Justamente porque ya tiene poco sentido esperar ninguna legitimidad del referéndum que el Parlament convocó ahora hace cinco años, los políticos que orquestaron aquella tomadura de pelo no tienen más alternativa que marcharse o autodestruirse de manera más o menos grotesca. Los viejos liderazgos de ERC lo tienen más fácil que sus aliados en el gobierno para resistir la erosión que la realidad provoca en las mentiras. Como mínimo han sabido atrincherarse en las instituciones con un discurso adaptado a la derrota del país. 

Oriol Junqueras tiene razón cuando dice que el 1 de octubre fue posible sobre todo gracias a la gente de ERC. Junqueras aceptó organizar el referéndum, a pesar de estar en contra y de saber que los convergentes se lo encargaban con la intención de ridiculizarlo a él y al independentismo. Después de las detenciones de vicepresidencia, fue Marta Rovira quien mantuvo viva la posibilidad de votar, con la ayuda de Clara Ponsatí. Sin Rovira, el Parlament no habría hablado nunca el concepto de “autodeterminación”.

Con los años, si el país es capaz de fabricar una oposición seria a Vichy, ERC se podrá apuntar el mérito de haber contribuido a destruir la cultura política del procesismo. Junqueras, sin embargo, no puede tener prisa para desguazar los partidos de CiU porque también fue cómplice del engaño y necesita tiempo para redimir sus mentiras en un orden político superior. Ahora mismo la política catalana es como una gran carrera de pigmeos que corren para escapar de un tigre, y parece que el pigmeo convergente se está quedando atrás porque lleva demasiada peso en la mochila. 

A la larga, cuando el tigre se haya comido el pigmeo convergente, irá a buscar al correcaminos republicano, si no puede saltar otra vez a la yugular del Estado español. La única salida que tiene el pigmeo convergente es intentar cabalgar el tigre para no acabar entre sus dientes, y retrasar la hora del banquete hasta que el felino atrape al pigmeo republicano. Si alguien quiere entender por qué Victòria Alsina se ha afiliado a JxCat, y lo ha hecho ahora que el partido de Laura Borràs toma estas formas  populistas tan extremas, tiene que entender esto: Puigdemont solo es un muñeco.

Ahora mismo la política catalana es como una gran carrera de pigmeos que corren para escapar de un tigre, y parece que el pigmeo convergente se está quedando atrás porque lleva demasiada peso en la mochila. 

El president exiliado no va a volver nunca para hacer la independencia; en el mejor de los casos volverá para cerrar el procés en unos términos que ayuden a los antiguos líderes de CiU a trasladar el pacto de la diputación al Parlament. Puigdemont tiene miedo a quedarse toda la vida en Waterloo, y los amigos de Victòria Alsina tienen miedo de perder el poco poder que les queda a manos de ERC. Para disputar el poder a Junqueras, JxC necesita desestabilizar la autonomía de Vichy y Puigdemont es el hombre más motivado para liderar esta estrategia.

Si Puigdemont pudiera volver a Catalunya sin pasar por la prisión, los convergentes volverían a demostrar que son más listos que Junqueras y la hegemonía política volvería a cambiar de manos. La posibilidad puede parecer remota, pero el éxito del 11-S ha dejado el populismo de JxC sin margen para nadar y guardar la ropa. Con una lista cívica o un partido parecido en manos de Puigdemont, JxC podría convertirse en una versión patriótica de Unió y concentrarse en proteger los viejos negocios convergentes, mientras usa Òmnium y la ANC para volver a las movilizaciones de la década procesista.

La única salida de la vieja Convergència es utilizar contra Junqueras la estrategia que Artur Mas utilizó contra el PP- Se trata de volver a llenar la calle para intentar vender una pacificación más efectiva. Esto explica la evolución aparente de figuras como Agustí Colomines o Vicent Partal, que han pasado de trabajar para Mas a trabajar para Puigdemont. Los diplodocus de la patria que jugaron con el referéndum, y se quemaron los dedos, no pararán hasta que se quemen de pies a cabeza. La única cosa difícil de saber es cómo dejarán el país en su carrera salvaje para escapar de unas mentiras que ninguna sociedad civilizada no se puede permitir perdonar.