Sí, sí, muestras tu hogar perfecto en Instagram, pero a mí, personalmente, me das mucha pena. Estás en la jaula de oro. Si sales, perderás todos los privilegios. Tranquila, no te juzgo: yo también he estado ahí. Muy idílico todo, pero a costa de sexo oral sin retorno. Ahora no lo volverías a hacer. Seguirías trabajando, porque sabes que, si no, tu tiempo ya no tiene importancia. Que lo que no tiene precio no se valora. Si fai la mamma, fai la mamma. Bebes una copa de más para olvidarte de tus sueños, porque estás viviendo los de él: los tuyos se han convertido en la pesadilla del día de la marmota. ¡Qué fácil es seguir triunfando en el trabajo cuando tienes una personal assistant 24 horas en casa que te cuida a tus hijos y te hace brillar! Te cae mal todo el mundo porque no te aguantas ni a ti misma. Tanto ir de fiel esposa, madre sacrificada, nuera entregada, cuñada amable, buena hija, amiga incondicional y ahora eres víctima de todos estos roles que te han robado la esencia. Como una cariátide dejas a parte las emociones y, sobre todo, la rabia, porque es un sentimiento que obliga al cambio. Te han enseñado a ser buena niña y a no quejarte. Aunque eso signifique decir no a tu autenticidad. Te crees que tienes una mejor vida que las otras por los lugares de vacaciones y los bolsos de marca que luces. ¡Si supieran que aunque tengas servicio, la criada de tu casa serás siempre tú! ¡Que ya no eres propietaria de tu tiempo! Si está con una de veinte años más joven, ya casi te da igual. Tu autoestima está tan por los suelos que has aprendido a quedarte sorda, muda y ciega. Inmovilizada, atada, prisionera. A poner siempre la otra mejilla, que no se vea la lágrima que cae por la piel roja. Querida signora Z, solo se vive una vez y siento decirte que no dan ningún premio por ser una matada. Los máximos celos los tienes tú hacia ti misma: esta vida ideal que es mentira. Sonríes en la foto porque nadie (menos Dulceida) se hace una llorando. Aguanta, aguanta por el bien de la familia, te dicen los familiares católicos que tanto te quieren hasta acabar siendo la sombra de lo que eras. Cada vez te vas quedando con menos voz (y no por afonía crónica) y vas más jorobada (de cargártelo todo en los hombros). Mientras te vas apagando hasta que en el epitafio ponga aquello de "devota esposa". ¿Cómo harás que tu hija se valore? Somos lo que los padres nos enseñaron cuando no estaban intentando enseñarnos nada, dictamina Umberto Eco. ¿Cómo harás que tu hijo sea un padre corresponsable y un marido amoroso si solo ha visto un modus operandi feudal? No conviertas a los niños en cadenas, tienen que ser el impulso de tu valentía.

No puedo enviar esta carta. Seguramente, porque ella misma se identificará al leerlo o, simplemente, porque es mi yo del pasado. Seguramente, la cosa más feminista que he hecho en la vida, por muy mal que suene, ha sido separarme. Demostrar a mis hijos, como se dice en el Club de las Malas Madres, que no tienes que renunciar ni a tu profesión, ni a tu maternidad, ni a tu felicidad. Muchas veces, en nombre del amor romántico, nos destrozamos la vida. Porque la felicidad de una mujer también es importante. Lo saben bien los criminales de guerra y lo podéis leer en Matrioxques de Marta Carnicero. Violar a las mujeres es matarlas en vida: la manera más fácil de hundir a la sociedad y de continuar el patriarcado. Nuestra salud mental es importante. Ada Parellada ha hablado de eso en su última entrevista. La divulgadora de gastronomía sigue defendiendo el mundo del vino y su importancia económica en la mesa, pero nos explica su decisión personal de no beber. En las redes estalla la guerra: la secta de los bons vivants contra las ecofeminazis. Miro el correo y un follower me pregunta si en la tienda tenemos un vino que se llama "Putes Féministes" de Alsacia. No, no en el Celler de Gelida no vendemos las cosas que no hemos probado y que no maridan con nuestra conciencia.

Este artículo no quiere ser un lamento, es un grito a la esperanza que se consigue luchando y alzando la voz

Yo antes de ser madre tampoco era tan feminista. Pensaba que no era para tanto. Somos descendientes de Eva, la pecadora, la caprichosa. Somos unas manipuladoras, histéricas, exageradas, superficiales, interesadas y mentirosas por naturaleza. Hasta que nos matan y entonces es cuando nos hacen caso y la ley puede hacer algo por nosotras. Estos señores Z son los mismos que tenían muchas bodegas y ahora se ponen un sueldo mileurista, los señores Z que se ayudan en manada con los mejores abogados y los que te siguen haciendo daño a través de los niños y siguen viviendo su vida sobrecargando la de las otras amantes. Los reconocerás porque siempre buscan a las mujeres más sensibles, las de menos edad, las más vulnerables para poder diseñarlas a medida. Ricos en narcisismo, pobres en empatía, no siguen ningún orden moral, ni ninguna sentencia y juegan a llevarse a los hijos en furgoneta o no devolverte el pasaporte para seguir enseñando los dientes al más puro estilo mafioso italiano. He visto No estás sola en Netflix. No lo estás por la sororidad, pero es como cuando estás en un quirófano. El mal trago y el tiempo de espera son eternos y solitarios. La justicia tardía es también una forma de injusticia. ¿Sola y borracha quieres llegar a casa?

Querida signora Z, no te conformes en ser la voz en off de un documental. Puedes reconducir y conducir tu vida. No es solo el hashtag #cuéntalo. Es entender cómo es que teniéndolo aparentemente todo, le has perdido el gusto a la vida. Uno de los mejores consejos me los dio la diseñadora Isabel de Pedro: "Sigue trabajando aunque te cueste dinero". Había una época durante la crianza de los niños que no me salían los números, y quería dejar mi pasión, que es mi profesión. Menos mal que no lo hice. Y más cuando estaba presentando un acto fuera y alguien te preguntaba, justo antes de salir a escena, dónde estaban tus hijos. Porque ahora mismo, señora Z, estarías cocinando pasta en la Toscana, y eso que el gluten te sienta fatal. Dando envidia de una supuesta dolce vita y teniendo unos brutales celos de las que su tiempo, su sonrisa, su talento y su amor son valorados. Y este artículo no quiere ser un lamento, es un grito a la esperanza que se consigue luchando y alzando la voz.

Buen Día de la Mujer Trabajadora y de la que no lo es con nómina, porque trabaja igual o más que todas y sin recompensa. Sí, y también para la signora Z. Porque, como decía Oscar Wilde, "la vida es demasiado corta para beber vinos malos".