La cuarta lista ha dejado de ser una preocupación de peso para Waterloo. Y, por el contrario, es un riesgo devastador para la ANC y afines. Porque todo apunta que no saldrán adelante, no sin Waterloo. La cuarta lista era Waterloo en su cruzada contra la estrategia de los republicanos de diálogo y negociación con el PSOE. Ir en contra de Junqueras (como saco de boxeo) hermanaba con cierta comodidad. En cambio, pasar a la fase propositiva provoca que la argamasa cohesionadora se haya desvanecido. Sobre todo cuando, a la hora de la verdad, Waterloo ha optado por copiar punto por punto la estrategia republicana. Eso sí, comiendo aparte, consumando el ridículo más estrepitoso en ojos de cualquier espectador. Ahora no hay una maldita mesa, ahora hay tres.

La cuarta lista no inquieta a Waterloo. Visto lo que se ha visto, están convencidos de que no tiene recorrido. Si los republicanos habían imaginado que la cuarta lista los podía favorecer en la batalla particular con Junts ya se pueden ir olvidando. No desgastará electoralmente a Junts, al menos no de manera significativa. De hecho, en Junts tienen otro tipo de problemas que les hacen sufrir más, como las reyertas orgánicas. Que no sea todo fuego de virutas cuando, además, a la hora de la verdad, este tipo de iniciativas encendidas han acabado volviendo mansamente al abrigo de la Casa común, como ha pasado con otras propuestas de este signo en otros momentos. El caso más evidente es el de Reagrupament que al final acabó en la CDC de Mas. La experiencia confirma que este tipo de iniciativas acaban siempre en el mismo sitio. Volviendo, en buena medida.

Hoy por hoy, lo más significativo es que, de la noche a la mañana, la aritmética parlamentaria ha convertido a Puigdemont en un estratega. Ahora ya dispuesto no a investir a un presidente español, sino a dos si mucho conviene. Si es que de verdad se atreviera un día a hacer una moción de censura al PSOE para entronizar a un candidato del PP que, además, requeriría el consenso de VOX. Cuando menos eso es lo que le trasladó al cabeza de filas del Partido Popular europeo. Tanto afán para intervenir en política española e investir repentinamente a presidentes españoles tendría que provocar cierta perplejidad. Pero no. Los designios de Waterloo son inescrutables. Cuando se hace política con el hígado puede pasar de todo.

Y si la cuarta lista no parece que tenga que tener ningún recorrido significativo, ahora se avista una amenaza mucho más real, más tangible, más próxima a los aires que recorren Europa y medio mundo: la de una lista que tenga en la inmigración uno de sus caballos de batalla

Y si la cuarta lista no parece que tenga que tener ningún recorrido significativo, ahora se avista una amenaza mucho más real, más tangible, más próxima a los aires que recorren Europa y medio mundo. La de una lista que tenga en la inmigración uno de sus caballos de batalla. No en vano, es el francés Piketty quien advierte en Ideología y capital que dos son las fuerzas motrices que más determinan el voto en Europa: la redistribución de la riqueza y la actitud ante la inmigración.

La Plataforma per Catalunya de Anglada estuvo cerca de entrar en el Parlament en noviembre de 2010, sumó más de 75.000 votos, rozando el 2,5 por ciento, cerca del 3 por ciento necesario para conseguir representación parlamentaria. La Plataforma era un producto ultraespañolista —muchos de sus miembros ahora están en VOX— que hizo algunos resultados notables en municipios como Vic o el Vendrell. Pero nunca fueron capaces de apoderarse de ninguna alcaldía como sí que hizo, con un resultado meritorio, la Aliança Catalana de Sílvia Orriols, la flamante alcaldesa de Ripoll. Orriols ganó las elecciones y desbancó a Junts que gobernaba con una cómoda mayoría. El mordisco de la independentista Orriols a Junts hizo que los de Puigdemont pasaran de 8 a 3 concejales mientras Orriols pasó de 1 a 6. ERC y la CUP se quedaron con la misma representación que ya tenían. Aparentemente, el huracán Orriols no los afectó mucho. Pero en Junts, sí, tanto que sufrió un descalabro con una transferencia de voto directo alarmante.

¿Si la Aliança Catalana de Orriols llegara a concretar una oferta electoral con cara y ojos a las elecciones catalanas, tendría bastante incidencia para superar los 100.000 votos? Es un reto mayúsculo vista la modesta implantación territorial de Aliança Catalana. Pero es obvio —por confesión propia— que lo quieren probar. Otra cosa es si saldrán adelante. Pero si salen adelante es más que obvio quién será el damnificado. Y eso ya hace sufrir más, a unos más que a otros, claro está.