuera un acto convocado por Junts per Catalunya, que tienen todo el derecho, también de ignorar a Junqueras, si lo consideran adecuado. Pero no se puede pretender utilizar un ente que tendría que tener vocación unitaria para los intereses de un partido inmerso en una carrera electoral que se nos hará, a todos, muy larga. La instrumentalización del Consell amenaza con hacer tambalear toda legitimidad de este órgano. Sus representantes tendrían que ser capaces de ver que esta actitud sólo alimenta la desconfianza y que no deja de ser pan para hoy y hambre para mañana, si es que sinceramente queremos preservar espacios de encuentro y convivencia de las diversas sensibilidades en el seno del independentismo.

Sólo se me ocurre una manera de salvar Perpinyà como un acto unitario: reivindicar la doctrina Junqueras como un gran éxito colectivo del independentismo en la defensa de los derechos y libertades

La perversión sería pretender utilizar un órgano supuestamente unitario para hacer un acto descaradamente partidista. Sería inadmisible. La dimisión de Júlia Taurinyà ―presidenta del Consell per la República de la Catalunya Nord― hizo notar la deriva del acto y las discrepancias internas en la convocatoria y el formato. Y cuando menos, por si las dudas no eran crecientes, eso es lo que destacados miembros de la candidatura puigdemontista por Girona han afirmado públicamente, acompañado de los insultos habituales, sin que ni Puigdemont ni nadie hayan hecho un desmentido. Esta es al mismo tiempo una segunda preocupación: la discrepancia política, al menos con lo que respecta a la expresión más populista del independentismo y más caudillista, ha derivado cada vez más en crispación y agresividad.

Sólo se me ocurre una manera de salvar Perpinyà como un acto unitario: reivindicar la doctrina Junqueras como un gran éxito colectivo del independentismo en la defensa de los derechos y libertades. Y, por lo tanto, convertir el acto en una exigencia masiva de la condición de Oriol Junqueras como eurodiputado, junto a los eurodiputados de Junts per Catalunya que lidera Puigdemont. Precisamente son estos los que tendrían que ver que esta actitud los hace más grandes y que la otra los empequeñece. También porque estoy seguro de que son gente agradecida, lo cual me parece lo más razonable. También por el buen nombre del Consell per la República, precisamente, para preservar este órgano de las inercias de partido. Y también pensando en el futuro, en sumar sinergias y reconducir una estrategia de la confrontación, cada vez más cainista, en una operación de suma estratégica.

Me gustaría pensar que todavía estamos a tiempo, que se puede enmendar la deriva que parece que ha tomado el acto y que es posible reconducirlo con ambición y generosidad. En todo caso, espero y deseo que el acto sea un éxito y que miles de personas llenen Perpinyà en otro día que quedará para la historia. Sin embargo, insisto, no olvidemos qué y quién lo hará posible.