Ya sé que un réquiem es el texto litúrgico de una misa de difuntos. Y que el título puede parecer desesperanzador. Pero pretendo lo contrario: suplicar por un nuevo pacto ERC-Junts. Porque el pacto ERC-Junts es el que más esperanza puede dar al país. Es muy difícil, ya lo sé, por eso al título añado intencionadamente un interrogante. De hecho, había empezado un divertido y veraz artículo sobre todos los pactos posibles e imposibles en la política catalana de cara a estas elecciones. Y otro sobre Puigdemont y el día de la marmota, que no descarto desenterrar. Ya hace unos cuantos años que las elecciones las ganan no sabemos qué ángeles de la guarda en ocultos pactos postelectorales. Hemos visto milagros que si se produjeran en el seno de nuestra Santa Madre Iglesia serían motivo de canonización. El más reciente, y más bienvenido, el de Puigdemont con los socialistas. Respondía a una lógica generosa de permitir a muchos patriotas dejar de sufrir por su patrimonio y por su futuro penal. Tenemos que felicitarnos todos, porque finalmente ha habido ley de amnistía. No seré yo quien estropee el primer éxito colectivo de las fuerzas independentistas en Madrid, por fin alineadas en un tema totalmente primordial. Hemos visto también otros pactos más inverosímiles, como los de la alcaldía de Barcelona, donde primero Ciudadanos dio la alcaldía a Colau, y después el PP a Collboni. Por eso un artículo divertido era mirar cuántas parejas de hecho, cuántos tríos, cuántos ménage à trois y cuántas uniones antinatura nos podían ofrecer los resultados electorales del 12 de mayo.

Pero prefiero volver a pedir la necesaria entente entre ERC y Junts. Un retorno a una lógica de país que haga posible que los dos partidos con más historia y más vocación institucional vuelvan a colaborar sin reservas. La primera y necesaria entente es entre líderes. Tengo la certeza de que los emisarios de uno y otro lado han sido especialmente activos en este último pacto de la ley de amnistía y que eso ha dado sus frutos. Se ha hablado poco de la escena de celebración de la ley de amnistía entre miembros de los grupos parlamentarios en las Cortes de Junts y ERC. Eran abrazos de corazón. Sin segundas. De satisfacción plena. De tercer tiempo de rugby. Si al fin lo hemos hecho posible con la ley de la amnistía, tiene que ser posible volver a confluir en muchas otras leyes.

Nos unió la épica echada a perder de la independencia. Nos tiene que unir la necesidad de construir el país

Desconozco los motivos para el adelanto electoral que ha firmado el president Aragonès. Pero de una cosa estoy seguro: lo ha hecho porque quiere ganar al candidato socialista, que es quien tiene más posibilidades, al menos si damos por buenas las encuestas. Un presidente solo se vuelve a presentar para seguir siendo presidente. No va de que ERC gane a Junts. Un segundo o tercer puesto es una derrota. Solo una victoria sirve a quien ha renunciado a un año de gobierno. Ni a Junts le tiene que servir de nada un segundo puesto, aunque sea superando a ERC. Junts solo puede querer ganar. Por lo tanto, no tengo ninguna duda de que la única posibilidad de salir de estas elecciones con un resultado bueno para ambas fuerzas es una victoria. O al menos eso tienen la obligación de vender los respectivos jefes de campaña. Y no una pírrica victoria entre nosotros. Necesitamos una victoria colectiva.

Por eso salir ahora a decir que Junts o ERC quieren ser la muleta del PSC tiene muy poco sentido, más allá de servir de munición de campaña. Creo firmemente que la abstención independentista se movería si ERC y Junts anunciaran que pactarán entre ellos. Que solo es posible un gobierno de fuerzas de obediencia catalana. Y volver al punto donde lo dejamos cuando Junts salió del gobierno, fecha funesta. Nos unió la épica echada a perder de la independencia. Nos tiene que unir la necesidad de construir el país. Especialmente, cuando ahora la extrema derecha está avanzando con una fuerza solo comparable a la llegada de los totalitarismos de los años 20. El principal enemigo es la extrema derecha, que no lo dudéis, irá capitalizando todas las debilidades de nuestra laxitud al tomar decisiones en temas fundamentales, por miedo, o por un "buenismo" que no nos deja mirar a la cara a los problemas de convivencia y calidad de vida que tenemos cerca.

Los dos partidos independentistas institucionales, Junts y ERC, tienen la obligación de reconstruir todos los puentes dañados, y estoy seguro de que lo están haciendo. El PSC también se puede añadir. Porque solo desde una dinámica de entente sincera, de reanudación a fondo de conversaciones sobre la infinidad de retos pendientes (seguridad, inmigración, educación, infraestructuras, pobreza, sanidad, dinámica empresarial...) podremos encarar el incierto futuro político europeo y mundial. Que estamos hablando poco de ello. Y tenemos las guerras y la extrema derecha a la vuelta de la esquina.