Ha muerto el actor Burt Young, el gran Paulie, el cuñado de Rocky Balboa en las películas de la saga, por la que, sorpresas de la memoria, fue nominado a un Oscar. A pesar del apellido, Young tenía ya 83 años y murió, en realidad, el día 8, según ha informado ahora su hija, en Los Ángeles. A pesar de haber tenido, por ejemplo, un papel en Los Soprano, Young ha pasado a la historia como Paulie Pennino, un hombre rudo que, a medida que la franquicia iba desgranando películas, fue convirtiendo su personaje en un hombre cada vez más entrañable. En la vida real, sirvió en el cuerpo de marines, fue boxeador profesional, trabajó en una tienda de alfombras y estudió para actor con Lee Strasberg en el mítico Actors Studio. En los últimos años, se había centrado en el teatro y en su afición por pintar.

Este artículo no pretende ser un obituario. Lo que pasa es que la muerte de Burt-Paulie, a los que no somos nativos digitales, nos hace recordar a Rocky, una música y unas escaleras. Es una película, sobre todo la primera, injustamente —o no— caricaturizada por la falta de vocalización de Sylvester Stallone, pero que, atención, fue nominada a 10 Oscar, incluido el de mejor actor de reparto para Young. Y ganó tres, incluido el de mejor película. Nos gustaba porque nos distraía, como Indiana Jones, Star Wars o los Goonies, y forma parte de la filmografía —de videoclub y en VHS— de nuestra memoria sentimental y, diría, incluso de nuestra educación.

Así estamos, pensarán. Bien, o quizás no. Les invito a entrar en Google y buscar las lecciones filosóficas de Rocky. Quizás se sorprendan cuando les expliquen que, detrás de aquella banda sonora y de Stallone subiendo las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia, con aquel chándal gris y sudado, existe toda una lección sobre el estoicismo. Quizás les sorprenderá saber que el discípulo del padre del estoicismo, que se ve que fue Zenón, se llamaba —el discípulo— Cleantes, y que era, caray, pugilista. Y que siempre hizo trabajos muy físicos. Y que el estoicismo dice que los obstáculos son una oportunidad —supongo que también lo dirá Paulo Coelho— y que ser un estoico significa ser fuerte ante las dificultades que, inevitablemente, aparecen en la vida. Como Rocky Balboa, vaya.

Puede ser que Catalunya, así, como concepto, sepa resistir, pero no sepa ganar

Aceptar la realidad, aceptar la derrota y volver más fuerte, dominar las emociones, autodisciplina, perseverancia y determinación, estudiar las condiciones, impermanencia, el valor de la amistad y la comunidad, búsqueda del propósito. Todas estas lecciones de la filosofía estoica se resumen en una: la resiliencia.

Y como al lector de este diario le gusta mucho la política y eso es lo que debe esperar de un artículo de opinión, les diría que Rocky Balboa es, ahora mismo, Pedro Sánchez. Lo que pasa es que el Séneca del siglo XXI, a la resilencia la llama Manual de resistencia. Lo que quizás no sabe Sánchez es que la resistencia es, en realidad, el leitmotiv de la política española —y de la catalana. Numancia, Girona, 1808, 1714 y un largo etcétera. Es más, resistir es la lección esencial de la política europea —el culo di ferro de Berlinguer— y, de hecho, es el motor de la política en cualquier parte del mundo. Otra cosa es que, en todo el mundo, resistir en política signifique ganar. Quizás en el caso de Catalunya resistir signifique resistir. Y punto. Puede ser que Catalunya, así, como concepto, sepa resistir, pero no sepa ganar. Aunque también cabe preguntarse qué significa ganar. Pero todo esto tan complicado ya lo dejo para el filósofo que el lector seguro que lleva dentro.