En el PP no fluye la información, sólo la opinión. Mariano Rajoy no habla, no da pistas y no comunica tácticas ni estrategias. Ni en Moncloa ni en Génova. Se cuentan con la mitad de los dedos de una mano las personas que saben de sus planes inmediatos. El resto, sospecha, intuye o deduce de sus palabras. Es así como los populares presagian que el presidente en funciones tiene intención de presentarse a la investidura, tenga o no tenga los apoyos necesarios.  De momento no cuenta con ellos.

Rivera ya ha dicho “no”, aunque ha dejado la puerta abierta a la abstención, en contra de todo lo prometido en su campaña.  Hoy es el día que Rajoy redoblará la presión sobre un Pedro Sánchez del que poco espera, si acaso un poco más de cordialidad de la que obtuvo tras el 20-D el día que le citó en La Moncloa. El “no” del PSOE a su investidura está cantado, publicado, solemnizado e interiorizado entre las filas socialistas. En primera y en segunda votación. Tanto es así que hasta quienes, entre bambalinas, defienden una abstención responsable se han subido al carro del “no” con tanta contundencia que les será imposible justificar, sin desgaste, lo contrario. Y todo por la clave orgánica, para no perder posiciones de cara al próximo congreso.

Si es investido, Rajoy gana porque gobernará y si no, porque es probable que unas elecciones le otorguen una mayoría más amplia

Con la abstención de Ciudadanos, a Rajoy no le basta. Y las esperanzas que tenía en el comité federal del PSOE para que los suyos le doblaran el pulso han sido vanas. Aún así los suyos creen que esta vez no puede darse mus en la partida, ni decir a Felipe VI “aparta de mí este cáliz”. Es su tiempo. Y esta vez dicen que lo aprovechará. La última semana de julio se plantará en el Congreso, se subirá a la tribuna y será él, y no Sánchez, quien esta vez ponga en marcha el reloj de la democracia. Antes, se marcará un discurso sobre la necesaria estabilidad de España y la responsabilidad de los socialistas en que ésta salte por los aires si es que ya no ha saltado, tras 200 días y 200 noches sin gobierno. En todo caso, ganará o ganará otra vez Rajoy. Si es investido porque gobernará y si no, porque es probable que unas nuevas elecciones le otorguen una mayoría más amplia.

Desde que se presente a la investidura y hasta que se cumplan los dos meses preceptivos que tendrán que transcurrir hasta la disolución de las Cortes, la pelota y la conminación volverán sobre el PSOE. Y Pedro Sánchez, que no el comité federal, tendrá que elegir entre comerse sus palabras y facilitar un gobierno del PP en minoría o tomar la iniciativa de liderar un gobierno progresista. Pablo Iglesias ha vuelto a tentarle. “Cualquiera que sepa sumar, sabe que dan los números, pero le corresponde al PSOE la iniciativa”, ha dicho el líder de Podemos para dejar en evidencia a los socialistas.

Pues sepan que en el universo socialista conviven tres sensibilidades: los que prefieren facilitar “in extemis” un gobierno del PP, los que están por una alianza de gobierno con los morados y los que no hacen ascos a unas terceras elecciones. Unos dicen que a Sánchez se le podría incluir entre los segundos y otros, que entre los terceros. Qué será, será…