Casi nadie lo recuerda. Se llamaba Eliazer Blandón, jornalero, recogía sandías y melones a 44 grados y cayó desplomado. Su patrón le abandonó en un centro de salud de Murcia en el verano de 2020. Su muerte expuso jornadas de 11 horas a altas temperaturas y sin agua. El pasado viernes, José Antonio González, barrendero, 60 años, se desmayó en Vallecas (Madrid) a las cinco de la tarde. Tenía un contrato de un mes con una subcontrata del Ayuntamiento de Madrid. “Pensaría que no le iban a renovar y estaba dándolo todo con tal de demostrar que valía. Estoy convencido de que no paró de limpiar esa calle hasta que se desmayó”, dice el joven que acaba de perder a su padre. Su hijo denuncia lo inhumano de trabajar a 42 grados, sin sombra y con esa ropa. Unos uniformes verdes de poliéster, material que no transpira, con efecto sauna, y que hasta hace unos días el alcalde de Madrid no sabía que existieran.

Hubo revuelo cuando Yolanda Díaz lamentó la muerte del barrendero en Madrid. “Nos toca hacer cambios profundos para defendernos del planeta”, escribió en Twitter. Gabriel Rufián respondió: “Esta muerte no es solo un efecto meteorológico, es también un crimen laboral”. La Inspección de Trabajo, dependiente del ministerio de Yolanda Díaz, ha abierto un expediente a la empresa basado en un aviso remitido previamente con las medidas para hacer frente a las altas temperaturas. El Ayuntamiento de Madrid se ha puesto de perfil y dice que es un servicio subcontratado. Como si externalizar un servicio básico de la ciudad le eximiera de responsabilidades directas y subsidiarias. 

Entre Eliazer y José Antonio, temporero y barrendero, se ha abierto un debate fundamental. ¿Qué responsabilidad tiene la administración cuando un trabajador muere por motivos climáticos? Bastante. Porque estas muertes, causadas por la precariedad y la falta de visión, eran evitables. Las condiciones de los trabajadores bajo condiciones climáticas incompatibles con la vida son responsabilidad de la administración.

Hemos tenido que ver a trabajadores desplomarse en condiciones infrahumanas para buscar responsables, cambiar medidas y protocolos laborales

Cuanto más rápido avancemos en entender la devastación de la crisis climática sobre el terreno, la salud y la propia vida, antes delimitaremos la responsabilidad evidente tanto de lo público como las corporaciones. Y hasta que no se judicialicen estas muertes, con consecuencias penales o administrativas, los cargos públicos como el alcalde de Madrid mirarán para otro lado. 

Han hecho falta 40 incendios activos, temperaturas de riesgo en Gran Bretaña, Francia y toda la Península, más muertes que ningún otro año, para dimensionar la amenaza climática. Era esto. Ya está aquí. Y es solo el principio. El teaser de una larga serie de varias temporadas. Hemos tenido que ver a trabajadores desplomarse en condiciones infrahumanas para buscar responsables, cambiar medidas y protocolos laborales. El clima no entiende de clases sociales, pero es una obviedad que en esta fase la desigualdad atraviesa las estadísticas. La pobreza energética afecta a quienes no pueden pagar la calefacción o el aire acondicionado. A quienes no teletrabajan, ni se pueden refugiar en la oficina. A quienes sus jefes obligan a trabajar a las cinco de la tarde con alerta naranja por altas temperaturas y un traje de poliéster.

Estos días se baten récords en desastres naturales y estimación de muertos. Los fuegos han arrasado más de 70.000 hectáreas en lo que va de 2022, el doble de la media de la última década. Solo en Galicia, desde el pasado jueves (en cuatro días), se han quemado más hectáreas que en todo 2021. El Instituto Carlos III ha elevado la estimación de fallecidos a 510 por ola de calor, con un pico máximo el pasado sábado de 150 decesos. Han crecido un 10% los ingresos hospitalarios vinculados al calor y la pandemia ya nos enseñó qué ocurre cuando se disparan las hospitalizaciones. El mapa de calor del Observatorio de la NASA se ha teñido de rojo en Europa, África y Asia. Este verano, todavía a la mitad, se multiplican las olas de calor e incendios por todo el globo. 

El presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, ha reconocido la necesidad de abrir un periodo de reflexión sobre cómo se están limpiando los bosques. Los incendios forestales tienen solución. Las muertes por calor en horario de trabajo también. Gestión anual, flexibilidad laboral y responsabilidad empresarial. Lo que tenemos no sirve. Los planes actuales no son suficientes, como detalla aquí José Antich. Falta perspectiva climática. Falta concienciación de la administración. Falta aplicación de la ley. Y ante las evidentes consecuencias del desastre climático, el Gobierno es responsable de impulsar los cambios estructurales necesarios.