Como era de esperar, el deep state ha reanudado su cruzada contra la reedición del llamado gobierno Frankenstein del PSOE con los partidos republicanos y/o independentistas. La Fiscalía se ha apresurado a intervenir y el juez Llarena a continuación reclamará la extradición de Puigdemont y Comín, pero habrá más intervenciones. Buscarán rendijas legales para impedir que Puigdemont vuelva a ser candidato a las europeas y cualquier cosa que se les ocurra. El Estado lleva 24 horas avergonzado por los titulares de la prensa europea señalando a Puigdemont como el hombre clave de la gobernanza española. Por eso y por más argumentos no es imaginable una negociación de Pedro Sánchez con el presidente exiliado ni siquiera con intermediarios. El deep state es de derechas y provocaría un cataclismo.

Otra cosa sería un pacto de Puigdemont con la derecha española, que tiene bula para hacer lo que no tolera a los demás. Puestos a imaginar escenarios imposibles, teniendo en cuenta que Feijóo lo tiene todo perdido, quién sabe qué pasaría si Puigdemont desde el exilio exigiera no la amnistía ni la autodeterminación sino el concierto económico copiado del cupo vasco a cambio de la investidura de Feijóo. Al fin y al cabo, la derecha española, por tener el poder, ha sido capaz de hablar catalán en la intimidad e incluso de considerar a la ETA como el Movimiento Nacional de Liberación Vasco. Y a saber qué le está ofreciendo ahora al PNV, que siempre cobra por adelantado y nunca se vende por poco.

El Estado lleva 24 horas avergonzado por los titulares de la prensa europea señalando a Puigdemont como el hombre clave de la gobernanza española

Como todo esto sería muy divertido pero tampoco pasará, la duda es cómo piensa hacerlo Sánchez para evitar la repetición de las elecciones si no es mediante el pacto con el PP que le exigen todos los poderes del Estado. Habría sido fácil si, como se preveía, el PSOE sufría una derrota inapelable que obligara a Sánchez a dimitir, pero el actual presidente español ha obtenido un resultado suficiente como para seguir reivindicándose y ahora, a diferencia de 2015, cuando se negó a facilitar la investidura de Rajoy, tiene controlada a la ejecutiva del PSOE y el grupo parlamentario. Sólo tiene la vieja guardia felipista conspirando, pero todos son ya muy mayores.

La cuestión es que la mayoría Frankenstein requiere el concurso de Junts per Catalunya y ni Pedro Sánchez está en condiciones de ofrecer nada a Puigdemont ni Puigdemont puede apoyar a sus perseguidores. La duda es si Pedro Sánchez presentará candidatura a ser investido después de que lo haga y fracase al candidato del PP o dejará que corra el reloj hasta la repetición de elecciones. Si se presenta, será también para perder, pero con el objetivo de demostrar que no está dispuesto a someterse a las exigencias de los independentistas. En este caso, Junts per Catalunya se apuntará el supuesto mérito de bloquear la política española, que satisfará mucho a los sectores más hiperventilados del independentismo y muy poco a los partidarios del tradicional pactismo catalanista. Y todo tiene consecuencias.

Ni Pedro Sánchez está en condiciones de ofrecer nada a Puigdemont ni Puigdemont puede apoyar políticamente a quienes le persiguen

Ciertamente, a pesar de unos resultados discretos, a Junts les ha tocado el gordo, pero a menudo ocurre en los que se hacen millonarios de repente que no saben cómo invertir las ganancias y acaban peor que estaban. Algunos datos hacen pensar. Por poner un ejemplo, en La Garriga, después de cuatro años de gobierno municipal de ERC, la exconsellera Meritxell Budó recuperó la alcaldía para Junts per Catalunya con una victoria holgada. Obtuvo 2.962 votos por 792 del PSC. El domingo todo fue al revés. Junts ha perdido 1.235 votos y el PSC, que tiene muy poca estructura en el municipio desde su españolización, ha ganado 1.591. Es decir, que buena parte del electorado de Junts en las municipales ha optado ahora por los socialistas. Algo que, por cierto, no ha pasado con Esquerra Republicana, que ha obtenido más votos ahora que en las municipales. Hablo de La Garriga porque me queda cerca y es un pueblo de tradición convergente. La comparación en Barcelona ciudad es para JxCat una hecatombe.

Es posible que la estrategia de Junts per Catalunya sirva para aglutinar el voto independentista militante de cara a las elecciones al Parlament, es decir, para disputar el poder autonómico, pero incluso ganando las elecciones, que es mucho decir, no encontrará aliados que le apoyen para nada. Puigdemont, desde el exilio o desde la cárcel, liderará el testimonio de las aspiraciones legítimas de tantos catalanes convencidos de que con España no hay nada que hacer, pero será eso, un testimonio de dignidad muy romántico que difícilmente podrá gobernar, mientras el PSC, ERC y comuns tendrán la capacidad de comprar voluntades y colocar a su gente, ERC en la Generalitat y PSC y comunes en los ayuntamientos y en las diputaciones.