Por los que no lo sabéis, la generación Z engloba a todas aquellas personas que han nacido entre 1997 y 2012 (más o menos, en esta vida nada es exacto). Tanto si formas parte de este colectivo como si no, seguro que te interesará saber qué los caracteriza y cómo los puedes identificar (todos tenemos a alguien de la generación Z en la familia o en nuestro entorno, y es bueno conocer como son para saber cómo reaccionar en todo momento ante sus actitudes).

Lo que me llama más la atención de esta generación y que me saca de quicio, hay que decir, es que van a toda pastilla, lo hacen todo deprisa, son personas que van aceleradas por la vida: hablan deprisa, comen deprisa, envían whatsapps a la velocidad de la luz, ven series con personajes hiperactivos e histéricos; en definitiva, les gusta la velocidad y se desmotivan con la calma y la lentitud, necesitan dosis de información nueva y distracciones constantemente. Yo alguna vez he intentado ver alguna de las series que miran y he acabado con un ataque de estrés y haciendo volteretas por el suelo. ¿Cómo pueden hablar tan rápido y gritar y moverse tanto al mismo tiempo? ¿Hay que hacer las cosas tan rápido? No lo creo. Esta generación debe tomarse la vida con algo más de calma, que el estrés no es nada bueno para la salud.

Es la primera generación que se ha criado inmersa en la tecnología y las redes sociales (no saben qué es la vida sin la tecnología); viven más en el metaverso que en la vida real. Cuando están enamorados, en vez de contemplar, abrazados, la luna reflejada en el mar y emocionarse, se dan likes a las stories de Instagram. Eso sí, no lo puedo negar (¡Dios me libre!), dominan mucho más la tecnología que las otras generaciones. Ahora, no les hagas sumar o hacer una raíz cuadrada con un papel y un lápiz, que te dirán que eres un boomer y que lo hagas tú, pringado. No conciben la realidad sin las máquinas. Las máquinas son una extensión de su cerebro.

Son una generación que no han conocido los límites y que se sienten más perdidos que un vegetariano en una carnicería

Otra cosa que los caracteriza es que son personas que no conciben la belleza sin filtros ni operaciones estéticas. Encuentran que la belleza natural es demasiado simple, que le faltan adornos. Para ellos es normal que, a los dieciocho años, les regalen una operación de pechos, una inyección de ácido hialurónico o una nariz nueva.

La mayoría de ellos son hijos de padres que no les han puesto límites, por eso son los reyes de la casa y hacen lo que quieren cuando quieren. Pero todo tiene una razón de ser: una persona no nace autócrata, se convierte si las circunstancias necesarias para serlo confluyen. Suelen ser hijos de padres ausentes, que compensan su ausencia y expían la culpa con centenares de regalos y dejándoles hacer lo que quieran. Son una generación que no han conocido los límites y que se sienten más perdidos que un vegetariano en una carnicería. Eso les ha llevado a ser personas con una baja autoestima y que necesitan reconocimiento constante (las redes, aparentemente, les van muy bien para recibir este reconocimiento, pero, a la larga, los hunde en una depresión).

Por lo que he observado, esta generación tiene tanta información que no sabe dónde agarrarrse; las generaciones anteriores tenían unos pilares muy bien marcados y tenían claro qué tenían que hacer desde el día que nacían (no digo que eso sea mejor, es diferente). Hemos pasado de generaciones que estaban obligadas a seguir unas normas muy estrictas, a una generación que no tiene límites y que está sobrecargada de información y se siente superada por las circunstancias.

Por otra parte (no querría ser solo pesimista), y ya por último, son una generación que acepta y entiende mucho la diversidad; le gusta mucho expresar lo que siente y comunicar (de ahí la aparición de los influencers); tiene una gran conciencia ambiental (por eso muchos de ellos son vegetarianos) y posee grandes habilidades audiovisuales. No todo está perdido.