¿Se puede ser catalán y no comer calçots? A ver, dejadme que lo piense un poco, pero diría que sí. No os voy a negar que es complicado, pero puedes llegar a serlo. Cosas peores se han visto: hay gente que come hamburguesas de tofu. Ahora bien, si lo que realmente queréis saber es mi humilde opinión, os diré que comáis tantos calçots como podáis. El calçot es un gran antioxidante (evita que se te oxide el cerebro) y una fuente inagotable de vitamina A, C y K (vitaminas imprescindibles para pronunciar bien la vocal neutra). La deficiencia de calçots en vuestro organismo puede provocar, a corto plazo, que perdáis la capacidad de combinar bien los pronombres débiles y, a largo plazo, que nadie os entienda cuando habléis. Y, de aquí a la extinción de la humanidad, solo hay un paso. No quiero parecer catastrofista, pero aquí lo dejo. Si sabiendo todo esto, todavía queréis ser catalanes sin comer calçots, vosotros mismos, todo el mundo es libre de destruir tantas humanidades como quiera.

¿A quién no le apetece comerse una docena de calçots con romesco por la mañana antes de ir a trabajar? (Se me hace la boca agua con solo pensarlo.) Al parecer, a muchos barceloneses (de los de ahora; antes, en Barcelona, se hablaba un catalán precioso). Basta con ver cómo maltratan los pronombres débiles (n’hi ha persones; no tinc, d’això; he comprat un…) y la vocal neutra (que ha pasado de neutra a abierta y ha provocado más de un desencajamiento de mandíbula). A los catalanes que estamos acostumbrados a ingerir calçots a diario y que somos conocedores de las consecuencias que puede tener para la salud de la lengua catalana no hacerlo, se nos hace difícil entender que haya gente que prefiera desayunar un simple café con leche.

Actualmente, combino los pronombres débiles como los ángeles: mengem-nos-els-hi (comámonos los calçots en la mesa)

No quisiera parecer ni egocéntrica ni calçotcéntrica, pero yo, cuando tenía solo cuatro años, ya comía calçots. Me los recetó el profesor porque me costaba recordar el orden de los pronombres débiles: no sabía si tenía que decir primero el pronombre con función de complemento directo o el que tenía función de complemento indirecto. Cuando me dijeron que no solo había pronombres con estas funciones, sino también con función de complemento circunstancial, predicativo, atributo y de régimen, tuvieron que aumentar mi dosis y añadir un poco de romesco. Actualmente, combino los pronombres débiles como los ángeles: mengem-nos-els-hi (comámonos los calçots en la mesa).

Con esta historia de superación personal tan emotiva, no quiero convenceros de nada. Conozco a gente que es feliz sin combinar bien los pronombres débiles. Pocos, eso sí. Así pues, tranquilos, continuad comiendo croissants de chocolate para desayunar y estropeando la lengua catalana; que, cuando lo queráis arreglar, ya será demasiado tarde y tendréis el colesterol disparado. Ahora bien, no quisiera meter a todo el mundo en el mismo saco, hay gente que no come calçots por un tema de alergia alimentaria. Si es así, no os preocupéis; en esta vida todo tiene solución: lo podéis compensar poniéndoos una barretina en la cabeza y subiendo a Montserrat cada mañana. Supongo que, con todos estos argumentos que os he expuesto hasta ahora, habré respondido de sobras la pregunta inicial y habré disipado todas las dudas que teníais sobre el tema en cuestión y sobre la vida en general.