Resulta que, después de todo, la Diada no ha ido tan mal como era esperable, dada la vergonzosa desunión de acción entre las fuerzas independentistas. Parece que, finalmente, la inmensa mayoría de las concepciones independentistas han convenido que independencia sí, por supuesto, pero unilateralismo no.

Este, sin embargo, fue el clamor de la ANC: fijar como fecha para una nueva DUI el segundo semestre del 2023. Ahora bien, todos los partidos, en público y en privado, indirectamente y directamente a la propia ANC, han dicho que, de una DUI para dentro de algo más de un año, nada de nada. Ahora ya nadie, entre el frente independentista, se mirarán los unos a los otros de arriba abajo, espetando una mejor condición de independentismo o profiriendo alguna injuria, sin base, como la de traidor a la causa.

Parece que después del desconcierto, del estado de choque propiciado por el vacío del septiembre-octubre de 2017 y una implacable represión, la mayoría de fuerzas parlamentarias que pretenden una separación de España se han dado cuenta de que, aun sin saber exactamente qué camino escoger, no se pueden repetir errores del pasado y que no se puede ir, como se fue, de farol a la DUI. Incluso la CUP, en boca de Anna Gabriel, ha manifestado, reiterado más bien, su discrepancia con volver al octubre de hace 5 años con la misma estrategia y las mismas herramientas.

Parece que la mayoría de fuerzas parlamentarias que pretenden una separación de España se han dado cuenta de que no se pueden repetir errores del pasado y que no se puede ir, como se fue, de farol a la DUI

Ha ayudado mucho a este nuevo escenario el hecho de que el sector de JuntsxCat que confunde el mundo real con Twitter haya sufrido, en las elecciones territoriales internas, un duro correctivo, correctivo tan grande que todas sus candidaturas han perdido elecciones, en la mayor parte de casos por goleada. Enfrentarse al establishment sólo con el timeline puede valer para unas elecciones a delegado de curso, pero no para dirigir una organización política, como Junts, que es y tiene que ser un elemento sistémico y esencial de la Catalunya actual y futura.

Esquerra, ahora, si realmente la agitación intracoalición cesa, tendrá que dinamizar el gobierno y demostrar de verdad su acción. La buena tela no se vende en el baúl: hay que ponerla en el escaparate y hacerle publicidad. Traducido: una buena y penetrante comunicación política de la gestión llevada a cabo y de los objetivos conseguidos. Sin embargo, no sólo se tiene que hacer trabajo de gobierno, lo que se da por supuesto cuando se forma parte de un gobierno del que además se ostenta la presidencia. También hay que ir plantando las bases de un nuevo proyecto independentista, tranquilo, pero constante, desde las propias instituciones.

Además, con mesa de diálogo, mejor con todas las patas, o sin, hay que forzar decididamente la desjudicialización de la represión. Herramientas y vías hay un montón: no es cuestión, sin embargo, de hacer aquí el inventario. La discreción es la precondición de cualquier negociación seria. Ya sean amnistía, indultos para todos, reformas legislativas, incentivar el archivo de causas, especialmente las menores o aquellas que ya duran mucho y de las que el propio estado de nervios que generan las investigaciones ya constituyen materialmente una pena en sí, se llamen como se quieran llamar los métodos, medidas o acuerdos, ahora parece que ha llegado el momento de pasar al cobro de la letra de la investidura. Todavía más si dar apoyo al Gobierno trae más bienestar o paliativos a la degradación económica que sufren amplias capas de la sociedad, de la catalana también.

Ciertamente, el abandono por el momentito de la DUI por parte de las fuerzas políticas que dan apoyo al Gobierno no implica dejar de ser independentista ni de palabra y de obra. No supone olvidar la gesta cívica del 1-O. Es una gratificación, quizás menor, pero necesaria, pisar plazas y calles con la denominación del 1-O.

Cada uno desde su sensibilidad parece que ha llegado a la conclusión de que el objetivo sigue siendo la independencia, pero que hay que darle tiempo, mucho más que la última vez. Parece que, al mismo tiempo, se ha llegado a la conclusión de que los ciudadanos esperan de sus instituciones políticas de bienestar y seguridad. Si, encima, se olvida la persecución de la hegemonía y se pone el afán en la buena gobernanza, el paso será de gigante.

Quizás de eso sí que seremos capaces. Ojalá.