"Nadie se acuerda de Santa Bárbara hasta que truena"
Refrán popular

El mes pasado, en una cadena de televisión por cable norteamericana, el presentador afirmaba tener un entrevistado que iba a desvelar "el que podría ser el mayor secreto de la historia de la humanidad". Redoble. Frente a él, un hombre con el pelo cortado al uno, mirada firme y respuestas concisas y secas, hablaba de la existencia de un programa secreto del gobierno norteamericano para la recuperación de vehículos tecnológicos de origen no humano. Quien hablaba era un antiguo militar de información, 14 años en la Air Force y en la UAP Task Force, la unidad operativa que estudia los fenómenos aeroespaciales no identificados. La ocultación sobre los navíos estelares, "algunos del tamaño de un campo de fútbol", que los alienígenas han estrellado contra nuestro planeta al aterrizar —ya se sabe, navegas desde los confines del universo y luego no sabes posarte— se remonta, según denuncia, hasta la época de Mussolini.

¿Cómo se les queda el cuerpo? Pues más o menos como se les quedaría si escucharan las interpretaciones que desde Madrid se hacen de que Junts tenga la llave de la investidura de Sánchez. Fíjense que ni siquiera al terminar la noche electoral lo reconocieron con todas las letras. Como en Alien Resurrection, la figura de Puigdemont se ha abalanzado sobre los analistas, politólogos, políticos y medios inflamados de cabecera, dando lugar a los análisis más surrealistas que uno pueda imaginar. Unos son voluntaristas, otros hablan a las claras de lo poco o nada que se ha seguido desde Madrid el desarrollo de los acontecimientos políticos internos de Catalunya y, los últimos, son directamente descabellados, adecuados para ser enviados directamente a la emisión ufológica norteamericana.

En la derecha, sin opción a roce —aunque he llegado a leer que Junts intentaría negociar con Feijoo— cunde la idea de que Puigdemont intentará una solución personal para su exilio. Como hasta ahora no se han enterado de nada, corren ríos de tinta y análisis impostados sobre la imposibilidad de darle un indulto si no se entrega antes al Tribunal Supremo. En la izquierda con vocación de gobernar, y en sus intelectuales de cabecera, cunde la idea de que Junts se abstendrá "porque no le queda otra", "porque no se puede permitir escenificar que le da una segunda oportunidad a la derecha y a Vox". Así que, vistas así las cosas, piden calma en las masas y poder negociar bajo cuerda para que Puigdemont acabe haciendo lo único que, según ellos, puede hacer, que es entregarles su abstención. Es curioso que no recuerden las palabras que le han dirigido siempre en los últimos tiempos, para congraciarse, por una parte, con ERC y, por otra, con el sector españolista, en las que se le ha llamado prófugo de la justicia, se le ha afeado la fuga e, incluso, Sánchez llegó a afirmar taxativo en una entrevista: "No me deja de sorprender porque la palabra de Puigdemont vale lo que su declaración de independencia, es papel mojado". Al candidato le sentó mal que desde Waterloo se explicara que habían enviado emisarios para ofrecerle el indulto si se entregaba.

Yo, si estuviera en Waterloo, no querría intermediarios de proximidad, sino gentes de peso del Gobierno o del PSOE: una verdadera romería belga

Así que estas son las bazas para empezar a negociar. Los socialistas, con todo su interés por desinflamar, necesitaban limar muchas aristas, así que compraron voluntarios el marco del derecho penal como imprescindible tras los hechos del 1-O, es decir, se olvidaron de la sangre y el sudor que costó el 155 y de que esa era la única respuesta que ellos tenían prevista estando en la oposición. Nadie había hablado de que el fiscal de Rajoy la emprendiera con una querella por rebelión. Nadie, excepto el diario El Mundo, que lo aventó en grandes titulares antes de que estuviera interpuesta y le dio perfecto margen a los políticos catalanes para salir de España. Para el PSOE, oficialmente, Puigdemont siempre ha sido un prófugo. Han sido los abogados del Estado del Gobierno socialista los que han hecho los informes tanto en la OEDE como en todos los pleitos pendientes por Europa. Yolanda Díaz, que les cortó a los Comuns el rollo de la claridad antes de los comicios, ha corrido para tomar la delantera y decir a todos los vientos que le ha encargado a Jaume Asens que negocie. No creo que esa vaya a ser la vía. Yo, si estuviera en Waterloo, no querría intermediarios de proximidad, sino gentes de peso del Gobierno o del PSOE. Una verdadera romería belga.

En contra de la inevitabilidad de una investidura rápida de Sánchez, yo, que he intentado estar un poco más atenta, cuando puedo les recuerdo que el discurso constante de Junts se ha opuesto siempre a las negociaciones "egoístas" de los de ERC, que buscaron sobre todo la liberación y exoneración de sus líderes y olvidaban la represión penal desatada sobre miles de personas que participaron en las votaciones o en las protestas posteriores. Para que se hagan una idea: en Madrid, el Instrucción 13 de Barcelona no les dice nada, no significa nada. O sea, parece que todo el mundo ha olvidado el volumen de procedimientos que siguen abiertos, muchos de los cuales están muy avanzados, y creen que toda la cuestión gira en torno a la situación personal del líder.

Mientras le miran por el rabillo del ojo, ya le fijan hasta líneas rojas tras el primer Consejo de Ministros en funciones. Ellos que estaban tan contentos de que el Parlamento Europeo le hubiera retirado la inmunidad. Creen que Junts solo tiene la opción de investir a Sánchez y que la negociación llegará a buen puerto de cualquiera de las maneras. No sé yo si es la mejor forma de empezar a entenderse. No piensan darle "ni amnistía ni referéndum" porque son "constitucionalistas", decía la portavoz. Me pregunto qué van a decir cuando Puigdemont les pida una solución política para todos esos miles de catalanes que se juegan penas de cárcel en decenas de procedimientos. ¿Amnistía? ¿La Fiscalía te lo afina? ¿Controla efectivamente al Ministerio Fiscal Sánchez, como se pretende? Ya les digo que al del Tribunal Supremo no, nada de nada. Por ese motivo, sus integrantes han corrido a poner el primer palo en la rueda a una negociación sin arrancar, pidiéndole a Llarena que reactive las euroórdenes. ¿Se puede comprometer el candidato socialista a que se retiren acusaciones en los procedimientos catalanes si llega al Gobierno? ¿Cómo se plasmaría eso en un acuerdo? Eso no se puede escribir y porque hay que tener ojo con lo que unos y otros se dicen o hablan, porque si al final Junts provoca nuevas elecciones en invierno, podrían salir como losas esas conversaciones.

Se van de vacaciones convencidos de que su proverbial suerte negociadora conseguirá una abstención para la investidura —aunque eso no arregla el hecho de que seguirían sin mayoría necesaria para la aprobación de leyes, por no hablar de la mayoría absoluta del PP en el Senado— pero no creo equivocarme cuando pienso que nada está hecho, que Junts les va a exprimir con saña y que, incluso, puede permitirse hacer valer su actual poder y mandar a toda España a votar de nuevo si les da la gana.

¿Quién era el alien ese de Waterloo del que me hablaban? Catalunya de nuevo en el centro, porque lo que no se ha resuelto del todo siempre vuelve a supurar y llevan años haciendo como que no lo saben. Puigdemont ha vuelto, a su manera.