Ha llegado a Barcelona el musical Grease, con una propuesta sobre la icónica historia de Danny Zuko y Sandy Olson (obsérvese la filiación de los apellidos), que vuelve a la versión de su estreno en 1972 en Broadway, donde tuvo en el papel protagonista a un entonces emergente Richard Gere. ¿Qué hay de nuevo, pues, en esta ocasión? En el fondo, y pese a la fidelidad casi de culto a la versión primigenia, todo es nuevo: el baile, la música y la interpretación, que se entrelazan como nunca durante las casi tres horas que dura el espectáculo consiguiendo lo más difícil: que cultura y diversión se den la mano y que, por ello, para quien pueda y quiera regalar en estas fiestas navideñas, se convierta en una idea original que además ayude al trabajoso mundo del teatro musical a seguir existiendo y alegrándonos la vida.

Resulta sorprendente, para empezar, la apuesta por un conjunto actoral cuyas edades se aproximan a la de quienes protagonizan la historia: un grupo de jóvenes estudiantes de un instituto norteamericano en los años cincuenta, con sus primeras experiencias amorosas, sus pocas ganas de estudiar, sus eventuales enfrentamientos entre grupos y, sobre todo, sus ansias por comerse el mundo a bocados entre risas, canciones y bailes. Nada de eso habría trascendido al gran público desde la escena teatral neoyorquina, si no fuera porque en 1978 dos actores treintañeros, Olivia Newton-John y John Travolta, protagonizaron esas andanzas en una película musical que hoy, más aún desde el reciente fallecimiento de Olivia, sigue siendo récord de audiencia televisiva cada vez que se repone.

El cine de David Serrano ha sido siempre una apuesta por las interpretaciones “con verdad”, y así es también este Grease suyo, donde todo es creíble, entrañable, eterno

La nueva versión teatral conmemora el medio siglo de su estreno en Broadway, pero tres factores actualizan el producto para conseguir el éxito de taquilla que está suponiendo ahora en Barcelona y antes, durante todo un año, en Madrid. El primero es la coreografía ideada por Toni Espinosa, considerada la mejor de este año en los Premios Teatro Musical recientemente otorgados, y que consigue que el escenario vibre desde el momento de la mítica obertura al ritmo de la canción que da título a la obra. A veces intento un solo paso de los que he visto ejecutar por esos casi niños acróbatas; luego concluyo que el ser humano ha sido desde siempre capaz de gestas que parecen imposibles. Éstas casi lo son.

La versión musical de Joan Miquel Pérez es otro de los milagros sostenidos a lo largo de las casi tres horas de duración de la obra. ¿Cómo acercar los ritmos cincuenteros a los que son hit en la actualidad sin perder la esencia originaria? Pues ahí están Joan Miquel y su banda, con lo que significa la música en directo, y con un final de fiesta en el que no cabe no levantarse del asiento. Lo he visto en una docena de ocasiones, no creo que en el resto de representaciones haya sido distinto.

Pero a la música y el baile hay que añadirle algo para que el teatro musical sea eso, teatro. La adaptación de la obra y la dirección del elenco actoral es lo que distingue un musical cualquiera de una obra de arte. El teatro de texto, cuando está bien dirigido, siempre impone ¿no? Pues ¿qué tal si quienes cantan y bailan formidablemente además saben interpretar? Ese milagro que culmina el espectáculo se lo debe este Grease a David Serrano. Es él quien ha conseguido que jóvenes en muchos casos con escasa formación teatral transformen cada personaje en un icono, convenzan con su interpretación de la consistencia de la historia y hagan de cada papel uno tan importante como el resto en un paisaje interpretativo coral y no de meros comparsas de la pareja protagonista. Su cine, el cine de Serrano, ha sido siempre una apuesta por las interpretaciones “con verdad”, y así es también este Grease suyo, donde todo es creíble, entrañable, eterno.

En un momento de la obra, Frenchy, la tontina bondadosa que sueña con ser peluquera, le explica a Sandy cómo tiene que fumar para ser una chica sofisticada, y le dice: “Atenta y aprende, que no me importa que luego tú me copies en tu vida personal”. Pues bien, yo también les he explicado hoy mi experiencia en relación con esta obra de teatro musical porque, circunstancias de la vida, me atañe de forma muy próxima. Aunque estoy convencida de que disfrutarán si en las próximas semanas se sientan en una de las butacas del Teatro Tívoli para ver la obra, debo reconocer que hay en esa recomendación un pedazo importante de mi corazón. Sencillamente, algo personal.