Una vez ha terminado el congreso de los populares en Sevilla, tras los fuegos artificiales y la refundación del viejo-nuevo PP, los dirigentes autonómicos vuelven a sus territorios y quien se queda al mando de la sede central de Génova 13 es Alberto Núñez Feijóo. Los retos ideológicos y políticos a los que no ha hecho frente durante el congreso, ni siquiera con referencias expresas, pasan por qué relación va a tener con Vox y cómo se paga el precio de la guerra de Ucrania más allá de la fórmula hueca de la bajada de impuestos sin ir más allá.

Núñez Feijóo no ha aclarado qué relación va a tener con la extrema derecha, pero sí a quién quiere expulsar de la coalición. La intención confesa en el off the record pasa por extender un cordón al PSOE que le lleve al centro de los populares para alejar a Pedro Sánchez de Podemos, de Esquerra Republicana, de Bildu y cualquier socio a excepción del PNV. Una estrategia a través de los llamados pactos de Estado que, además, serán bien recibidos. De hecho, han sido reclamados desde el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, y el propio Pedro Sánchez.

Un cordón a los partidos de izquierdas con el fin de quitar el foco al verdadero cordón del PP, ese al que da luz verde en los territorios. Fernando López Miras, presidente murciano, se ha apoyado en la ultraderecha en políticas culturales y en materia de educación. Alfonso Fernández Mañueco, pendiente todavía de su propia investidura, además de haber consumado el primer gobierno regional con Vox, no ha conseguido diferenciar la agenda del PP de su socio. Isabel Díaz Ayuso presume abiertamente de gobernar con los ultras en Madrid. “No fue un lapsus”, llegó a decir en referencia a su relación con la formación de Santiago Abascal. “Fue una declaración de intenciones”, remató. Las cuatro mayorías absolutas “ayudan mucho a la hora de gobernar”, dijo Feijóo. Pero si no las tienes, está Vox. Y es más que probable que el nuevo PP intente atraer al PSOE a la negociación, denunciando el supuesto extremismo de la coalición, para abrazarse a Abascal cuando no den los números.

Los partidos de la coalición no deberían subestimar el hambre de gobernar del PP

Las elecciones en Andalucía serán la gran prueba de fuego. Previstas entre la primavera y el otoño, fecha límite para convocar, Juan Moreno Bonilla, de perfil moderado, es el favorito para ganar. Si lo hace y no llega a la mayoría, tendrá que elegir junto a Núñez Feijóo pedir una abstención al PSOE o consumar otro gobierno ultra. ​Si opta por lo segundo, es muy probable que el PP Europeo pida explicaciones. “A fin de cuentas”, dijo el presidente de los populares europeos Donald Tusk, Castilla y León es “una capitulación”. “Espero que sea solo un incidente o un accidente, y no una tendencia en la política española”, advirtió.

Los fondos europeos Next Generation están previstos hasta 2024. Eso implica que el gobierno caminará con Bruselas en los próximos años y viceversa. Es difícil que las instituciones europeas favorezcan un gobierno de Feijóo con Vox. Llegado el momento, ¿ofrecerá el presidente del PP un gobierno nacional con Abascal? Porque el mantra de Pedro Sánchez, “no hay otro enemigo, ni mayor amenaza”, es compartido por las autoridades europeas.

Si Ayuso sigue la línea de Esperanza Aguirre ―y todo apunta a eso―, será la oposición interna y desestabilizadora de Feijóo. La lideresa madrileña presionará a la militancia igual que Esperanza Aguirre siempre intentó socavar el liderazgo de Mariano Rajoy en busca de una oportunidad, una grieta, para controlar el PP nacional y lograr la autonomía para la financiación del partido en Madrid. Clave para el entramado de contratos y amiguismos que siempre sobrevuelan al ejecutivo autonómico de Madrid.

En cualquier caso, los partidos de la coalición no deberían subestimar el hambre de gobernar del PP. Tampoco el avance del cambio de ciclo político natural. Los sondeos arrojan cada vez con mayor credibilidad la posible suma de la derecha con opciones de gobernar. Un PP que se acerca al PSOE, un Vox disparado y el bloque de Yolanda Díaz que se mantiene pero no termina de despegar. El efecto rebote del nuevo liderazgo del PP en las encuestas estaba previsto, el desgaste de gobierno en un contexto económico complejo hace el resto.

El tiempo de las elecciones apremia para todos y en Génova 13 los elefantes de siempre esperan a Feijóo. No venderá la sede del partido como prometió Pablo Casado, pero tendrá que hacer frente a posibles sentencias condenatorias al PP a título lucrativo en piezas pendientes del caso Gürtel. Sabremos entonces si el nuevo líder de los populares justifica la corrupción como lo ha hecho con las comisiones pagadas al hermano de Isabel Díaz Ayuso. Aún así, el mayor es el elefante ultra. El efecto caja B está ahora en manos de Santiago Abascal.