"Qué insensato es el hombre que deja transcurrir el tiempo estérilmente."
Goethe

Quedan doce días para que la ley de amnistía pueda ser presentada en el Congreso con alguna posibilidad de cubrir el trámite parlamentario urgente y estar aprobada antes de la fecha tope para la votación de investidura de Sánchez, que no puede irse más allá del 27 de noviembre. Feijóo no ha sido tan loco con su loca sesión de investidura, aunque no se diga mucho, se ha asegurado de limitar el tiempo de negociación a Sánchez. Así que quedan doce días y, curiosamente, la estrategia socialista ha variado porque las cosas se han ralentizado o, más bien, se han detenido. Los conversadores, ahora mismo, me dicen que no conversan. O los negociadores aún no negocian. Los canales para hablar en serio sobre el contenido de esa futura ley están a la espera. ¿Qué hacen? ¿Qué pretenden? ¿Cuál es la estrategia?

Oigan además el ruido de alrededor, el que se hace fuera. Tanto el PSOE como Sumar han coincidido en rebajar la urgencia, afirmando que es muy difícil que haya amnistía pagada al contado, por lo que insinúan que en el acuerdo con Junts se debería asumir que haberla la habrá, pero después. Así lo ha salido a decir Jaume Asens por cuenta de unos y la ministra Montero, por cuenta de otros, y eso es lo que emana de los mensajes cifrados de Ferraz. A tenor de todos los datos que hay, la idea que parece subyacer es que la amnistía sería el pago por la investidura de Sánchez, eso y nada más, y que los plazos que señaló Puigdemont son negociables. "Tendrán que rebajar las exigencias. Tienen que cambiar de actitud", susurran en Ferraz, que también ha pedido "discreción". Tanta es la discreción, insisto, que en estos días nada se mueve. Pareciera que quieren dejar cocerse en su salsa a Junts. Es harto probable que esa sea la estrategia. Creen que pueden poner nervioso a Puigdemont, porque creo que no le han hecho un perfil atinado.

Una amnistía sólo puede traducirse como un reconocimiento del abuso de la justicia penal por parte del Estado

Ante este estado de cosas, puede y sólo puede, que el propio Puigdemont haya vuelto a dejar bien claro, a quien debe saberlo, que sin amnistía aprobada no habrá votos para Sánchez. Es tan taxativo en esto que no sé bien cómo pretenden los socialistas que metiéndole presión y llevándole al borde del abismo temporal, sea él el que cambie de rumbo y no sean ellos los que caigan por el precipicio. Veremos. Supongo que no les han enviado los trackings de Junts, pero pudiera ser que una eventual repetición electoral les hiciera necesitar todavía a un Puigdemont con más escaños.

Alrededor, de forma aún contenida, ha comenzado el pandemonio. Los feijoistas que anuncian una campaña de retratos tras la investidura fallida, lo que se traduce en la utilización de los numerosos lugares en los que gobiernan para forzar mociones sobre la ley de amnistía que obliguen a los representantes socialistas a posicionarse. En Ferraz dicen que no les preocupa este intento de fracturar al partido, aunque como poco será incómodo para algunos tener que decir en voz alta lo contrario a lo que piensan. Los viejos del lugar ya salieron. También Aznar bramando, aunque su esfuerzo puede ser contraproducente hasta para Feijóo o puede que por eso. Quiere sacar a la gente a las calles. A mí, la última sacada a la calle de Aznar no se me olvida porque fue tras el 11-M: sacó a la gente a clamar contra ETA cuando él ya sabía que buscaban islamistas.

No se queda todo en el ruido, porque también llega la furia, en este caso de los togados. A fin de cuentas, una amnistía sólo puede traducirse como un reconocimiento del abuso de la justicia penal por parte del Estado. Sólo puede deducirse que al otorgarla se asume que muchas togas tragaron polvo por remar a favor de corriente y esas togas no ven con buenos ojos que se les levanten las tablillas traseras y quedarse con el culo al aire. Llarena se destapó el otro día en su Burgos natal cuando le preguntaron por la amnistía. Su respuesta, aunque soterrada, "lo primero será ver su constitucionalidad", sólo podía significar que si se aprueba esa norma, él planteará una cuestión de inconstitucionalidad —sólo jueces y tribunales pueden usar esta figura— antes de aplicarla y esto tendrá efecto suspensivo de su contenido sobre Puigdemont. Si el resto de jueces implicados hacen lo mismo, podrían paralizar sus resultados hasta su paso por el TC. Los fiscales indómitos del Tribunal Supremo, los cuatro jinetes, le presentaban ayer la petición de que lance una orden internacional de busca y captura contra Puig. Vamos, que no habían movido un dedo desde que el 31 de enero se pronunciara el TGUE y ahora, inocentemente, se acuerdan de Puig porque a la de Puigdemont le tiene puesto plazo el instructor. Nada que ver con que la investidura de Sánchez dependa de ese hilo que quieren tensar. Nada que ver, ¿cómo se atreven a insinuar?

Sólo quedan doce días. Sánchez cree que llevando al límite del plazo a Puigdemont este cederá porque "nunca volverá a tener en la mano la posibilidad de una amnistía". Nadie les ha dicho que el expresident, en realidad, tiene el no amortizado. Es muy difícil pensar que Bruselas lo entregaría y ni su vida ni su sueldo ni su poder de liderazgo dependen de esta negociación. Eso es lo que creo que se empecinan en no ver. Siguen creyendo que lo único que quiere, el pobre, es ser exonerado para poder volver a casa. Yo creo que se equivocan, pero es una mera opinión, que los spin doctors los tienen ellos y no yo.