Con la aprobación de la reforma laboral, reina de las leyes de la coalición, se juega la dinámica del bloque de investidura de los próximos dos años. Si la norma de mayor carga simbólica con la ruptura de la austeridad, el pasado y el PP de Rajoy sale aprobada el próximo jueves por la derecha ―con Ciudadanos, seis grupos minoritarios o la abstención del PP― la relación Pedro Sánchez-Yolanda Díaz no volverá a ser la misma. Y aunque no ponga en peligro la legislatura, alteraría la dinámica con Catalunya y la hoja de ruta de las reformas. Al mismo tiempo, pedir el sí gratuito a una norma que no recoge propuestas de los socios nos lleva a la tensión in extremis de la negociación. 

Pedro Sánchez ha empezado el año descuidando las sinergias con su socio de gobierno, buscando fórmulas para ir despegándose de Unidas Podemos de cara a las próximas elecciones, desde Castilla y León, Andalucía, Valencia… hasta las generales. Apostando por las autonómicas, donde las alianzas con vascos y catalanes no le dan votos, y en Catalunya por Salvador Illa al frente de la Generalitat. Cuando preguntas por el ruido de las últimas semanas ―de las macrogranjas a la mano tendida a Ciudadanos― internamente se repite un mantra: el PSOE está legitimado a jugar a izquierda y derecha y solo gana elecciones en la centralidad. Pero la centralidad no da. Menos para los acuerdos del pacto de gobierno. Y cuando lo hace, genera tal distorsión entre los socios, provoca tal desgaste, que el bloque de investidura se tensiona de manera innecesaria. De hecho, cuando ocurre se refleja en las encuestas. 

A estas alturas, el debate sobre la convalidación de la reforma laboral ya no va solo de los derechos de los trabajadores. Va del tablero político, de cómo cada actor presiona al otro para reivindicar su peso. Un rifirrafe que pone en evidencia incoherencias internas de los actores. Para el PSOE no es fácil compaginar el programa de gobierno, sellado en el apoyo de los presupuestos, y estar en la campaña permanente. Porque ni tiene garantizada la victoria electoral de 2023/24, ni puede avanzar en la legislatura al margen de, como mínimo, ERC y PNV.  

Unidas Podemos, mero observador de la reforma laboral, sospecha que Pedro Sánchez está tentado a devolver a Yolanda Díaz la jugada que le hizo Pablo Iglesias, cuando sacó a Arnaldo Otegi a apoyar los presupuestos expulsando a la derecha de la negociación. Esto sumado a un Iglesias más volcado en el talk show que en apoyar el difícil sudoku de Yolanda Díaz.  

El debate sobre la convalidación de la reforma laboral ya no va solo de los derechos de los trabajadores. Va del tablero político, de cómo cada actor presiona al otro para reivindicar su peso

En cuanto a ERC, si necesita posicionarse a la izquierda de los comuns y demostrar a Junts que sus votos sirven en Madrid, la reforma laboral no es la mejor ley para dar la batalla. Les fueron a buscar tarde, aún siendo así, es difícil vender que Yolanda Díaz, la vicepresidenta más dialogante del ejecutivo, no escuche. Votar en contra pondría en cuestión la legitimidad del diálogo social, previo al parlamentario. Y no reconocer la prevalencia de las organizaciones sindicales debilita la propia negociación en Catalunya. UGT defiende la reforma, numerosos militantes están afiliados, y ERC tendrá difícil imponer un no a los propios sindicatos catalanes.

El PDeCAT decidirá el miércoles el voto de sus cuatro diputados en el Congreso. Si vota a favor, se cae Ciudadanos de la ecuación. Un partido que vota únicamente por revanchismo político, para que los “socios radicales no alcancen sus objetivos”, como ha dicho Inés Arrimadas. Con el único fin de utilizar la reforma para romper las alianzas del ejecutivo con Catalunya. En su programa no está la reforma ni el contenido. Al contrario, está la mochila austriaca y el contrato único, opciones que ni se han contemplado.

E igual que se ensalza el acuerdo histórico del diálogo social, la patronal no puede saltar del acuerdo a la política parlamentaria. La CEOE no tiene derecho a veto en materia de convenios autonómicos porque no se abordaron en la negociación de la reforma laboral. E igual que no se puede vincular la subida del salario mínimo en 2022, tampoco la prevalencia de los convenios en Catalunya o el País Vasco. La contradicción de la CEOE con los convenios autonómicos va más allá. El PNV ha pedido que se respeten porque ya están contemplados en el Estatuto de los Trabajadores. En la letra pequeña, el convenio vasco es un acuerdo entre Confebask y los sindicatos (incluidos ELA y LAB), de manera que la CEOE se estaría oponiendo a un acuerdo social que ya alcanzó. No es una propuesta para romper España, como acusa la derecha, ni una decisión unilateral del gobierno vasco, es un acuerdo de diálogo social donde está la patronal vasca, parte también de la CEOE. 

Tras nueve meses de negociación para lograr el acuerdo de la mesa de diálogo, con 13 acuerdos de patronal y sindicatos en el currículum, la reforma de Yolanda Díaz no es un proyecto personalista, como ha acusado Gabriel Rufián, pero sí es su pistoletazo de salida en la construcción del proyecto político electoral. Y eso, en los tiempos, tampoco ha jugado a favor. 

A estas alturas la pregunta es: ¿qué vale más el acuerdo o quién firme el acuerdo? La respuesta parece sencilla pero no es la más evidente. Importa que salga adelante porque están en juego los derechos de los trabajadores. Pero importa quién firme, porque marca la senda por dónde va a caminar el gobierno los próximos dos años. Una agenda que pasa por reformas sociales, recibir y ejecutar los fondos europeos. Eso incluye la ley mordaza, el salario mínimo, la reforma fiscal, la ley de memoria. Y excluye, de momento, la crisis territorial. Un balón que el PSOE intentará empujar hacia delante todo lo posible. Reformas sociales ahora, impulso de la mesa de diálogo después. Pero, en las coaliciones, una parte no puede imponer sus tiempos al margen del otro. Y esto, que no se verbaliza en el debate de la reforma laboral, sobrevuela la conversación.

Cumplir el acuerdo de gobierno, el diálogo social y el bloque de investidura es un equilibrio complicado. En el entorno de Yolanda Díaz hay optimismo con que salga adelante la reforma el próximo jueves. Si se cae o se aprueba por la derecha, la gobernabilidad entraría en otra dimensión. Si el bloque de investidura da luz verde, daremos por inaugurada la segunda parte de la legislatura. Una etapa donde las confianzas no están rotas, pero sí más frágiles.