Al órdago de la CUP del domingo, oponiéndose a la investidura de Artur Mas, contestó este lunes el coordinador general de Convergència, Josep Rull, negando la mayor y, prácticamente, anunciando que, por este camino, Catalunya se dirigía irrevocablemente hacia nuevas elecciones el 6 de marzo. Casi a la misma hora, el candidato a la presidencia de la Generalitat por la formación anticapitalista, Antonio Baños, anunciaba la renuncia a su escaño por disconformidad con la decisión adoptada por la CUP. Un inciso: ¿por qué será que los dos máximos candidatos de la CUP a la Generalitat –ayer David Fernàndez, hoy Baños– tienen una estrategia diferente a la de la dirección en un tema clave como el de la independencia y quedan en minoría? Así transcurría el día hasta que Oriol Junqueras removió el relato de la jornada y pidió solemnemente a la CUP y a Convergència, con gran vehemencia, que volvieran a la mesa de negociación y no se levantaran hasta el último minuto posible en que pueda convocarse una sesión de investidura, o sea, el próximo sábado.

Una parte muy amplia de Catalunya se encamina hacia las elecciones y otra más pequeña busca un acuerdo, ni que sea a la desesperada, y en tiempo de descuento. A estas alturas y después de tres meses de negociación –en realidad, de falsa negociación, ya que la CUP ha estado jugando con los negociadores de JxSí– no hay que llamarse a engaño. O se va a unas elecciones el 6 de marzo o se cambia el candidato a la presidencia de la Generalitat.  Artur Mas tiene esta bala en la recámara, pero también es verdad que nadie cree que dé un paso al lado, fundamentalmente por dos motivos: le avalan los 62 escaños del 27S y 1,63 millones de votos y es el activo internacional más importante que tiene el proceso.

La tercera razón que tenía hasta la fecha, la cohesión granítica de Junts pel Sí, empieza a resquebrajarse ante el riesgo real de nuevas elecciones. Y, seguramente, irá en aumento de aquí al final de semana. No es ese un elemento importante para modificar la opinión de un político curtido y acostumbrado a las presiones como Mas. Pero Junqueras no está sólo reclamando la vuelta de todos a la mesa de negociaciones. Quizás es que alguien tiene un comodín en este agitado final de partida.