Catalunya es un país donde una mañana sales de casa siendo alcalde de Girona y por la noche vuelves como president de la Generalitat. Y es el mismo país donde una mañana vas al Parlament a presentar unos presupuestos y a media tarde sales del Parlament sin presupuestos y habiendo presentado una cuestión de confianza. Una cosa, por cierto, que ya ofreció Artur Mas para obtener el apoyo de la CUP a la investidura y que la CUP envió a la papelera de la historia.

Pero, pasemos el concepto “cuestión de confianza” por la traductora matemática.

Si en septiembre hay más diputados (y diputadas) que no le dan la confianza a Carles Puigdemont que diputados (y diputadas) que sí que le dan la confianza, vamos a elecciones. Como el grupo que da apoyo al president tiene 62 diputados y los contrarios suman 73, el president no tiene la confianza de la cámara. Por lo tanto, hoy por hoy, en otoño volveremos a tener elecciones. Apasionante.

Pero si en septiembre, el president suma más “sís” que “nos” o suficientes abstenciones para que no sea posible ninguna suma de “nos” superior a 62, el president continúa y no hay elecciones. O sea, Carles Puigdemont tiene poco menos de tres meses para convencer a los diputados contrarios suficientes como para salvar la legislatura.

Y ahora es cuando pasamos la cuestión de confianza por la traductora política.

Este miércoles, Carles Puigdemont ha hecho de president. Este miércoles, el president se ha sacado de encima la sombra de Artur Mas y ha empezado su propia aventura. A partir de hoy Carles Puigdemont ya no es la persona a quien Mas situó donde está sino el president que se jugará el cargo por sus méritos y con sus recursos.

Carles Puigdemont ha hecho lo que en lenguaje pujolista es un “mecaguncony”, que las bases convergentes y algunas de Esquerra tenían ganas de hacer hace tiempo a la CUP. Hay rabia acumulada. Mucha. También en lenguaje pujolista ha sido un “¿quién se han creído que somos?". Puigdemont ha dado un puñetazo sobre la mesa, ha dicho basta, ha lanzado la pelota al campo cupero y les ha dicho: "¿Queréis jugar? Pues juguemos”. Y las bases convergentes, que todavía no han superado el paso al lado de Mas, se han reavivado como una planta sedienta el día que les cae un buen chorro de agua.

Ahora mismo, hoy, la CUP es a los ojos del mundo “indepe” que sale a la calle cada 11 de Setembre (y también a ojos de importantes sectores cuperos), la culpable de que en este momento el procés vaya andando por la maroma. Insisto, eso es hoy. Mañana ya lo veremos, porque el día que se marchó Mas, yo el primero, creí que el expresident había pasado por encima de la CUP, y no fue así. Y le diré más, fue exactamente al revés.

La inesperada jugada de Puigdemont, pues, le da autoridad y personalidad propia, lo presenta como alguien dispuesto a jugar fuerte si hace falta, hace un pressingcup, da moral a la tropa convergente como para cambiar las encuestas que no les eran favorables, obliga a Esquerra a cerrar filas con él (al menos en público) y abre un nuevo escenario de negociación que nos hará mirar a la CUP, pero quien sabe si a otros grupos de la cámara.

Pero la inesperada jugada de Puigdemont también nos sitúa delante de un día de la marmota de asambleas de la CUP, reasambleas, votaciones con posibles empates, reuniones secretas que dejan de serlo... Y todo eso con este calor. Sólo de pensarlo, ya estoy sudando...