Hace unos días presentábamos públicamente un presupuesto sin déficit fiscal con gran nivel de detalle, por partidas departamentales y políticas sectoriales. Es la primera vez que se presenta un ejercicio con tanto detalle y de acuerdo con las necesidades del momento, que obviamente son muchas.

Hace años que hablamos de déficit fiscal, con grandes cifras, como los famosos 20.000 millones de euros anuales, el 8% del PIB o los 55 millones diarios, pero creo que la mayoría de gente no entiende exactamente lo que eso representa para su bienestar, de lo contrario estoy convencido de que habría muchos más independentistas. Por eso, hacer el ejercicio de presentar un presupuesto soberano permite explicar cómo se podrían resolver la gran mayoría de problemas que tenemos hoy en Catalunya, y recoger los grandes retos de país que tenemos para vivir con un bienestar europeo de primer nivel.

De hecho, esta es la clave de todo, explicar qué bienestar tendríamos si no sufriéramos déficit fiscal. En esta línea, hace también unas semanas las principales patronales, cámaras y asociaciones empresariales catalanas, se adherían a un manifiesto del colectivo Economistes pel Benestar que deja claro que sin una gestión propia de los recursos generados en Catalunya no es posible asegurar el futuro bienestar de los catalanes ni la competitividad de las empresas.

De hecho, nuestra propuesta de presupuesto soberano, sin déficit fiscal, va más allá de lo que podemos hacer; explicita también las consecuencias que tendría para los catalanes a medio plazo —pongamos de 5 a 10 años—, y dibuja una Catalunya claramente entre los abanderados de Europa. Recordemos que el presupuesto aprobado para 2023 llega a 41.000 millones de euros, mientras que sin déficit fiscal podríamos alcanzar cerca de los 60.000 millones, reduciendo además del orden de 3000 millones la fiscalidad para igualarla a las comunidades autónomas más bajas del Estado.

Por otra parte, las consecuencias de disfrutar durante 5-10 años de un presupuesto soberano como este, según un informe publicado hace unos meses por varios economistas, coordinado por el exconseller Antoni Castells (PSC), supondría un crecimiento del 8-9% del PIB el primer año, 13-14% en 5 años y 20% entre 10-20 años, y situaría Catalunya al nivel de generación de riqueza similar a Dinamarca y Holanda. Todas las regiones de estos dos pequeños Estados están en las posiciones punteras de bienestar europeo (entre la 6ª y 32ª) mientras que Catalunya, con déficit fiscal, está en la 135ª. En cambio, el País Vasco y Navarra, que disfrutan de sus impuestos, se encuentran en las posiciones 48ª y 50ª. Hay 240 regiones europeas y, obviamente, ahora los catalanes no estamos donde nos corresponde por la riqueza que generamos.

Sin embargo, además, con este escenario sería lógico que Catalunya alcanzara la plena ocupación, entre un 4-5% de paro, como tienen todos los Estados avanzados de Europa; podríamos disfrutar de un salario mínimo interprofesional de la orden de 1430 € con 14 pagas, y unas pensiones —calculamos— cerca del 19% superiores a las actuales.

Sin una gestión propia de los recursos generados en Catalunya no es posible asegurar el futuro bienestar de los catalanes ni la competitividad de las empresas

Vuelvo al inicio del artículo y me afianzo en que si todos los catalanes fueran conscientes de estas perspectivas a 5-10 años vista, lógicamente una gran mayoría optaría por sumarse a favor de un Estado, incluso sin sentirse independentistas, simplemente pensando en su futuro y sobre todo el de sus hijos. Y tenemos que ser claros, solo hay dos opciones teóricas para disfrutar de esta situación: el concierto foral y la independencia, pero solo una de ellas es posible en el Estado español cuando hablamos de los catalanes: la independencia. En pleno debate estéril sobre el acuerdo de claridad, estos días la portavoz de Esquerra Republicana respondía que una posible opción plebiscitaria no era descartable y que se podría hablar.

Pues bien —y esto es una opinión totalmente personal—, creo que nos tendríamos que plantear para las próximas elecciones incorporar al programa electoral la defensa de las medidas que son posibles con un presupuesto soberano, y comprometernos a ponerlas en marcha si tenemos una mayoría. Explicar a los casi 6 millones de catalanes con derecho a voto, qué significa disfrutar de todos los impuestos que paguemos con el fruto de nuestro trabajo. Es algo que todavía no hemos hecho nunca, no se hizo en la consulta del 9N ni en el referéndum del uno de octubre y ahora sería el momento de hacerlo.

¿Se imaginan un programa electoral con 12 puntos como estos?

  • Destinar 4500 millones adicionales en salud para construir una salud de primera
  • Destinar el 6% del PIB a educación como los países más avanzados del mundo
  • Dedicar el 3% del PIB a R+D+I como los países tecnológicamente punteros en Europa
  • Construir todas las infraestructuras prioritarias en 5 años
  • Invertir 650 millones anuales en la transformación de las energías renovables
  • Dedicar el 2% del presupuesto a Cultura, con un 74% más que ahora
  • Reducir los impuestos en 3000 millones, como las comunidades con menos fiscalidad del Estado
  • Situar el bienestar al nivel de países punteros de Europa
  • Construir viviendas para garantizar el derecho a una vivienda digna en 5 años
  • Situar el salario mínimo en 1430 € con 14 pagas
  • Incrementar las pensiones un 10% y crear un fondo de pensiones para asegurar el futuro
  • Potenciar una economía sostenible para asegurar el pleno empleo como todos los Estados punteros de Europa

Obviamente, si la mayoría de los catalanes votaran esta hoja de ruta, la única opción que tendrían los diputados escogidos sería activar la DUI para hacerlo posible y este sería su mandato electoral.

Si queremos preparar un segundo momentum definitivo, hace falta que la gran mayoría de catalanes sean conscientes de lo que tienen a ganar, sean o no independentistas, se sientan más de izquierdas o de derechas, porque gestionando todos los impuestos se pueden hacer tanto políticas conservadoras, como progresistas y liberales. De hecho, con un presupuesto soberano, se puede hacer política de verdad...