El griterío sobre las bullas entre israelíes y palestinos ha puesto sordina a unas declaraciones recientes de Pere Aragonès a Televisión Española en las que nuestro pequeño Molt Honorable abría la puerta a un referéndum pactado con el Estado donde la independencia no fuera la única elección. "Desde mi punto de vista, la independencia tiene que ser una opción", decía Aragonès: "a partir de aquí, si hay otras propuestas, bienvenidas sean, y que la ciudadanía decida libremente". En casa estamos muy acostumbrados a los juegos de manos del procesismo, pero lo de Pere nos ha dejado de pasta de boniato. Primero, porque ERC aprobó hace tiempo la enésima hoja de ruta secesionista donde se proponía un referéndum pactado que debía tener un mínimo del 50% de participación y, literalmente, de pregunta clara y respuesta binaria. El binarismo no está de moda, lo sabemos, y los republicanos deben querer transicionar.

Por otra parte, la propuesta original de Esquerra tenía otra característica muy curiosa. A saber, y contraviniendo todas las normas de la democracia, para que el sí pudiera ganar debía imponerse como mínimo con el 55% de los votos. A servidor le exclamó, antes que nada, esta distinción absurda entre diputados unionistas e indepes: ¿a santo de qué, preguntará quienquiera que supere la condición unineuronal, un 54% de votantes afirmativos sobre la independencia debe tener menos peso que un 46% de votantes negativos? ¿No decían que la democracia (y concretamente los referéndums) iba precisamente de imponerse al adversario, aunque sea por solo un voto? Pero bueno, a estas alturas —como comprenderéis perfectamente— exigir el mínimo juicio a nuestra caterva de aparentes líderes es algo de gente muy naif; de hecho, el día en el que la independencia sume el 55% en intención de voto, propondrán un umbral del 60%.

El día en el que la independencia sume el 55% en intención de voto, propondrán un umbral del 60%

Pero lo que me ha robado definitivamente el corazón es lo de las múltiples opciones para el referéndum. Catalunya, eso sí que lo tiene, es una tierra de innovación, y el pequeño Molt Honorable estaría dispuesto a pactar una votación con multipreguntas, quién sabe si complementando la cuestión de la independencia con alguna sobre el precio del aceite de oliva o si nuestros jovencitos miran demasiada pornografía. En realidad, si miramos al pasado más reciente del soberanismo, Aragonès copia punto por punto el manual del masismo antes de la consulta del 9-N. Ya sé que da mucha pereza, pero —si hacéis memoria— Artur Mas incluyó la opción del Sí-No a la independencia (a saber, referida a la condición de un estado catalán, pero no independiente; quién sabe si federal, confederal o sideral) como jugada maestra para que sus compañeros de Unió y los neocomunistas de Iniciativa se sumaran a la apuesta por la consulta simbólica de 2014.

Resulta todo tragicómico. Del mismo modo que Artur Mas buscaba mantener el poder montando consultas de pacotilla con la intención no confesada de presionar al Estado a cambio de concesiones en forma de pacto fiscal y etcétera, ahora Aragonès busca pactar con Sánchez una especie muy curiosa de referéndum sobre la independencia que incluya la desiderata de un cambio en el modelo de estado español. En otras palabras, los cráneos privilegiados de Esquerra querrían endosarnos un referéndum chupi guay y multitransversal donde la independencia sea una opción más a escoger entre los anhelos federalistas de, por ejemplo, los votantes del PSC. Dicho todavía de otra manera, Aragonès pretende hacernos tragar un referéndum que no sea sobre la independencia. Porque los referéndums sobre la independencia, mire usted qué cachondeo, suelen preguntar a la peña si quiere o no la independencia.

Mientras Junqueras pasa los días pujoleando por el país como un aficionado más de la cosa nuestra, ahora Pere Aragonès se ha vestido de masista rezando para que las jugadas maestras lo perpetúen lo máximo posible en la plaza de Sant Jaume. Por fortuna, el mal gusto cada vez más evidente de sus alehops (y el creciente poder del partido de la abstención de Catalunya) hará que todos estos juegos de manos acaben en bancarrota. Como siempre, querido lector, te reclamo paciencia; porque la caída de este régimen de virreyes es inevitable.