Pobre. Mucho. La escenografía. Tiene mucha más luz, claridad y alegría un tanatorio que el lugar escogido hoy para que el president Quim Torra y el president Carles Puigdemont hicieran la rueda de prensa berlinesa.

Ha sido como cuando fui al zoo del Monte Igueldo de Donosti. Había un pobre mono tan viejo, tan cansado, tan triste... Me transmitió una sordidez tan grande. Me miró y con los ojos me estaba diciendo lo mismo que hoy me ha dicho aquella pared gris situada detrás de los dos presidents.

¿Y, qué me dice de la bombilla de hotel decadente que iluminaba la escena y que estaba situada justo encima del atril? De la única bombilla que iluminaba la escena, por cierto. El president que estaba debajo parecía la resurrección de Jesús en la Passión. Y el que quedaba fuera de su influencia estaba tan oscuro que parecía un agujero negro escondido dentro de un neumático.

Era la bombilla de un hotel de aquellos que tienen una moqueta donde pueden encontrarse restos de ADN de Jaime I. Una moqueta con tantos ácaros que cada día sale a pasear y vuelve cuando se hace de noche porque camina sola. Un hotel de aquellos donde te sirven el desayuno en una sala con peste a humedad y donde las mesas tienen unos manteles que cuando te apoyas, las mangas del jersey son comidas por polillas hambrientas.

Una sala donde, mientras te comes unas magdalenas secas de bolsa y un cruasán que salió del horno de 1983 (y que está pintado con una sustancia pegajosa que te suelda las migas a los dedos) y te tomas un café con color a pantalla de móvil apagada, miras por la ventana y no ves el exterior. Y no lo ves porque los cristales están llenos de polvo. Tanto polvo que no se pueden abrir las ventanas porque pesan una tonelada de polvo cada una. Y suerte hay, porque la sala da a un patio interior que parece el cuarto día de la zona de lavabos de un festival musical que dura tres días.

No costaba nada haber ido al bazar de al lado del hotel y comprar una bandera europea. Para llenar. Y para enviar un mensaje. Y, de paso, haber pillado un trozo de tela para hacer un fondo de color negro elegante.

No costaba nada haber alquilado un micrófono y que los periodistas presentes en la sala hicieran las preguntas de la rueda de prensa a través suyo. Básicamente, porque si tú montas un acto porque quieres mostrar al mundo que Catalunya tiene un president en el exilio y que ha elegido otro con quien compartirá la representatividad, aparte de verlos (que no ha sido exactamente el caso), la gente que se lo mira en directo tiene que poder oír las preguntas. O-IR-LAS. Las preguntas se tienen que oír. Quizás en el siglo XIX no, pero en el siglo XXI, sí.

Ah, por cierto, hablando de preguntas... Con la prensa europea y alemana allí, ni una sola pregunta sobre los famosos tuits y los no menos famosos artículos que ya nos sabemos de memoria. Ni sobre los absolutamente desafortunados, ni sobre los que han sido sacados de contexto y ni tan sólo sobre los que están apareciendo las últimas horas y que van en sentido contrario a lo leído y visto hasta ahora.

Será que a Alemania todavía no ha llegado la campaña del "he dicho culo". Consiste en que cuando tú criticas a alguien porque ha dicho "culo" y tú lo haces diciendo "culo", pero también "caca" y "pedo" y "te voy a bombardear la caca, el culo y el pedo", ¿qué quiere que le diga, verdad? Vendría a ser como la mirada del pobre mono que estaba en el Monte Igueldo.