La decisión de Xavier Trias de optar de nuevo a la alcaldía de Barcelona es la viva imagen del estado de descomposición en el que se encuentra el espacio de la antigua CiU. Y la prueba es que pretende hacerlo como aspirante de JxCat, pero al mismo tiempo conservando el apoyo del PDeCAT, y al mismo tiempo priorizando por encima de los partidos la imagen personal, al estilo del “Tu Trias” con el que el 2011 se convirtió en alcalde —que ya entonces recordaba al “Ara, tu Trias” de Ramon Trias Fargas de 1983— o del “Tu i Trias” con que el 2015 fracasó en su intento de revalidar el mandato. Es decir, un candidato típicamente convergente. Y esto no es ninguna crítica, es una mera constatación.

¿Tan mal está JxCat —por no hablar del PDeCAT, que efectivamente está muy mal— que debe recurrir a la figura del exconseller de Jordi Pujol para poder presentar una oferta con un mínimo de garantías en las elecciones municipales del 28 de mayo en Barcelona? Y no porque Xavier Trias no sea un político perfectamente válido, con una trayectoria impecable desde que el 1984 empezó a dirigir el Institut Català de la Salut (ICS) y que, después de ser conseller de Sanitat de 1988 a 1996 y de Presidència de 1996 a 2000, culminó convirtiéndose el 2011 en el 117º alcalde de Barcelona, el primero de CiU. Sino porque JxCat ha renegado por activa y por pasiva del legado convergente y Xavier Trias es hoy el máximo exponente del convergente de toda la vida. Otra cosa es si la edad del candidato —76 años— es la adecuada para afrontar este reto —y esto vale también para el alcaldable de ERC, Ernest Maragall, que pasado mañana cumple 80—, pero es obvio que, después de que Joe Biden se convirtiera en presidente nada menos que de Estados Unidos con 78, nada es imposible.

Xavier Trias fue el último que encabezó una lista de CiU, la de los comicios locales del 24 de mayo del 2015, porque aún no un mes más tarde CDC y UDC rompían su relación, treinta y siete años después de matrimonio malavenido, por las diferencias en torno a la hoja de ruta independentista con la que unos querían concurrir y otros no a las elecciones al Parlament del 27 de septiembre. Él mismo tuvo también el honor de presidir el 8 de julio del 2016 el último congreso de CDC, el decimoctavo, el de la disolución, antes de refundarse en el PDeCAT. Y desde entonces, y sobre todo desde que dejó de ser concejal del Ayuntamiento de Barcelona el 2019, se ha mantenido políticamente en un discreto segundo plano, que le ha permitido, sin embargo, ser testigo privilegiado de la disgregación del legado de CiU: desde la fulminación de la histórica Unió Democràtica de Catalunya el 2017 hasta el concurso de acreedores en el que entró CDC el 2020 como paso previo a la bajada definitiva de la persiana, pasando por la aparición y desaparición de nuevas marcas, además del PDeCAT y JxCat —Convergents, Lliures, Partit Nacionalista de Catalunya, Crida Nacional per la República, Demòcrates de Catalunya, Units per Avançar, Centrem...—, que han contribuido a complicar la situación y a fragmentar aún más la herencia.

JxCat, siendo profundamente anticonvergente, tendrá al candidato convergente por excelencia ahora que quien ha recogido la esencia de la mejor época de CDC resulta que no es ninguno de los herederos directos, sino, salvando las distancias, ERC

Y es que la implosión de CiU fue, de hecho, un naufragio en toda regla, y Xavier Trias —que primero se apuntó al PDeCAT y ahora es de JxCat después de un tiempo de compaginar la doble militancia— es uno de los supervivientes más cualificados. Con Jordi Pujol vituperado por una conducta poco honorable a raíz del caso del dinero escondido durante años en Andorra, Artur Mas dedicado a su faceta institucional como 129º president de la Generalitat y alejado de las siglas de partido y Carles Puigdemont en el exilio y nada proclive a retener ningún vínculo con la antigua CDC, el exconseller y exalcalde se ha convertido en el representante más genuino del gen convergente y en el único que puede seguir abanderándolo con un mínimo de posibilidades. Con el naufragio de CiU también se han desvanecido liderazgos jóvenes (Àngels Chacón, Marta Pascal), otros dirigentes se han parapetado al abrigo del sol que más calienta (Antoni Castellà primero con ERC y después con JxCat, Ramon Espadaler haciendo la sociovergencia con el PSC), otros han intentado volver pero no lo han conseguido (Joana Ortega), otros se han buscado la vida, o se la han buscado, en las puertas giratorias del sector privado o del mismo sector público (Josep Antoni Duran Lleida, Josep Sánchez Llibre, Josep Maria Pelegrí, Francesc Homs, Santi Vila) y otros sencillamente retienen el perfil académico que les ha caracterizado (Andreu Mas-Colell). Esto amén de los políticos a los que la condena por la causa del 1-O ha condicionado la trayectoria (Josep Rull, Joaquim Forn) y de los que se han mantenido siempre en una gris segunda línea (Jordi Turull, Neus Munté).

Que en este escenario Xavier Trias intente recuperar, ocho años después de perderla, la alcaldía de Barcelona es legítimo. El problema lo tiene, si acaso, JxCat, que siendo profundamente anticonvergente tendrá al candidato convergente por excelencia ahora que quien ha recogido la esencia de la mejor época de CDC resulta que no es ninguno de los herederos directos, sino, salvando las distancias, ERC. Los papeles se han intercambiado: ERC hace de CDC y la incongruencia es que JxCat —el PDeCAT pinta poco— no sabe qué quiere ser cuando sea mayor, querría ser como ERC era antes pero no sabe cómo hacérselo, quiere y no puede, y así le va. No es de extrañar que con todo ello el exconseller prefiera priorizar la marca Trias por encima de las de los partidos, convencido de que una suma y las otras probablemente restan, y que algunos de los nombres que suenan para acompañarle en la candidatura sean también de raíz netamente convergente.

¿Y sobre las probabilidades que tiene de volver a coger la vara de alcalde? Pues torres más altas han caído. ¡Quién le iba a decir a Carles Campuzano, proscrito por JxCat y por el PDeCAT precisamente por demasiado convergente, que acabaría de conseller en el Govern más convergente después de los de Jordi Pujol, el de Pere Aragonès! Porque aunque lo que lidere Xavier Trias sean los restos del naufragio convergente, después de ocho años muy cuestionados de Ada Colau todo es posible.