Mi buen amigo Vila d'Abadal se ha desgañitado desde hace tiempo para avisarnos de que los bosques se están muriendo. Y lo que es peor: nos los acabaremos fumando. Ha alertado por activa y por pasiva, desde instituciones como País Rural, entre otras, que si no empezamos a dejar que la gestión forestal la haga el sentido común y los que saben del tema, si mandan los criterios de la ideología que me atrevo a calificar respetuosamente de "ecoloprogre", los bosques catalanes acabarán quemados de arriba abajo.

En estos días, en el primero de los grandes incendios de este año, han quemado 5.000 hectáreas a una velocidad nunca vista. Los bomberos nos han explicado que este incendio ya se puede considerar de sexta generación, es decir, que no se pueden detener. Tienes que esperar a que llueva o llegue a un sitio con poca combustión. Ya habréis descubierto qué significa incendios de sexta generación: generan nubes altísimas de humo y llamas, queman mucho más rápido, avanzan dando saltos, son imprevisibles y letales. Los provocan el exceso de masa forestal para quemar, las altas temperaturas y la poca humedad, como consecuencia del cambio climático y de una mala gestión forestal. Lo que hemos visto ha sido un aviso. Hace años que quienes conocen los bosques, como las asociaciones de propietarios forestales o los payeses, lo están denunciando. Volviendo al aviso que Vila d'Abadal lleva años haciendo a los medios con poca fortuna, si no cambiamos radicalmente nuestra relación con los bosques, debemos estar preparados para el incendio final, que se puede llamar también el "megaincendio". Será un incendio que quemará todo lo que encuentre de norte a sur, o de oeste a este. Un megaincendio, como los de California, que no podremos detener.

Como presidente de la Associació Catalana Promotora de la Certificació Forestal, Vila d'Abadal considera que la complejidad de las leyes dificulta una correcta gestión forestal. En privado es mucho más atrevido y dice que no sabe si todavía estamos a tiempo de evitar el megaincendio. Como habréis oído estos días, los bomberos también han insistido muy exhaustivamente en la necesidad urgente de gestionar correctamente la cantidad ingente y desbocada de masa forestal generada por la inacción de las administraciones, que muy a menudo regulan lo innecesario y no hacen caso a los expertos en lo fundamental. Y ahora toca talar árboles.

En Catalunya, debemos actuar de forma contundente para evitar los efectos devastadores de un megaincendio

La buena noticia, vaya de antemano, es que tenemos uno de los mejores cuerpos de bomberos que se puede tener como país. Los llaman de muchos sitios para explicar cómo lo hacen. Están preparadísimos para afrontar el fuego, lo han demostrado en muchas ocasiones. Saben cómo actuar en los incendios, cómo prevenirlos, cómo coordinar los distintos equipos implicados de otros cuerpos y cómo gestionar técnica y humanamente la emergencia. Pero su temor no es cómo trabajar en un incendio, sino qué hacer cuando tienes muchos y violentos al mismo tiempo. Y esto es lo que, si no hacemos nada, sucederá. Con toda certeza, sucederá. Ni lo hemos entendido, ni lo queremos escuchar. Ni como administración, ni tampoco, muchas veces, como ciudadanos.

El primer problema es que no entendemos que el clima cambiará, tanto si los hombres lo hacemos bien como si lo hacemos mal. Tanto si limitamos las emisiones de CO₂ como si desaparecemos de la faz de la tierra. El clima siempre cambia siguiendo fenómenos globales que nunca, nunca, podremos controlar. Podremos ayudar o podremos empeorar la situación. Pero no podremos nunca controlar todas las variables climáticas. Entre ellas, y para dar solo un ejemplo, la corriente de El Niño y La Niña, que afecta a la temperatura de las aguas tropicales del Pacífico. Si es cierto que el fenómeno de la deforestación en los bosques amazónicos reduce sensiblemente la capacidad de absorción de CO₂, no podemos extraer la conclusión de que la gestión forestal en Catalunya tenga un efecto parecido. Es justamente al revés: si no gestionamos los bosques, generaremos un megaincendio y emitiremos todo el CO₂ de golpe, además de cargarnos toda la flora y fauna que queme. No se puede utilizar una lógica simplista de que cualquier árbol talado destruye el planeta. La cultura woke, el buenismo progre y la falta de rigor en los planteamientos de los ecologistas de café enervan a los campesinos, a los agrónomos y a toda persona que quiera dedicar un momento a reflexionar. Hay que dejar actuar a los expertos de verdad y hacer lo que dicen.

Porque el segundo problema es justo este: no hacemos suficiente caso a los expertos y no estamos actuando preventivamente con la urgencia y el rigor necesarios. Nunca se hace lo bastante en materia de prevención y siempre acaba pasando lo impensable. En Catalunya, debemos actuar de forma contundente para evitar los efectos devastadores de un megaincendio. De nada servirá la hemeroteca para recordar que los jefes de bomberos y Vilabadal ya lo decían. Nunca podremos evitar lo imposible, pero hay que hacer todo lo posible para estar preparados.