Me he hartado de leer y ver por la tele estas vacaciones –según qué cadena pones sólo ves eso– casos de robos, muchos con violencia, o de peleas en Barcelona, y en ninguna de las noticias se pone de relieve en estos casos que los ladrones lo son presuntamente, o que se tiene que comprobar si la pelea ha pasado de verdad, o que se tiene que constatar si el robo de la cartera ha sucedido. En cambio, cuando es una mujer la que ha sido atacada sexualmente con más o menos intensidad o grado de violencia siempre lo que más destaca de la noticia es la presunción de inocencia del atacante, que yo no negaré en ningún caso, y el hecho de que los Mossos d'Esquadra o la policía de turno tienen que comprobar los hechos.
Este énfasis periodístico de necesidad de comprobar los hechos que tendría que ser encomiable si fuera universal y sistemático, se da incluso en aquellos casos en que los hechos son más evidentes, con material gráfico explícito incluido que no se acostumbra a tener en otros tipos de delitos y se formula, muy a menudo, por no decir siempre, dejando planar claramente la idea de "vete a saber si esta chica, niña o mujer no se lo ha inventado todo".
La noticia la creamos siempre, y no hablo de los y las que hacemos opinión, porque en el mismo relato de los hechos, en su estructura y en su descripción incluimos, queriendo o no, nuestro sistema de valores en toda su diversidad
El segundo aspecto a destacar de estas denuncias y como son tratadas en los medios es que raramente conozco la cara y el nombre y apellido de los robados de manera tan explícita directa y fehaciente como en el caso de las mujeres que denuncian algún tipo de agresión. Las mujeres siempre tienen asegurado que su imagen circulará, quieran ellas o no, a diestro y siniestro por todos los medios. La última la de la periodista, que ciertamente ya tiene una imagen pública, pero que yo no tenía el gusto de conocer hasta que ha saltado en los medios el ataque que sufrió en la festividad castellera de Sant Fèlix.
La noticia la creamos siempre, y no hablo de los y las que hacemos opinión, porque en el mismo relato de los hechos, en su estructura y en su descripción incluimos, queriendo o no, nuestro sistema de valores en toda su diversidad. Este sistema de valores es sí o sí sexista. Darse cuenta de ello a veces cuesta bastante y además el uso, la costumbre, y la mayoritaria falta de reflexión sobre estos aspectos proporcionan el cojín perfecto para no tener que cambiar nada; para pensar y defender que lo que estoy diciendo es mentira. Pero no lo es y sólo hace falta que comparéis. Es el ejercicio más fácil para ver las diferencias de trato, de enfoque, de apreciación, de evaluación, de categorización... Siempre me preocupan más los y las que lo hacen sin querer, y no sólo porque hay muchos y muchas más, que los que lo hacen queriendo; en el caso de estos últimos hay premeditación y alevosía y el enfoque para combatirlos es muy distinto.