No ha trabajado nunca, lleva toda la vida viviendo de la política y no tiene estudios superiores. Hasta aquí, una definición que podría señalar a más de un político, de los muchos que han convertido el ejercicio del servicio público en un mercado laboral.

 

Aunque sería deseable que la política solo fuera un tiempo transitorio en la vida profesional de la gente, y no significara ni un trabajo fijo, ni un plan de pensiones, el hecho es que a menudo ha representado justamente eso: un trabajo fijo y un plan de pensiones. Con el escándalo añadido de que muchos de ellos, cuando agotan el tiempo de la política, entran en las inmorales puertas giratorias que les garantizan un nivel de ingresos y de bienestar pornográficos. Y esta perversión del servicio público, convertido en un cajero automático de miles de millones para la casta de los partidos, la han practicado a ambos lados del espectro ideológico, con diurnidad y falta de pudor.

La lista es muy larga: más de 40 exministros y decenas de altos cargos, aparte de los propios expresidentes, del PP al PSOE, colocados en puestos relevantes de las grandes empresas privatizadas, a pesar de no tener ni los perfiles profesionales, ni los académicos pertinentes. Compañías, además, que rápidamente se dispararon en beneficios: en solo 10 años, estas compañías tuvieron más ganancias que los beneficios del Estado en los 120 procesos de privatización en 30 años. Desde Zaplana, Narcís Serra o Rato, hasta José Blanco, Tocino o Montilla, pasando por los propios Aznar y Felipe, las puertas giratorias se han convertido en un plan de pensiones tan eficaz como económicamente voluminoso. Con el añadido de que a menudo los políticos beneficiados habían tomado decisiones en su cargo vinculadas a las empresas en las cuales después se colocarían.

No hacen falta méritos profesionales, ni preparación académica en la materia, ni nada que no sea haber entrado en la política, mantenerse en la política y querer vivir de la política

A estas puertas giratorias de consejos de administración, se añaden otras giratorias igualmente escandalosas: las pistas de aterrizaje de las embajadas, de actualidad reciente a raíz del nombramiento de Miquel Iceta como embajador ante la Unesco. No es el primero: Rajoy envió a Wert (el del españolizar a los niños catalanes) a la poderosa embajada de París, donde también había estado, por el lado socialista, Joan Reventós; Trillo fue recompensado, después de la tragedia del Yak-42, con la embajada en Londres; y desde el PSOE, Zapatero disparó la cifra con 8 "embajadores políticos", que Sánchez igualó. Entre ellos, la embajada en Turquía de Joan Clos, la de Andorra para Àngel Ros o Cristina Narbona en la OCDE.

Pero el nombramiento de Iceta vuelve a superar un escándalo que ya tenía grandes proporciones, y nuevamente el beneficiado del cargo ni tiene experiencia en la materia, ni pertenece a la carrera diplomática, ni ha trabajado nunca en la empresa privada. Si estas cualidades no fueran lo bastante llamativas, se añade el hecho de que Miquel Iceta no tiene estudios superiores y, sin embargo, lo envían a ser el embajador en la Unesco, sigla de United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization, es decir, una organización dedicada a la promoción de la educación, la ciencia y la cultura. Y todo pasa mientras la sociedad está en shock por los resultados del informe PISA que ponen sobre la mesa la baja preparación académica que está sufriendo el país. Es posible que Iceta tenga alguna virtud política (hizo méritos notables dando apoyo al 155, como bien le recordó el president Puigdemont), pero ninguna de las cuales tiene nada que ver con el objetivo de la Unesco, ni parece pertinente que alguien que no quiso acabar sus estudios superiores esté comisionado para promocionarlos. El hecho es que Iceta, como el resto de la larga lista de este artículo, llega a un cargo importante como salida laboral económicamente jugosa. Ni hacen falta méritos profesionales, ni preparación académica en la materia, ni nada que no sea haber entrado en la política, mantenerse en la política y querer vivir de la política.

¿Es legal? Sí. ¿Es legítimo? No. Es una perversión del servicio público entendido como una simple oficina de empleo con estatus de privilegio. Queda dicho: es pura pornografía.