Gratis, gratis y gratis total: esta es la receta con la que ERC da apoyo al Gobierno y a los proyectos que plantea. Es tal la gratuidad, que a menudo viene acompañada de prendas lesivas para los intereses catalanes, de manera que no solo venden el alma del partido, sino también la del país. Aquello tan simpático del cornudo y apaleado. Reconozco que me resulta imposible entender la incapacidad de los republicanos para presentar unos mínimos acuerdos que permitieran digerir tanta entrega servil, pero el hecho es que la ineficacia en la negociación es evidente. Ineficacia o rendición, ambas absolutas.

No olvidemos que ERC ha disfrutado de un poder enorme en estos últimos años, dado que podía decidir presidente, gobierno, presupuestos y muchos de los proyectos estrella de los socialistas, y ni una sola vez ha sacado un rédito mínimo y digerible que honrara los acuerdos. Al contrario, por el camino, mientras los republicanos eran decisivos, el Gobierno ha recentralizado competencias, nos ha estafado recursos, nos ha dejado fuera de los fondos europeos y nos ha atacado frontalmente el idioma y, sin embargo, ERC ha seguido dándole un apoyo absoluto. Si añadimos que esta entrega completa se ha producido justo en medio de una represión continúa, minuciosa y sistemática, que ha incluido incluso el espionaje del president de la Generalitat, el gratis total de ERC con los socialistas resulta aterrador.

El último ejemplo, el "sí" de los republicanos al decreto de ahorro energético de Pedro Sánchez es, en este sentido, antológico. Como hace siempre el gran estafador socialista —nunca nadie nos ha engañado tanto como Pedro Sánchez—, el presidente español ha aprovechado el decreto para introducir otros intereses, entre los cuales, hurtarnos más competencias. El cuadro final es dantesco: coloca el rescate de las autopistas deficitarias de Madrid; ofrece una compensación de 1.360 millones de euros a las eléctricas, sí, las mismas eléctricas que están teniendo beneficios brutales mientras asfixian a los ciudadanos; aumenta el castigo a los autónomos y, finalmente, aprovecha la ocasión para recentralizar a los Bombers catalanes. Este último punto es de enorme gravedad porque, de un plumazo, con la decisión de que la AEMET sea la única interlocutora en materia de incendios forestales, el Gobierno se ha cargado un modelo de éxito, consolidado a lo largo de años de dedicación de los bomberos y sus responsables, y que, además, está reflejado en el Estatut. De nuevo, pues, ni siquiera han seguido la lógica autonómica de ceder competencias, sino que recortan las que hace años y años que tenemos y ejercemos con calidad. Que, con esta tesitura, salga el diputado Rufián vendiéndolo como un éxito ("profundamente orgulloso de este grupo", publicaba en castizo en su story), nos da la medida de la tragedia. Es evidente que algunas cosas buenas se habrán extraído del decreto, pero aplaudir las migajas, cuando nos quitan el pan entero, es realmente patético.

El cuadro final es dantesco: coloca el rescate de las autopistas deficitarias de Madrid; ofrece una compensación de 1.360 millones de euros a las eléctricas; aumenta el castigo a los autónomos y, finalmente, aprovecha la ocasión para recentralizar a los Bombers catalanes

El problema no es el último gol que Sánchez marca en la portería de ERC, sino la sensación trágica de que ERC no tiene portero y ha regalado la portería. Todos estos últimos años han sido un contínuum de goles, algunos con autogol incluido, que están dejando a Catalunya en los huesos. Y los republicanos como quien oye llover. ¿Por qué? Se podría entender un giro estratégico como el que plantean, con abandono temporal del objetivo independentista. Es su decisión, y ya se verá si queda electoralmente avalada, ahora que parece clara la renuncia. También se podría entender la voluntad de pactos políticos y la preferencia por los socialistas, aunque, si el PP es nefasto, el PSOE es igualmente eficaz en el arte de lesionar los intereses catalanes. Incluso se podría entender el tactismo como triste sustituto de la incapacidad de tener una sólida estrategia. Pero con todo entendido —que no quiere decir aceptado—, ¿por qué lo hacen con tanta ineficacia, con tanto entreguismo, con tanta gratuidad? Y es aquí donde se abre un melón muy desagradable, a pesar de que necesario, porque ya es hora de que hablemos claro ante una ciudadanía que cada día está más desconcertada y más desencantada, y que merece saber todo lo que se coció.

De golpe y en formato preguntas: ¿el pacto de los indultos implicó la rendición completa de ERC y su entrega al gobierno socialista? Es decir, ¿el PSOE puso como condición para indultar a los presos la garantía de su gobernabilidad? ¿Hubo un pacto tras las cortinas que implicaba votar la presidencia y los presupuestos, tal como se ha dicho en algunos círculos de primera línea? Si es así, ¿pactaron esta rendición con los otros presos políticos? Y hay que formular la cuestión en estos términos porque, como han dicho algunos de los líderes catalanes encarcelados, a ellos nadie les preguntó si estaban dispuestos a rendirse a cambio de los indultos. De hecho, Cuixart ni lo quería. Finalmente, ¿ERC ha condicionado y arrastrado todo el movimiento independentista para poder asegurarse los indultos? Y de esta pregunta, la derivada final: ¿el precio para salir de prisión era desmovilizar el movimiento independentista?

Soy plenamente consciente de que plantear estas cuestiones es delicado y molesto, y el escándalo de algunos será notorio. Pero en el punto donde estamos, después de ver cómo, una vez y otra, un partido independentista salva la cara de un Gobierno que nos lesiona permanentemente, es obligado plantear la cuestión con toda su crudeza. La sensación de que los indultos vinieron acompañados de muchas prendas que ahora se están pagando es demasiado grande para obviarla.

Llega el tiempo de hablar claro, de saber si ha habido una rendición pactada, de conocer la letra pequeña de unos indultos que, a buen seguro, no nos regalaron. Y sobre todo llega el tiempo de saber quién nos acompaña, en el camino de la independencia, y quién se ha bajado del tren. Lo que no puede ser es seguir vendiendo una unidad que ni existe, ni camina hacia ningún sitio. Los ciudadanos que posibilitaron el Primero de octubre y que pusieron su cuerpo para defender las urnas no merecen eufemismos baratos y falsas promesas. Y, sobre todo, merecen la verdad. Sería hora de que la conocieran.