El baño de realidad al que están sometidos los populismos determinará su futuro como ideología política. En general, los populismos denuncian agresivamente una realidad que las fuerzas democráticas tradicionales no son capaces de cambiar. Son problemas históricos, como el del fenómeno de la inmigración en Europa y Estados Unidos, que los partidos de gobierno no sabemos cómo encarar. O, en el caso de Argentina, el desequilibrio y la crisis económica que crea en permanencia la inflación desbocada que sufre el país desde hace años. Los populismos no tienen por qué ser malos si son capaces de seguir las reglas democráticas. Querrá decir que habrá quienes les vote porque crean que “ya basta”, “por fin alguien habla claro” o incluso “¡que os den!”. Estos días me he encontrado con un montón de votantes convergentes, y no convergentes, de toda la vida que votarán a Orriols por uno de los tres motivos anteriores.
El líder populista argentino Milei, economista anarco capitalista, ha aplicado desde su elección una receta básica: recortar el gasto público en más de un tercio, básicamente despidiendo a funcionarios del sector público y reduciendo los subsidios y las ayudas sociales. El resultado ha sido que desde diciembre de 2023, en que asumió la presidencia, Milei ha reducido la inflación interanual de un 211% a menos de un 30%. Para los europeos del siglo XXI, vivir con inflación es una situación impensable. La obsesión del Banco Central Europeo, controlado por Alemania, ha sido mantener la inflación cerca del 2%. Esto nos permite a los europeos pensar en el dinero como algo seguro, estable. Y los precios pueden tener una convivencia más fácil con los salarios. Hasta aquí, Milei lo ha hecho bastante bien. También ha logrado reducir el déficit público a cero. Es decir, que el Estado gaste menos de lo que ingresa. Detengámonos aquí. Ahora vendría un razonamiento mucho más complejo sobre la deuda argentina, el tipo de cambio peso/dólar, sobre el que no se ponen de acuerdo los economistas. Al final, la capacidad de endeudamiento de un país, como la de una persona, es una cuestión de confianza en su economía. Con el rescate que ha realizado hace unas semanas Estados Unidos comprando deuda y pesos argentinos, Donald Trump ha firmado un cheque en blanco a Milei.
Si no encaramos los problemas con determinación, la propuesta de la extrema derecha tendrá un éxito abrumador
El baño de realidad de Milei ha sido, poco lo deseaban en Occidente, un éxito. Poco menos de dos años después de su elección como presidente del país, Milei ha revalidado su apoyo, obteniendo más de un 40% de los votos para su partido en las elecciones legislativas del pasado domingo. ¿Qué han votado los argentinos? Seguir manteniendo las políticas de Milei y apoyar al líder carismático de la “motosierra”. Insisto: dos años después y con todas las reformas en marcha.
¿Qué ha hecho la extrema derecha de Milei? Proponer una política económica muy audaz, muy out of the box, como se dice ahora. Pero que hasta ahora ha funcionado. Las políticas de extrema derecha son contundentes, pero corremos el peligro de que funcionen. ¿Qué hacer con el supuesto problema de la inmigración en Europa? Hasta ahora, hemos hecho lo mismo que los políticos argentinos de la vieja guardia peronista con la inflación: nada. Todos sabemos que si no ordenamos la llegada de inmigrantes a Europa, tendremos muchos más problemas de los que ya tenemos. Y la extrema derecha en Europa quiere implementar políticas drásticas con el tema de la inmigración: devolverlos a casa, no darles ciudadanía de entrada, ni dejar que vivan en guetos. Todo esto ya está pasando. Integrar a una riada de inmigrantes, que, por otra parte, necesitamos para hacer funcionar la economía de servicios que hemos creado, nos deja sin demasiado margen de maniobra. ¿Cómo hacer funcionar comercios, restaurantes, residencias de ancianos, hospitales, sin la inmigración? ¿Cómo pagar las pensiones sin tener hijos? Tenemos un problema como el de la inflación en Argentina. Se ha enquistado, va creciendo y no sabemos cómo detenerlo. Por eso aparecen políticos de extrema derecha, como Milei o Sílvia Orriols, que denuncian el problema y proponen soluciones radicales. Pero hacen algo. Y Milei ha vuelto a ganar, dos años después, a pesar de generar una cierta pobreza y echar a la calle a un montón de funcionarios. De nuevo, insisto en lo mismo: si no encaramos los problemas con determinación, la propuesta de la extrema derecha tendrá un éxito abrumador. Y nos lo habremos ganado a pulso.