Isabel Díaz Ayuso describió sin pudor la idea de Madrid como una aspiradora de identidad nacional de todas las esencias españolas. "Madrid es España dentro de España. ¿Qué es Madrid si no es España?" Frase que bien serviría para todo un ensayo. A golpe de maltratar el federalismo, de ignorar el reconocimiento constitucional de las nacionalidades, de mostrar a Madrid cual ombligo ridículo del país, la presidenta madrileña consiguió arrinconar a VOX por sustitución. Rozó la mayoría absoluta y doblegó a la ultraderecha para que apoyara su gobierno desde fuera. El votante del PP madrileño tiene esa transversalidad, de la derecha liberal a la más extrema, de ahí que en la sede de Génova 13 la noche electoral del 4 de mayo de 2021 corearan ‘Isabel y Rocío’ en referencia a la candidata ultraderechista Rocío Monasterio.

Las elecciones andaluzas tienen incluso más calado. Andalucía cuenta con el 20% de escaños en el Congreso. Ha sido un tradicional feudo socialista, cuna de la cantera histórica de la izquierda parlamentaria, de Felipe González a Julio Anguita. Y mientras Madrid ha mantenido un poso nacionalcatólico, herencia posfranquista, con gobiernos del PP en los últimos 27 años; en Andalucía gobernó el PSOE desde 1978 a 2019 ininterrumpidamente, siendo ese año la lista más votada. Feudo azul frente a feudo rojo, Juan Manuel Moreno-Bonilla romperá previsiblemente esa hegemonía. La victoria del PP va más allá de quién gobierne tras el 19J. Las autonómicas andaluzas pueden suponer la inflexión cultural de una Andalucía derechizada. Tras las elecciones habrá dos preguntas clave. La más inmediata será si entra VOX. Si el PP de Alberto Núñez Feijóo da luz verde a un segundo ejecutivo con la ultraderecha. Pero hay otra cuestión igual de relevante a medio y largo plazo. ¿Cómo afecta a la gobernabilidad del país la hegemonía del PP andaluz? Si Andalucía se derechiza, ¿cómo gobernará la izquierda en el futuro?

Si gana el PP en Andalucía, se rompen mitos históricos de la política española. La posible victoria y consolidación de los populares andaluces rompe la hegemonía de los pactos como los hemos conocido. Se acabó la retórica de Alfonso Guerra de la lucha de los descamisados contra los señoritos. El marco de la Andalucía socialista desaparece. Los mitos de cómo funcionaba la ecuación catalana del pujolismo se desvanecen. Y con ello, caen dos puntales cruciales sobre los que se han articulado los gobiernos progresistas hasta hoy.

Politólogos y periodistas intentaremos descifrar con más o menos acierto la letra pequeña de los resultados tras el 19J. A grandes rasgos, el PSOE tiene cuatro graneros de voto para ganar elecciones: Madrid, Catalunya, Valencia y Andalucía. Hay números que avalan cómo el PSOE no gobernaría sin Catalunya. Pero si en Madrid gana la derecha, en Andalucía también, y la izquierda solo puede gobernar con los aliados independentistas de la moción de censura… Con estos números, ¿cuál será la nueva fórmula tras el vuelco andaluz? En política, para ganar no se pueden sumar muchos empates, hacen falta victorias.

Tras el 19J, la izquierda necesita un nuevo marco para analizar qué está pasando. Nuevas fórmulas para analizar por qué y cómo gobierna. Y cómo articulará futuras mayorías. Si Andalucía pierde el miedo a la derecha, ¿lo perderá el resto de España? En general, se pierde por la falta de comunicación, pero también por la falta de comprensión del entorno. 

En esta gran pregunta —si cae Andalucía, cuál será el futuro del PSOE— es fundamental la preocupación por la fortaleza o debilidad del bloque que liderará Yolanda Díaz. Según expertos en análisis electoral, en las provincias con menos diputados, los escaños suelen ir al PP o a VOX. Y esto es una de las consecuencias problemáticas de la caída de Unidas Podemos. Si no es capaz de ganar votos, si no es capaz de superar del 10 al 15%, el recuento traducido en representación se convierte en una pesadilla.

El CIS andaluz no refleja el estado de ánimo actual del votante del PSOE en lo nacional, pero sí ciertas debilidades del bloque de coalición. El trasvase de voto del PSOE al PP es del 7% en la encuesta nacional y de un 13,4% en Andalucía. Un 43% apunta a Moreno Bonilla como su candidato preferido y es el favorito del 22% de los que votaron al PSOE en 2019. Inmaculada Nieto, candidata de la coalición Por Andalucía, se queda en un 3,7. A la hora de puntuar líderes, el candidato del PP andaluz aprueba con un 6,28 y Nieto con un 4,8, solo por delante de Macarena Olona, con un 3,9.

Sobre la pregunta a corto plazo, Pedro Sánchez y el candidato Juan Espadas están forzando que el PP se delate con VOX, ya que son los principales responsables de la entrada de la ultraderecha en ejecutivos autonómicos. Si Moreno Bonilla no llega a la mayoría absoluta —y ninguna encuesta le da ese resultado—, el socio pequeño manda. ¿Pactará? ¿Dejará a Macarena Olona ser vicepresidenta? El deber democrático, que diría el presidente de los populares europeos, Donald Tusk, de arrinconar a VOX, junto a la legitimidad socialista para plantear la cuestión, puede virarse hacia el PSOE. Si VOX es tan peligroso, ¿no merecería una abstención? Si el pacto va de permitir que los herederos del asesinato de Federico García Lorca entren en San Telmo, ¿no vale esto una abstención?

Tras el 19J, la izquierda necesita un nuevo marco para analizar qué está pasando. Nuevas fórmulas para analizar por qué y cómo gobierna. Y cómo articulará futuras mayorías. Si Andalucía pierde el miedo a la derecha, ¿lo perderá el resto de España? En general, se pierde por la falta de comunicación, pero también por la falta de comprensión del entorno.