Ya está. España se ha puesto en manos de los oportunistas para defender su unidad sacrosanta y Rajoy ha caído después de tres años de resistencia numantina. La misma semana que el presidente Quim Torra se doblegaba a las presiones de la Moncloa y nombraba un gobierno autonómico nuevo, el presidente del Estado era descabalgado del poder por una parte de ambiciosos sin cerebro.

Si los partidos independentistas no fueran grupos de zombis, la moción de censura contra Rajoy se vendería en toda Europa como un triunfo del Referéndum. Como que el 1 de octubre se celebró contra la voluntad del gobierno de la Generalitat, cuesta imaginarse a ningún político processista capitalizando la crisis de Estado que ha provocado el derecho a la autodeterminación.

Los mismos partidos que desperdiciaron la oportunidad de utilizar el alboroto que provocó la confesión de Pujol para explicar los problemas de gobernar un país ocupado, desperdiciarán ahora la oportunidad de explicar en Europa que la situación española irá de mal en peor si no se respetan los derechos nacionales de Catalunya. Excepto Ciutadans, todos los partidos catalanes que ahora ejecutan a Rajoy echarán de menos al líder del PP.

España es hoy más débil, pero también más peligrosa. No es lo mismo sostener a un gobierno con 80 diputados que hacerlo, como Rajoy, con 134. Los guiños de Sánchez a los independentistas acabarán polarizando la situación y provocarán grandes disgustos. A un  sinvergüenza sin honor que utiliza el racismo de manera tan gratuita sólo puedes votarle una moción de censura para destrozarlo inmediatamente.

Si no salen políticos catalanes con cara y ojos que reconduzcan la situación creada en los últimos años, el conflicto entre Catalunya y España puede acabar con una regresión democrática difícil de imaginar. Como el presidente Quim Torra sabe muy bien, el PSOE siempre ha traicionado los pactos con los catalanes, también en el exilio de 1939. Disimularlo porque te crees muy espabilado o porque eres un cínico, es irresponsable.

A medida que Sánchez se demuestre incapaz de articular la macedonia española, el discurso nacionalista del PP y de Ciudadanos se endurecerá. El PP, que ahora pierde el gobierno, podrá reponerse en la oposición con un discurso cada vez más endurecido. El PDeCAT, que pedía alguna concesión a Rajoy para abstenerse, ha quedado liquidado, mientras que ERC ha entrado en la deriva neolerrouxista de los años treinta.

Ahora mismo la estabilidad de España está en manos de dos conductores ciegos que circulan en direcciones opuestas por la misma vía. Entre la formación del gobierno autonómico y la moción de censura contra Rajoy los partidos soberanistas han perdido su último capital. Gracias a Pedro Sánchez, pronto no serán percibidos ni como agentes del orden ni como representantes legítimos del independentismo.

La revolución que empezó en Arenys de Munt en septiembre del 2009 podría cerrar el círculo también en las urnas, si el sistema de primarias cogiera empuje y sirviera para encontrar políticos nuevos entre los defensores de los colegios del 1 de octubre. Igual que las consultas marcaron el fin del paradigma ideológico que sostenía a la clase política actual, las primarias podrían servir para sustituir a los dirigentes que han seguido viviendo todos estos años a costa de empobrecer unas ideas y unos discursos que ni trabajaban ni se creían.