Una cosa que los seguidores de la causa Palestina deberían entender, es que el pueblo de Gaza está condenado, como lo estaban los alemanes en 1944 o los catalanes en 1937. Da igual cuantos muertos haga Israel y qué factura pague a largo plazo por sus bombardeos. Cuando Churchill arrasó Dresden y Núremberg, o cuando Franco envió la aviación italiana a Barcelona, pagaron justos por pecadores, pero ya no importaba mucho. El mal estaba hecho, en términos históricos.

La celebración de la crueldad siempre se paga más cara que el ejercicio de la violencia. Stalin también hizo carnicerías inhumanas, pero no hacía ostentación de la sangre como los nazis. De hecho, los países europeos hacía siglos que perseguían a los judíos, cuando Hitler llegó al poder, pero no pretendían construir ninguna sociedad sobre sus odios. A veces, el odio puede estar justificado e incluso puede ser una explosión de rabia comprensible y saludable, pero no se puede exhibir de manera pornográfica sin que te vuelva multiplicado. Los placeres se tienen que poder pagar, sobre todo cuando son muy oscuros.

Esta distinción entre la violencia y la crueldad también sirve para entender qué está pasando últimamente en España. El buen momento que vive el PSOE no sería posible si la derecha española no se hubiera pasado de la raya utilizando los resortes del Estado para someter a Cataluña. Tampoco sería posible si la vieja CiU no hubiera abusado de los sentimientos de sus votantes, hasta el punto de estafarlos con un tema tan sensible y serio como la independencia. La política se puede basar en la violencia, sobre todo si sabe disfrazarla, pero difícilmente se puede basar en la crueldad.

El proyecto que el PSOE está construyendo con su política de pactos, a la larga lleva a aceptar que la unidad de España no es sagrada, y que no puede depender de la lengua materna de los militares y los jueces

Ahora los señores de La Vanguardia están contentos porque la matonería de la corte de Madrid y la frivolidad de los políticos catalanes empieza a encontrar un límite tangible. Aun así, los socialistas lo tendrán difícil para no empeorar las cosas. Si el PSOE intenta hacer con la España plurinacional el mismo "titas, titas" que CiU hizo con la independencia, las cosas se complicarán. El proyecto que el PSOE está construyendo con su política de pactos, a la larga lleva a aceptar que la unidad de España no es sagrada, y que no puede depender de la lengua materna de los militares y los jueces.

Hamás se pasó de frenada porque vive en la edad media y el pueblo palestino se tendrá que reinventar y aportar alguna cosa más vistosa al mundo que su dolor, si quiere sobrevivir. En España, también hace tiempo que hemos cambiado de época. El PP está desorientado porque habla como si las condiciones que marcaron la Transición pudieran repetirse. Es lo mismo que le pasó a la CiU de Artur Mas, que montó su estrategia sobre la base que Cataluña vivía anclada en 1980. Con los traumas que forjaron la Transición, los partidos catalanes no se habrían visto nunca desbordados por el 1 de octubre.

Alguien tiene que empezar a pagar las facturas de la Transición, igual que en su momento se pagaron las facturas de la dictadura, para salir hacia adelante. La corte de Madrid y algunas élites de Barcelona querrían que las pagara el independentismo. De hecho, han hecho todo lo posible para conseguirlo desde que se aplicó el 155, pero el independentismo vive muy lejos de sus políticos. La amnistía, igual que la rendición de Junqueras, puede servir para representar los límites de las estrategias del Proces, pero no para establecer los límites de la nación catalana.

La fuerza de la abstención, igual que la bajada de brazos de la mayor parte del país después de la fuga de Puigdemont, es una señal de que los catalanes han aprendido a no seguir al primer líder que pasa, como hacen los palestinos. El resultado de la consulta interna que el PSOE ha hecho sobre la amnistía también es importante. Poco a poco, el nacionalismo español va perdiendo la pulsión africanista que le dieron los militares del siglo XIX, aprovechando el analfabetismo y el hambre de sus paisanos. Gracias al trauma del 1 de octubre y de la amnistía, España irá viendo que la Transición no le ha salido tan barata como se pensaba.

Como ya dije en 2009, cuando se celebró la consulta de Arenys de Munt, el único conflicto de la guerra civil que queda por resolver es la libertad de Cataluña

Como ya dije en 2009, cuando se celebró la consulta de Arenys de Munt, el único conflicto de la guerra civil que queda por resolver es la libertad de Cataluña. El reparto de la factura de la Transición dependerá de como cada parte gestione las bajas pasiones a la hora de adaptarse a los progresos de la historia. La política del PSOE puede saber a poco, pero es cómo La Vanguardia en catalán: cuando apareció parecía una concesión sin importancia, y ha cambiado el ecosistema periodístico del país. Si la prensa catalana todavía es una porquería, no se puede decir que sea por culpa de España.

Con la política del PSOE, en el peor de los casos, pasará un poco lo mismo.