"Una mujer sin velo es como una moneda de dos euros: bien visible para todos, pasa de unas manos a otras." Esta frase podría ser una provocación de un alocado o una estupidez machista sin más, pero quien la pronunció fue Hani Ramadan, uno de los principales predicadores islámicos europeos, muy cercano a los Hermanos Musulmanes. Tiene la nacionalidad suiza, donde dirige un centro de difusión islámica, y en 2017 fue expulsado de Francia por hacer declaraciones como esta. Cuento esto porque esta semana hemos conocido un denso informe del gobierno francés sobre los Hermanos Musulmanes que ha encendido todas las alarmas en el país vecino. Desde hace años, esta organización islamista está construyendo una sociedad paralela dentro de la República Francesa, con su propia red de escuelas y mezquitas, sus altavoces mediáticos y su estrategia a largo plazo. Es un informe impresionante que se puede consultar online. Entre las muchas cosas alarmantes que en él se recogen, se dice que los Hermanos Musulmanes han entendido perfectamente que la mujer libre occidental es el principal factor opositor al integrismo islámico y, por tanto, es un objetivo a combatir. Para ello se apuesta por convertir el velo, literalmente, en un “marcador político”, en un eje central de la expansión de su estrategia. Según los Hermanos Musulmanes, cuantas más mujeres lleven velo en el espacio público, más se reforzará la legitimidad de su proyecto político; es la declinación de la vieja estrategia anarquista de la propaganda por el hecho en el ámbito del proselitismo religioso.

El informe explica también que sectores de los Hermanos Musulmanes han evolucionado su estrategia, en un sentido aún más peligroso. Si hasta hace un tiempo reclamaban el respeto legítimo de sus derechos religiosos en el marco general de la defensa de los derechos de una minoría (como cualquier otra), actualmente algunos de sus representantes defienden directamente que existe una nacionalidad musulmana y, por tanto, esta sería incompatible con la nacionalidad francesa (o catalana, en nuestro caso). Más aún, aseguran que el islam es un sistema inclusivo completo: es una fe, una nación, un Estado y una religión. Por supuesto, también han diseñado una línea de defensa bien pensada, que se basa en acusar de islamófoba a cualquier persona que critique cualquier aspecto de su estrategia. Siguiendo este guion, a raíz de la publicación del citado informe, ya han salido en tromba a acusar al gobierno francés de islamófobo. En nuestro país, por desgracia, el miedo a ser acusado de islamófobo contamina y censura este debate. No deja de ser paradójico, por cierto, que muchos países musulmanes combatan activamente a los Hermanos Musulmanes y los hayan calificado de organización terrorista, mientras que en Europa operan libremente con otras denominaciones.

Estoy totalmente a favor de prohibir el hiyab a las menores de edad, ya sea en el espacio público o en el espacio privado

En este contexto, para aclarar las cosas, hay que tener presente que el velo no es un elemento estrictamente religioso, sino una decisión con mucha carga política e ideológica. La doctora Dolors Bramon es la persona catalana que más conoce el Corán. El otro día, en RAC1, explicaba que en el Corán el velo no sale por ninguna parte. Dijo que solo se especifica que los hombres deben taparse el sexo en público, y las mujeres se deben tapar el sexo y los senos en público. Hasta aquí puedo estar bastante de acuerdo. Según Bramon, el Corán no dice nada sobre la necesidad de cubrir a las mujeres con un velo. De hecho, ella misma recordó que en los países musulmanes era difícil ver a mujeres cubiertas con el velo hasta los años setenta u ochenta. Existe, pues, un cambio en este aspecto que tiene más relación con el machismo, con la misoginia y con la represión de los derechos de las mujeres que con una doctrina religiosa. El islam es el vehículo para reprimir a las mujeres, no la motivación original.

Todo esto viene a cuento, naturalmente, del debate sobre la prohibición del hiyab, el niqab y el burka en el espacio público. Estoy totalmente a favor de prohibir el hiyab a las menores de edad, ya sea en el espacio público o en el espacio privado. No se puede obligar a una niña a una medida tan drástica como esta, que encima no tiene ninguna base religiosa real. No defiendo, sin embargo, la prohibición del velo o hiyab en el espacio público a las mujeres mayores de edad. A partir de los 18 años (o los 16, en su caso), que cada uno haga lo que quiera y vista como crea. Por eso, defiendo el derecho, faltaría más, de la diputada que lleva velo a llevarlo allí donde quiera. Criticarla es una decisión estrictamente partidista e ideológica, sin más. Sí defiendo la prohibición radical del niqab y el burka en el espacio público. Nadie debe llevar el rostro tapado en ningún espacio público, al igual que a nadie le parecería normal que un señor encapuchado con un pasamontañas entrase en el CAP o se subiera al bus. Es una cuestión de seguridad colectiva y dignidad de las personas. Estoy convencido de que casi ninguna mujer que lleva burka o niqab en Catalunya o en Afganistán lo lleva a gusto y por voluntad propia, sobre todo cuando las ves acompañadas por sus maridos cómodamente vestidos con pantalones cortos y camiseta, tomándose un helado. Por cierto, en respuesta a quienes dicen que no hace falta prohibir nada, sino acompañar a estas mujeres en su camino de liberación, les digo: lo mismo decían quienes no querían prohibir las corridas de toros en Catalunya, con el argumento de que el paso del tiempo lo resolvería y, por tanto, no era necesario prohibirlas. Allí donde no se han prohibido, se hacen corridas de toros, y se seguirán haciendo. Un apunte final: en Francia están prohibidos los hiyabs en las escuelas públicas desde el año 2004, una decisión avalada tanto por la derecha como por la izquierda. Por una vez podríamos mirar a nuestro alrededor y no pensar que somos más listos y tolerantes que nadie.