La aprobación por parte del Parlament de Catalunya de una declaración a favor de la abolición de la Monarquía y la reciente encuesta de Público (que reflejó mayoría a favor de la República en Galicia, Asturias, Catalunya, Euskadi, Nafarroa, País Valencià y Balears) vuelve a poner bajo el foco la cuestión de la legitimidad de la Monarquía.

La institución monárquica fue restaurada de facto en la dinastía de los Borbones por el régimen del general Franco, pero esta evidente falta de legitimidad de origen fue, de primeras, enmendada por la ratificación democrática al referéndum constitucional de 1978. Es verdad que no se consultó específicamente por la Monarquía, que fue votada en conjunto por el método de "o lo tomas o lo dejas". El propio Adolfo Suárez reconoció que no se convocó un referéndum Monarquía vs República porque contaban con perderlo. Han pasado ya 40 años, y somos mayoría, superior al 70%, los que por razones de edad no pudimos votar la Constitución.

Con respecto a la legitimidad de ejercicio, la operación Rajoy-Rubalcaba del bipartidismo dinástico para salvar la Monarquía en la primavera de 2014, sustituyó la imagen quemada del hoy rey emérito por la de un jefe de estado, por lo visto, suficientemente preparado. No obstante, después de más de cuatro años de mandato, el Rey convence mucho más a unos que otros.

A lo largo de este tiempo, Felipe de Borbón y Grecia no ha asumido la necesidad de ampliar el apoyo social a la Monarquía. Más bien ha cuidado bien sus actuaciones para proyectar una imagen unívoca de la ciudadanía española, de la ciudadanía monárquica. Una imagen unilingüe, uninacional y muy próxima a la cosmovisión de las derechas.

Felipe VI no tuvo ningún gesto en estos cuatro años y medio de mínima sensibilidad hacia los damnificados por la Gran Depresión. No demostró su preocupación en lo referente a una desigualdad que avanzó sustancialmente en estos años.

Hace un año, en octubre del 2017, el Borbón escogió ser rey de parte

Posicionado contra la plurinacionalidad española, el actual jefe del Estado escogió bando cuando optó por la dura intolerancia frente a Catalunya en su discurso del 3-O. Un discurso elegido por la Casa Real sin la intervención de Rajoy ―es decir, elegido por el deep state― en el cual no hubo ningún uso del catalán, ni ningún tipo de concesión al diálogo. Hace un año, en octubre del 2017, el Borbón escogió ser rey de parte.

El rey Felipe mostró una actitud más bien autoritaria, españolista y aristocrática que la de su padre, el rey emérito. La Monarquía no es una institución neutral. Será muy difícil que este rey pueda superar esta convicción ciudadana.