Visto el nivel de degradación ética al que estamos llegando, no sería raro que cualquier día el revisionismo histórico que impulsa el flamante ganador de las Primarias de Waterloo asegurara que, en realidad, Francesc Macià no fundó ERC, sino que fue el fundador de vete a saber qué. O incluso, ya puestos, de Junts o de lo que representan. Si incluso han causado el hazmerreír del Financial Times manteniendo que Shakespeare era catalán, ahora ya podemos esperar cualquier cosa. Incluso cualquier tergiversación por inverosímil que sea. El mundo mágico (más de astrólogos que de astronautas), que no desiste de tomar el pelo a toda la buena gente, ha emprendido ahora la ingente tarea de reconvertir a Macià, con el conseller Puigneró destacando en la labor. El candidato fallido de Waterloo ha brillado con luz propia en esta brega partidista para patrimonializar personajes míticos y símbolos. Ya lo ha hecho repetida e impúdicamente con el 1 de octubre, cuando el mencionado conseller ni de casualidad fue protagonista y mucho menos artífice como, por ejemplo, Marta Rovira. O, si lo fue, lo fue en la misma medida que centenares de miles de personas, de millones de hecho.

La última pirueta del fundador de la NASA catalana ha sido querer patrimonializar a un personaje transversal —sí, sobre todo transversal— que es una leyenda para catalanas y catalanes. Para el independentismo y para los republicanos. Más respeto para quien fue, ni más ni menos, que el fundador de Esquerra Republicana de Catalunya, el president Francesc Macià. Respeto al pasado, a las trayectorias y a la verdad histórica.

A todo esto, me surge una duda creciente. Y es que no querría pensar que se reivindica a Macià, el hombre que inventó ERC, precisamente porque se es incapaz de reivindicar al fundador de Convergència, el partido de toda la vida de Jordi Puigneró. O de Carles Puigdemont. Y es que cuando no te sientes cómodo con tu pasado, con tu militancia histórica, es comprensible que recurras a la memoria de un personaje legendario como Francesc Macià. Es decir, que quieras hacer pasar por tuyo el pasado y/o origen de los otros. Penoso. Por otra parte, no se tendrían que avergonzar, porque el fundador de CDC, Jordi Pujol, tiene posiblemente más luces que sombras, aunque estas últimas hayan empañado un legado de peso.

Francesc Macià fundó y lideró un partido inequívocamente de izquierdas que nada tenía que ver con el pocos y puros y sí con el muchos y diversos. Un partido heterogéneo en el que había de todo

Pero más allá de los orígenes y tradiciones históricas de cada uno, están las trayectorias de personajes como Macià, que nada tienen que ver (nada de nada) con lo que ahora ha pasado a simbolizar el mundo de Puigdemont, Puigneró, Canadell, Borràs o Artadi (prototipo clásico de derecha catalana), un 'nítido' centrifugador de independentistas que profesan la fe de los conversos con una vocación tan excluyente como cainita. Sólo hay que recordar que Francesc Macià fundó y lideró un partido inequívocamente de izquierdas que nada tenía que ver con el pocos y puros y sí con el muchos y diversos. Un partido heterogéneo en el que había de todo. Y de todo quiere decir de todo. Sólo hay que apuntar que el segundo de a bordo de la ERC de Macià era un señor que se llamaba Lluís Companys, sindicalista y socialista. Hay que decir, para refrescar la memoria de Puigneró y compañía, que las fundaciones afines a CDC subvencionaron libros precisamente para denigrar la figura de Companys. Para ellos, demasiado a la izquierda. Pero, sobre todo, un hombre que no era lo bastante puro. No era lo bastante nítido. No le habrían dado el carné de pura sangre, vaya. Y, en cambio, dedicaron recursos —aquellos recursos de origen dudoso— a financiar operaciones de desprestigio contra el president Lluís Companys.

Hay un dato tan contundente como clarificador de lo que quería Macià y es que, en las primeras elecciones de ERC de 1931, Macià optó por la coalición con la Unió Socialista de Catalunya. Otro dato que tampoco es menor. Y que también explica muy bien que Macià aspiraba a grandes mayorías, a sumar y sumar, a tejer complicidades siempre en el ámbito de la izquierda progresista. De socialistas a socialdemócratas pasando por liberales de izquierda. Tenían ideología. ¡Claro que la tenían! Y un proyecto para las clases medias y trabajadoras del país. Por eso se llamaron Esquerra Republicana de Catalunya. Nada que ver con lo que representan los Canadell y compañía que, en todo caso, podrían estar más cerca de aquello que en su día fue Nosaltres Sols! Recordemos que los dirigentes de este partido se significaron por durísimas críticas a ERC y Macià, a los que consideraban poco más que unos blandos e incluso unos traidores.

La casa de Francesc Macià es la casa del fundador y líder de ERC de arriba abajo, a las antípodas de lo que representan los Canadell y otros personajes similares. Y va bien para recordar que, en plena dictadura, Francesc Macià (entonces líder de Estat Català) preparó unas milicias en Prats de Molló y que su objetivo fue, desde el primer momento, liberar Catalunya del yugo de Primo de Rivera y conquistó la libertad. Entrando en Catalunya, porque sabían que la partida se juega en Catalunya. Y que el exilio, por muy respetable que este sea, da para lo que da. Pero allí donde nos lo jugamos todo, allí donde tenemos que ganar y ser mayoritarios, tejiendo complicidades de todo tipo y alianzas, es en el territorio del país y entre su gente. El intento, tan descarado como torpe, de querer patrimonializar hechos y personas del pasado ha sido una constante de la derecha catalana que, además, tenía un referente inequívoco que era la Lliga Regionalista. Nada que ver con un Macià que, por ejemplo, firmó el pacto de San Sebastián, un acuerdo táctico con fuerzas de izquierdas y con la misma CNT.