Más que una entrevista, la conversación entre Jordi Pujol y Josep Cuní me pareció una especie de Noche de Santo Bartolomé de las neuronas, anunciada con trompetas y tambores en la plaza de Catalunya. Me sabe mal por los independentistas que pensaron que podrían trabajar por el país dentro de las estructuras del régimen de Vichy. También me sabe mal por los catalanes que se sienten huérfanos de partido y que, en los momentos desesperación, piensan que echan de menos al expresident.

Conozco lo bastante bien los códigos de la vida autonómica para entender el significado de las majaderías que Pujol le dijo a Cuní. El artículo que Francesc Marc Álvaro ha dedicado a la entrevista tiene un vacío perfecto para explicar el principio de obediencia que Madrid quiere imponer en Catalunya: “prohibido pensar”, este será el nuevo lema. O para ligar la historia del país con el equipo de listos que ahora quiere llenar el vacío que dejará Laura Borràs: “Lejos de nosotros, Majestad, la funesta manía de pensar”

Vichy ya no tiene bastante con folklorizar el país, necesita destruir el pensamiento para que la abstención se vuelva una alternativa tan absurda como votar. Madrid intenta normalizar la vida autonómica, pero el ciclo electoral se acerca y no acaba de conseguirlo. En el campo de la cultura, la biografía de Gabriel Ferrater de Jordi Amat ha tenido un recibimiento tan frío que Edicions 62 no para de abocar dinero en su promoción. En el campo de la política, la operación de captación de jóvenes va más mal que bien, y las noches de Salvador Sostres cada día son más tristes.

El periodismo no va paso mejor. VilaWeb ha tenido que hacer ver que se convertía en un Patreon al margen de las instituciones para hacer olvidar su complicidad con los mandamases de JxC, que ahora intentan organizar la oposición a ERC a través la ANC y el Consell de la República. Miquel Bonet puede escribir en Twitter que el papel español que lo ha fichado es un panfleto genocida y todavía hacerlo con el gracioso beneplácito de su director local. El Diari de Girona, que había sido la cabecera más macarra del quiosco, veo que ha puesto un cortafuegos digital para bajar la intensidad de la polémica, perdiendo lectores.

Escuchando a Pujol, queda claro que la bunkerización del régimen está a punto de completarse y que se hará a través de la máxima idiotización posible

El procés ha puesto de manifiesto que Catalunya es un país ocupado con una claridad tan contundente que ya se ve que solo será posible de volver a construir algún puente con España desde la resignación más plana y zoológica. La alegría que recorre La Vanguardia desde que estalló la guerra de Ucrania es una señal sospechosa de la fuerza que el independentismo tiene, incluso sin partidos que lo representen. España no puede ejercer una violencia desmesurada contra el país, pero puede meter el desaliento y el miedo en el cuerpo de los catalanes, a través de la propaganda.

La imaginación es más lenta que los hechos consumados, pero construye realidades más sólidas. En verano del 9N, Pujol maniobró para situar el procés en el marco de la corrupción política y la Catalunya oficial lo ayudó tanto que incluso el morro mileurista de David Fernández ha acabado muy bien expuesto. Ahora parece que Pujol quiere explotar la veta autojustificativa de Marta Rovira. El expresident ha relacionado la independencia con los baños de sangre, aprovechando que la democracia ya no está de moda y que Madrid tiene interés en vender que el Pisuerga también puede pasar por Bucha.

Si Pujol tuviera razón, y los españoles fueran como los rusos, Madrid no habría roto ni de broma el trato magnífico que tenía con Argelia para complacer a los americanos. España está atrapada en una alianza contra natura con los Estados Unidos y la única baza importante que le queda para hacerse valer es Catalunya, pero necesita la colaboración de los catalanes. Pujol ha sobrevivido toda la vida a base de humillarse y de exhibir las llagas del país para legitimar los negocios españoles. Es normal que el virrey Junqueras intente rehabilitarlo, después de haberlo tratado de corrupto.

Como ya he escrito muchas veces, tendremos que tener paciencia y esperar que Pujol se muera para que su figura pueda inspirar algo que no esté en el umbral de la abyección. Pujol es una figura trágica. Se ha pasado la vida esperando que le saliera algún discípulo inteligente capaz de llevarle la contraria y de acabar con él y, cuanto más baja el listón y más se arrastra, más éxito tienen sus comedias existencialistas y más imitadores de chicha y nabo encuentra a su alrededor.

Todo esto lo tenemos que tener presente. Porque una cosa es que ahora mismo no se pueda hacer la independencia y otra muy diferente es que no se pueda hacer política sin caer en el puro cinismo o parecer un cura tonto. Escuchando a Pujol, queda claro que la bunkerización del régimen está a punto de completarse y que se hará a través de la máxima idiotización posible. Es importante, por nuestro bien, encontrar la manera de que la mayoría de catalanes puedan quedar fuera.