Joan Prim i Prats ha sido el catalán más influyente y poderoso en la historia de España. Hombre de acción. Militar que ascendió a golpes de sable y político que hizo carrera a codazos. Corría el año 1870 y España era un avispero ingobernable. Un escenario caótico de gobiernos débiles y efímeros, y de pronunciamientos militares frecuentes y contundentes. No era época de negociaciones ni de horizontes que avistaban nuevas elecciones. Delgaducho, nacido en Reus, hijo de un militar retirado de ideología liberal que ejercía de notario, alcanzó el grado de general y se convirtió en presidente del Gobierno español durante poco más de un año. Fue asesinado en la cumbre de su carrera.  

¿Ejerció Prim como catalán?

Prim vivió la España convulsa de las guerras civiles del XIX. Carlistas contra liberales. El mundo rural tradicionalista contra el mundo urbano revolucionario. Las dos Españas, mucho antes de la guerra civil del 36. En aquella España mísera la catalanidad quería ser regeneradora: La locomotora económica. Y ejercer cierta influencia política: el "peix al cove". Poca cosa más. La burguesía catalana, pragmática hasta la médula, tenía muy interiorizada la derrota de 1714 como el catalanismo contemporáneo ha tenido muy presente la derrota de 1939.

Prim había sido educado en las ideas de la revolución burguesa. Y se invistió de la misión de regenerar España. Ponerla de nuevo en el mapa de Europa. En su imaginario, Catalunya ejercía un papel secundario. Quedaba diluida a la categoría de reliquia de un pasado que, si convenía, debía ser liquidado a sangre y fuego. La idea central era España. Y como militar liberal, no tuvo miramientos cuando decidió bombardear Barcelona para detener una revuelta popular que ponía en cuestión su idea de España. Trescientas casas derribadas a cañonazos.

En su vida política las cosas no fueron demasiado distintas. Fue la voz de la burguesía catalana. Pero en absoluto fue un paladín del reconocimiento de la realidad nacional catalana. A menudo se enfrentaba al sector más catalanista de la clase política del país. Y suya es la frase que dice “catalanes, queréis correr demasiado; no corráis tanto que podríais tropezar”. Paradójicamente, su condición de catalán unida a un asunto colonial que no ha estado nunca en el punto central de la investigación, aparecen como causas que aportan luz a la autoría de su asesinato.

Referéndum e independencia de Cuba

En aquellos días Cuba era una de las últimas posesiones del imperio colonial español. Una parte de su sociedad abogaba por la independencia. Incluso había una corriente social muy importante favorable a la integración de Cuba en los Estados Unidos. Y el gobierno del presidente Ulysses Grant, que ya había resuelto la guerra civil americana, lo veía como una oportunidad de expansión. Prestaba ayuda logística y militar, de una manera encubierta, a los cubanos que combatían al ejercido colonial y a los terratenientes criollos. La teoría Monroe: “América para los americanos”.

Prim, que era un hombre pragmático y resolutivo, también vio una oportunidad. Planteó a las Cortes españolas convocar un referéndum en Cuba. Con una pregunta binaria. Nada de independencia: Cuba española o Cuba norteamericana. Si ganaba la primera opción, tema resuelto. Aquí se acababa la crisis cubana. Y si ganaba la segunda, hecho más que previsible, proponía negociar con Ulysses Grant una compensación económica que contribuyera a enderezar la paupérrima hacienda pública española.

Hoy nos puede parecer un despropósito. Pero en el siglo de Prim, e incluso en el anterior, las compras y ventas de colonias (con sus ciudades, sus cuarteles, sus criollos y sus esclavos) eran una práctica habitual. Como quien actualmente, se vende el apartamento de Andorra para poner al día la hipoteca del piso de Barcelona; Francia vendió la Louisiana a los Estados Unidos y España hizo lo mismo con la Florida, para citar dos ejemplos. Con estos precedentes Prim pretendía sacar el máximo provecho de aquello que parecía inevitable.

Gobierno provisional de 1869

Los enemigos de Prim

La crisis cubana no era el único contencioso territorial. Con la claridad de la llamarada cubana, Catalunya y el País Vasco se habían despertado y aspiraban a una autonomía política como la que ya tenían los cubanos. Una reivindicación que tenía una carga simbólica importante; porque el hecho de poner en el mismo saco a Cuba, a Catalunya y al País Vasco era el equivalente a la internacionalización del actual proceso catalán. Curiosas coincidencias que explican las similitudes entre la bandera cubana y la bandera estelada.

La reacción no se hizo esperar. Prim no era catalanista, pero la defensa que hacía de los intereses de la burguesía catalana sumada a la propuesta cubana, lo convirtieron en una amenaza en España. La llamada caverna mediática ya existía y desató contra él una campaña brutal de descrédito. Se publicó que tenía el propósito secreto de vender Catalunya a la República Francesa (para satisfacer las aspiraciones históricas de los galos); y vender el País Vasco al imperio británico (entonces los ingleses tenían en Vizcaya importantes intereses en el negocio del hierro y del carbón).

Toda la clase política y militar de Madrid –que equivalía a decir de España- se movilizó en la misma dirección. Desde los elementos más radicales del republicanismo obrerista hasta los más reaccionarios del tradicionalismo caciquil; pasando por los progresistas, los moderados y los conservadores. Prim fue convertido en un objetivo. Y la caverna lo sentenció: Su condición de catalán –mezquina y fenicia- lo inhabilitaba para gobernar España; y mantenerlo en el poder suponía el desafío más grande al que se había enfrentado nunca la nación española.

Los asesinos

La policía responsabilizó, como autor material, a un líder del republicanismo radical. Nunca fue juzgado y posteriormente sería amnistiado. Y la caverna mediática señaló, como inspirador intelectual, a un pariente de los Borbones. No fue investigado. La vieja teoría de los extremos que se tocan. Entonces los Borbones estaban exiliados y su prestigio estaba muy desacreditado. La fabricación de la historia a la conveniencia de los intereses del poder.

Es cierto, sin embargo, que Prim había una hecho acumulación colosal de enemigos. Una larga lista -una carga explosiva- que comprendía desde los terratenientes coloniales de tradición esclavista hasta los elementos más radicales del anarquismo naciente. La caverna mediática encendió la mecha. El linchamiento mediático de Prim, si bien no estaba concebido para incitar al magnicidio, sí que fue articulado como la respuesta pasional de la atávica nación española que se sentía amenazada, en su esencia, por los vientos de regeneración y catalanidad.